Nican Mopohua | El culto Guadalupano en México.

 



El primer relato acerca de las apariciones y milagros de la Virgen de Guadalupe fue redactado en náhuatl hacia el año 1556 en la ciudad de México; apenas 35 años después de la conquista de Tenochtitlán. El documento se titulaba “Nican Mopohua”, su autor se llamaba Antonio Valeriano, indio nahua perteneciente a la antigua nobleza mexica y educado por los frailes franciscanos. Para su redacción se basó en la versión oral del protagonista principal: Juan Diego.

En este relato, Valeriano narra cómo la Virgen se apareció a Juan Diego, un humilde indígena, y le pidió que informara al obispo sobre el suceso y que se construyera un templo en su honor en el cerro del Tepeyac, al norte de la ciudad. Con un puñado de rosas y una milagrosa impresión de su imagen en la tilma de Juan Diego, la Virgen dejó claro que sería madre de todos, sin distinción de origen o sangre.

El Nican Mopohua narra este suceso de la siguiente manera:

…“Sábelo, ten por cierto, hijo mío el más pequeño, que yo soy la perfecta siempre virgen Santa María, madre del verdaderísimo Dios por quien se vive, el creador de las personas, el dueño de la cercanía y de la inmediación, el dueño del cielo, el dueño de la tierra, mucho deseo que aquí me levanten mi casita sagrada en donde lo mostraré, lo ensalzaré… porque yo en verdad soy vuestra madre compasiva, tuya y de todos los hombres que en esta tierra estáis en uno… los que a mí clamen, los que me busquen, los que confíen en mí, porque allí les escucharé su llanto, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores”…

Como era de esperarse, nadie le creyó al humilde Juan Diego. Este, en una actitud que todavía estremece, le comunicó su tristeza a la Virgen por no haber podido llevar a cabo la encomienda:

…“Mucho te suplico, Señora mía; Reina, muchachita mía, que a alguno de los nobles le encargues que conduzca tu amable palabra para que le crean. Porque yo soy hombre del campo, soy mecapal…yo mismo necesito ser conducido, llevado a cuestas… por favor dispénsame en tu enojo, en tu disgusto, Señora Dueña mía”…

La Virgen insistió:

…“Ten por cierto que no son escasos mis servidores, mis mensajeros…pero es muy necesario que tú, personalmente vayas… que por tu intercesión se realice…mucho te ruego, hijo mío el menor, que vayas mañana a ver al obispo”…

Y agregó lo siguiente:

…“¿No estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa? Que ninguna otra cosa te aflija, te perturbe”…

Cuando los españoles llegaron a América, ya veneraban a la Virgen María bajo la advocación de Guadalupe, originaria del monasterio homónimo en Cáceres, España, en la comunidad de Extremadura…la tierra de Cortés y la mayoría de sus capitanes. La Virgen era protectora de navegantes y su estandarte llegó al nuevo continente de manos de aquellos hombres intrépidos. En tierras mexicanas, los frailes y el clero promovieron su devoción.

Pero el cerro del Tepeyac, justo al norte del lago de Texcoco, ya tenía su propia historia. Ahí los mexicas rendían culto a Tonantzin, “nuestra madre venerada”, la madre de los dioses aztecas, asociada a Quetzalcóatl y a Cihuacóatl, diosa de la tierra, la fertilidad y la vida. Era un sitio sagrado, cargado de significado para los indígenas quienes acudían en peregrinación mucho antes de la llegada de los españoles.

El culto guadalupano en México puede entenderse como el producto de una fusión entre lo hispano-católico y lo prehispánico. La Virgen de Guadalupe mexicana no es idéntica a su homónima española, ni tampoco a la diosa mexica. Su advocación es completamente mestiza, proclamada como patrona de México por el Papa Benedicto XIV en 1754. La Virgen de Guadalupe se convirtió así en el símbolo de identidad de todo el pueblo mexicano, y ha sido venerada desde entonces por todos los que nos precedieron.

La Virgen de Guadalupe permanece como el reflejo más fiel del alma nacional: una madre que abraza a todos, producto de un sincretismo que no borra las raíces, sino que las celebra cada diciembre, entre flores, canto y esperanza renovada. Es la madre que recibe el llanto de los que sufren, de los que buscan consuelo, de los que se sienten perdidos, sin propósito ni ilusiones. Es la madre que consuela a un pueblo recordándole con aquellas palabras: “¿No estoy aquí yo que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo?”.

Este 12 de diciembre, decenas de millones de mexicanos cantarán “Las Mañanitas” a la Virgen de Guadalupe, y lo harán con fervor. Porque la Guadalupana no es solo un ícono religioso; es el corazón palpitante de la identidad mexicana, una historia tejida entre milagros, conquistas, resistencia, y el profundo amor redentor de una madre universal, con rasgos indígenas, que habló en náhuatl, y que hoy día es fuente de consuelo para todo aquel que la busca.

Referencias:

Valeriano, Antonio. Nican Mopohua. 1556.

Villalpando, José Manuel. La Virgen de Guadalupe, una biografía. Ed. Planeta. 2004.

Von Wobeser, Gisela. Orígenes del culto de nuestra señora de Guadalupe 1521-1688. Ed. Fondo de Cultura Económica. 2020.

 


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