Filosofía Parte III – La Epistemología.

 

Epistemología. Ciencia y Conocimiento.

Al igual que en el ensayo anterior, invito respetuosamente al lector a que lea primero los dos textos previos de la misma serie (Epistemología y Ontología). Y lo hago porque este proyecto está concebido de manera secuencial, en la que cada texto nuevo se construye sobre los anteriores, haciendo de esta serie un proyecto pedagógico para acercar la Filosofía al público en general. Dicho lo anterior, comenzamos.

 

La Pregunta Epistemológica. ¿Qué es lo que sé?

Invito al lector a realizar un ejercicio mental intentando responder las siguientes preguntas:

¿qué es lo que yo sé?

¿cómo sé que lo que sé, es conocimiento válido?

¿qué certeza tengo de saber lo que creo saber?

El lector / lectora puede tomarse algunos minutos para reflexionar sobre estas preguntas. No son preguntas capciosas y no hay respuestas erróneas, solo estamos aproximándonos a uno de los temas más fascinantes de la Filosofía y de la ciencia actual. De hecho, comenzamos a hacer epistemología desde el inicio de esta serie, cuando hablamos de Metafísica y Ontología. Y esto lo comprenderá el lector (es mi más grande propósito) conforme vayamos avanzando en este ensayo.

Probablemente el lector tuvo reflexiones parecidas a las que se enuncian a continuación:

  • Se lo que se porque lo he aprendido: mediante estudios, práctica, trabajo, educación informal, la escuela de la vida, por los errores que he cometido.
  • Poseo conocimientos de ciencias, tecnología, medicina, administración, abogacía, finanzas, humanidades, idiomas, lenguajes de programación, etcétera, etcétera.
  • Se hacer cosas como: carpintería, albañilería, programación, ebanistería, campañas publicitarias, jugar un deporte, mercadotécnica digital, etcétera, etcétera.
  • Lo que se es conocimiento válido y lo sé porque lo aprendí de mis errores, o en la escuela, o porque lo he llevado a la práctica y ha funcionado, o porque lo he podido comprobar científicamente, o por los golpes de la vida.
  • Tengo un buen nivel de certeza de algunos conocimientos que tengo y de otros quizá no tanto.

¿Sonó familiar alguna de estas reflexiones, o quizá todas? ¿faltó enumerar más ejemplos?

Todas y cada una de estas respuestas y otras más del mismo estilo que el lector pudo haber tenido, son correctas hasta cierto punto. Tienen un grado de certeza, y otras probablemente no. Y de esto trata la Epistemología.

Es una ciencia antigua que desde los griegos, ha intentado enseñarnos que es el conocimiento, y que NO es. Nos ha enseñado los requisitos que debe cumplir un conocimiento para ser tomado como tal. Y también nos ha enseñado los caminos que es mejor evitar para no caer en conclusiones y conocimientos falsos.

 

Los actores principales del proceso de adquisición de conocimiento.

Adquirir un conocimiento nuevo, sea cual sea, requiere de un proceso. Este se da en forma natural en el ser humano, pero debe ser afinado mediante la educación (formal o informal):

El sujeto cognoscente: es la persona que está en disposición de adquirir un nuevo conocimiento. Es el elemento que aprehende algo nuevo de la realidad.

El objeto por conocer: es el objeto de estudio del sujeto cognoscente. Es lo que se va a aprender. Esto puede ser cualquier cosa que se encuentre en la realidad, objetiva o subjetiva. Desde números, historias, leyes, ciencia, humanidades, tecnología, hasta fenómenos atmosféricos, cosmológicos y de la naturaleza en general. Es todo aquello que un individuo está en disposición de aprender.

El conocimiento se produce en el cognoscente (la persona) cuando una representación mental exacta del objeto se instala en la mente del cognoscente. Ni más, ni menos. Expresémoslo de otra manera:

El conocimiento ocurre cuando el cognoscente aprehende (se apropia) del objeto y genera una representación mental exacta (del objeto) y esta se acomoda en la mente del cognoscente.

¿Y cómo ocurre este proceso?

Elementos básicos de Aprendizaje (Proceso de aprehensión del Cognoscente).

Atención.

El primer elemento en todo proceso de aprendizaje es la atención. Esto es, el acto de alinear las capacidades de captación sensorial de una persona hacia un objeto determinado con la intención de aprehenderlo (tomar posesión de) mentalmente. La captación sensorial se lleva a cabo a través de todos nuestros sentidos: vista, oído, olfato, gusto y tacto.

Este proceso de atención sirve para obtener y organizar la información detectada por cada uno de nuestros sentidos. Nos permite reaccionar o responder a una situación que experimentamos de una manera intencionada y conforma la base fundamental para los aprendizajes instrumentales y las conductas sociales.

Por eso decimos que si no ponemos atención no hay modo de que aprendamos algo. Porque todo lo que está fuera de nosotros, listo para ser aprendido (el objeto), solo puede ser introducido en nuestra mente a través de los sentidos.

Percepción.

El segundo elemento del proceso de aprendizaje es la percepción. Este ocurre dentro del cerebro, y consiste en interpretar todo lo recibido a través de los sentidos. En dicha interpretación se involucran simultáneamente las creencias, paradigmas, valores, experiencias, educación y la cosmovisión del mundo. Es decir, la nueva información recibida es procesada a la luz de todo lo que somos y después es interpretada para darle un nuevo sentido y decidir, entre otras cosas, si se acepta o se rechaza. Cabe mencionar que los sentimientos y el estado anímico del sujeto juegan también un papel fundamental durante el proceso de interpretación.

Veamos un ejemplo para explicar estos dos procesos:

Se encuentran dos amigos viendo un partido de futbol. Es un clásico entre dos de los equipos más importantes del balompié mexicano: las águilas del américa y el cruz azul. Uno de ellos es americanista y el otro azul de hueso colorado. Están cero a cero, los amigos se divierten y bromean; no hay bebidas alcohólicas por lo que están en “su sano juicio”. Y de pronto, la voz del comentarista sube de tono e intensidad: el delantero de las águilas recibe una falta dentro del área chica del cruz azul, y el árbitro marca penal.

Gritos de alegría de uno y abucheos e insultos de parte de otro. Hay discusión sana y reclamos entre los amigos, pero ambos se ponen en estado de alerta máxima cuando el televisor repite en cámara lenta la jugada.

En ese momento, ambos amigos se concentran al máximo, alinean toda su capacidad sensorial visual y auditiva hacia el momento en que los jugadores chocan dentro del área. Aquí tenemos el primer elemento en acción: la atención.

No hay nada que distraiga en ese momento a los amigos, todos sus recursos sensoriales (la vista en primer lugar) están alineados a la televisión. (este es por cierto el sueño hecho realidad de cualquier maestro de secundaria o preparatoria).

Después de unos segundos, el americanista afirma: si fue penal. Y el del cruz azul responde: no lo fue, una vez más el árbitro jugando a favor del américa.

Lo que ocurrió en esos segundos dentro de la mente de ambos amigos fue lo que llamamos percepción. Durante esos instantes ocurrió un proceso de interpretación de la jugada y esto se hizo a la luz de todo lo que cada uno de ellos es, sus pensamientos, experiencias, memorias y sentimientos. Ambos están seguros de lo que vieron e incluso se animan a ver de nuevo la repetición de la jugada, y confirman sus posturas.

Hemos presenciado un proceso de atención y percepción del mismo fenómeno, pero con resultados distintos. ¿por qué? La respuesta está en los elementos que entran en juego durante la percepción (memorias, pensamientos, experiencias, sentimientos y emociones del momento).

Y así, ante un mismo fenómeno, tenemos dos interpretaciones distintas. Y esta es una de las razones por las que la epistemología es tan fascinante y a la vez importante para el ser humano.

Podríamos agregar un tercer amigo, imparcial, no le va a ningún equipo, conoce las reglas del juego, y al observar detenidamente la jugada (ignorando las voces de los amigos y de los comentaristas tendenciosos) afirmará: ¡no fue penal!

Y esto nos demostrará nuevamente lo que ocurre durante la percepción: una persona que evalúa lo que los sentidos le dicen sin tener un sesgo (memorias y sentimientos) hacia ninguno de los equipos.

Quizá el lector este pensando: ¿entonces me estás diciendo que un americanista o un azul no pueden ser imparciales? La respuesta obviamente es no. Las personas poseemos el poder de poner nuestras memorias, sentimientos y emociones bajo el control de la evidencia objetiva, y esto es también objeto de estudio de la Filosofía, y lo abordaré en otro artículo.

Memoria.

El tercer elemento del proceso básico del aprendizaje es la memoria. Después de haber interpretado la información (percepción), estamos listos para guardarla en nuestra memoria. Este es un proceso de acomodación y almacenamiento de la nueva información en la red neuronal. Mediante un complejo sistema, nuestro cerebro crea o extiende las memorias en la red, dando acomodo a la nueva información ya procesada.

 

EPÍSTEME / DOXA.

Teniendo como marco conceptual el ejemplo anterior, podemos explorar dos términos que fueron desarrollados en la Grecia clásica y que fueron analizados y desarrollados por filósofos como Platón, Aristóteles y muchos más a lo largo de la historia.

Para los griegos, el conocimiento podía verse desde dos ángulos: desde una postura doxológica y desde otra epistemológica.

Tal como lo esbozamos al inicio de este ensayo, justo cuando reflexionábamos acerca de la naturaleza del conocimiento y la certeza que tenemos de que lo que sabemos es verdadero, los griegos distinguían un tipo de conocimiento que era producto de varias fuentes: las creencias, las opiniones, los sentimientos, lo aprendido “al vuelo”, y en general lo que la gente dice o cree. A este conocimiento le llamaban Doxa. Su origen etimológico es: opinión.

La Doxa era entonces todo aquel conocimiento que se tenía sobre algo sin haber probado o demostrado su validez con evidencias empíricas. Es el tipo de conocimiento con el que la gente se mueve en el mundo, creencias, idiosincrasias, mitos y demás caen dentro de esta categoría. Este tipo de conocimiento perdura en nuestros días. Incluso, a la luz de las evidencias del día a día, de lo que se publica en las redes y lo que se debate en el mundo, puedo afirmar sin error que la Doxa es lo que abunda en la psique colectiva actual. Sabemos muchas cosas, pero no todo es cierto. Tenemos convicciones que nos han acompañado desde siempre, pero nunca las hemos puesto a prueba, la prueba de la validez a la luz de evidencias.

Debo aclarar que este tipo de conocimiento no era necesariamente mal visto por los filósofos griegos. Lo consideraban un fenómeno humano que servía para lubricar la comunicación y la convivencia social. Hoy día sin embargo, la Doxa se ha apropiado de fuentes de conocimiento que llegan a nuestra juventud sin ser cuestionado.

Ante todo lo anterior, los filósofos griegos proponían otro tipo de conocimiento: la Episteme.

Episteme significa conocimiento, esa es su raíz etimológica. Y es todo el conocimiento que se adquiere por medio de la investigación. Es el conocimiento que antes de ser plenamente aceptado, debe someterse al escrutinio de la verificación, de las evidencias. Y solo entonces puede ser considerado conocimiento, válido y verdadero.

Este era el tipo de conocimiento al que aspiraban los antiguos griegos y es el mismo al que siguen aspirando todas las personas que buscan la verdad. Llámese científicos de cualquier rama, o filósofos, psicólogos, antropólogos, ingenieros y demás. Solo la episteme puede ser considerada como conocimiento digno de valor y de esfuerzo.

Entonces, si nos planteamos de nuevo las preguntas que hice al inicio de este ensayo:

¿qué es lo que yo sé?

¿cómo sé que lo que sé, es conocimiento válido?

¿qué certeza tengo de saber lo que creo saber?

Podemos responder con cierta soltura, en base a lo revisado:

Lo que yo se es un conjunto de conocimientos adquiridos por educación formal, informal y a través de la experiencia. También poseo conocimientos (saberes, creencias, mitos) proporcionados por la cultura a la que pertenezco. Y se que algunos de mis conocimientos son validos porque proceden de la ciencia empírica, mientras que otros son conocimientos producto de la intuición, reflexiones y pueden tener o no una validez empírica, y aún así son importantes para la existencia dentro de la sociedad a la que pertenezco.

Para finalizar este ensayo, mencionaré brevemente dos de las actitudes filosóficas más famosas de la antigua Grecia. Son tan importantes que siguen resonando en el pensamiento colectivo y siguen ayudándonos a definir nuestro camino de búsqueda del conocimiento.


Conócete a ti mismo.

En Grecia, al noroeste de Atenas y cerca del golfo de Corinto, existe un lugar en ruinas que en la antigüedad fue un lugar de mucho esplendor al que llegaban personas de todo el mundo civilizado conocido. Desde reyes, potentados y comerciantes hasta gente común de todos los pueblos, peregrinaban hacia este lugar. Su nombre: Delfos.

Delfos fue un importante centro cultural y religioso de la antigua Grecia, y era el lugar donde se ubicaba el famoso oráculo de Apolo, dios de la luz, la música y la profecía. El oráculo era consultado por todo tipo de personas que buscaban orientación sobre el futuro. Los reyes y generales lo consultaban para saber si convenía iniciar una guerra o un viaje largo por el mar, los artistas lo consultaban para obtener inspiración, las personas comunes lo consultaban para prácticamente todo tipo de indagaciones, desde las personales hasta las comerciales. Había una sacerdotisa principal denominada Pitia, quien bajo el efecto de un trance espiritual consultaba al dios Apolo y este le respondía. Posteriormente la Pitia entregaba los mensajes a otros sacerdotes que eran los encargados de traducir el mensaje para quien lo había solicitado.


Ruinas del oráculo de Apolo, en Delfos.


En la entrada a dicho oráculo, se podía leer una inscripción que decía: CONÓCETE A TI MISMO.

Este era, según el oráculo, el conocimiento más elevado al que podía aspirar cualquier persona. Por encima de cualquier otro conocimiento, el conocimiento de uno mismo en todos los niveles era por mucho, el más importante. Y se encontraba justo a la vista de todos los que entraban al oráculo en busca de conocimientos de otra índole.

Esta inscripción define claramente uno de los caminos más relevantes de la Epistemología que hoy estudiamos. Porque siendo importante el estudio de la realidad, la existencia y el mundo en el que nos movemos, no hay nada que sea más gratificante y redituable que aprender a conocerse a sí mismo. Porque esto nos lleva a ser conscientes de nuestras fortalezas y debilidades, de nuestros valores, motivos y emociones. Al hacerlo de manera frecuente, aprendemos a conocernos a profundidad y tomamos mejores decisiones en nuestras vidas y en las que afectan a los demás. Nos permite establecer metas de vida realistas. Todo esto requiere hábitos de reflexión y autoobservación.

Conocernos a nosotros mismos es la base filosófica de ciencias tales como la neurociencia por mencionar una, gracias a la cual, por ejemplo, hoy sabemos como aprende nuestro cerebro y por lo cual estamos en condiciones de diseñar mejores sistemas de enseñanza y aprendizaje. Las posibilidades de esta rama filosófica son ilimitadas.

 

Yo solo se que no se nada.

Y finalmente llegamos a la frase de frases en epistemología filosófica. Esta frase se le adjudica al gran filósofo Sócrates y ha perdurado hasta nuestros días. La podemos escuchar con fuerza aún en el imaginario colectivo, incluso en contextos totalmente alejados de la filosofía o de la ciencia.

¿Qué significa exactamente?

Esta frase encierra dos cosas: una convicción y una actitud de vida.

La convicción de que no hay mayor ignorancia que la que se ignora, porque al no saber que ignoramos entonces inhibimos nuestra búsqueda de conocimiento. También significa que mientras más sabemos, más comprendemos nuestra ignorancia. Y después de desarrollar esta convicción, pasamos a la acción. Y la acción se manifiesta por medio de una actitud.

La actitud de vida que nos posiciona en una búsqueda constante de conocimiento; la cual se convierte en un estilo de vida: vivir para aprender.

Esta es la actitud que Sócrates le enseño a sus alumnos y que gracias a uno de ellos (Platón) iluminó el pensamiento de la humanidad por dos mil quinientos años, y que hoy en día sigue siendo la llama que ilumina nuestras motivaciones para buscar ser cada vez mejores personas a través del conocimiento.

Personajes como Elon Musk que viven convencidos de que la humanidad debe seguir evolucionando para bien, sea en este planeta o en otro. Así de potente es esta ciencia llamada Filosofía.

La Epistemología como bien podemos ver, es una de las ciencias antiguas que más relevancia tienen hoy día. Su base y sus fines siguen siendo tan frescos y poderosos como lo fueron en tiempos antiguos. Si el lector ha podido entender esto, ese será mi mayor pago como creador de este ensayo.

En nuestra próxima entrega abordaremos el estudio de otra rama de la filosofía: la Lógica (o el arte del buen pensar).


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