Pedagogía del siglo 21 – Competencias.

 

Competencias Docentes

El concepto de competencia es tan antiguo como la humanidad misma. La palabra es de creación reciente, pero la esencia de lo que implica ha estado con la humanidad desde que esta emergió en el proceso evolutivo. La arqueología nos describe ya a un homo habilis, capaz de crear herramientas y utensilios con sus propias manos para lograr la supervivencia en un entorno generalmente hostil.

Prender fuego, recolectar frutos, cazar animales, diseñar y crear trampas, protegerse de las inclemencias climáticas, curarse con las hierbas de la tierra, por mencionar algunas, son habilidades que se desarrollaron a lo largo de cientos de miles de años mediante la observación y la ejecución. Los conocimientos se transmitían por medio de narraciones orales. Todo esto en conjunto, eran las competencias básicas de cualquier habitante del paleolítico.

Épocas posteriores hicieron necesarias nuevas habilidades y conocimientos, por lo que estos fueron mejorados o bien reemplazados. Lo que tenemos es entonces un conjunto de conocimientos, habilidades, actitudes y valores de orden netamente prácticos, con una función de supervivencia colaborativa que harían emerger a las poderosas civilizaciones del fértil creciente (Mesopotamia, Siria), Egipto y las civilizaciones del mar egeo (Micenas, Creta) entre otras más hacia el tercer milenio AC.

¿Qué podemos rescatar de todo esto ante el planteamiento de Competencias docentes del siglo 21? En primer lugar, que no estamos ante un fenómeno nuevo. Que las competencias, entendidas como el conjunto integrado de conocimientos, habilidades, destrezas, actitudes y valores, son algo que están en nuestro bagaje cultural, y a través de él, se transmite a las siguientes generaciones.

¿Por qué entonces, se habla tanto de ellas? ¿Por qué se ha escrito tanto y se han realizado proyectos de investigación, debates, seminarios y demás?

Las causas son variadas, pero podemos mencionar una como inicio: porque vivimos en tiempos sin precedentes para la humanidad. Vivimos en una época en donde la generación del conocimiento ocurre a pasos agigantados, con un desarrollo tecnológico nunca antes visto, y las personas hemos sido superadas en nuestra capacidad de comprensión del mundo de hoy.

Porque hoy conocemos las implicaciones de la emocionalidad en los procesos formativos; porque sabemos que los contextos socio culturales importan y mucho al momento de realizar la función docente. Porque las expectativas de los estudiantes han dado un giro inesperado y han tomado por sorpresa al mundo académico. Porque hoy más que nunca, el consumismo, el relativismo y la apatía se han apoderado de las masas y son estas las que dictaminan las nuevas cosmovisiones de las personas.

 Y los docentes, ¿acaso somos simples espectadores de todo lo anterior? De ninguna manera, los docentes somos parte de ese engranaje. Jugamos con él, y nos sentimos cómodos con la corriente. No todos, y no siempre, pero somos parte del sistema de cosas.

Si la educación es el único camino para transformar el mundo y los docentes somos parte del orden establecido, entonces, ¿Qué se puede hacer para dar el salto y salir de la corriente?

Uno de los principales caminos es: Liderazgo en la docencia. Y de esto hablaremos en el siguiente apartado.


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