¿Somos Diamantes? Una reflexión sobre un pasaje bíblico muy conocido…y muy mal entendido.

 

¿Qué clase de Diamante somos?


Diamantes y Seres humanos no tenemos nada en común. Al menos en apariencia.

Sin embargo, este objeto tan preciado y valorado por el mundo desde la antigüedad, ha sido un referente simbólico para representar la perfección en su máxima expresión. Un diamante es belleza pura: simetría, cortes finos, reflexión y refracción de la luz. Es también un símbolo de grandeza y poder. Y es también la manifestación del trabajo artístico del ser humano; porque los diamantes no se dan tal cual en la naturaleza.

Los diamantes son un tipo de carbono puro sometidos a altas temperaturas y presión en las profundidades de la tierra, durante millones de años. Y de este modo adquieren dureza, y propiedades ópticas y térmicas que los hacen valiosos para múltiples aplicaciones.

Tenemos entonces un producto único, con propiedades físicas insuperables, y con el potencial de convertirse en bellas gemas mediante el trabajo meticuloso de joyeros artesanos.

Y es aquí donde podemos esbozar una similitud subjetiva con los seres humanos. El hombre, al igual que los diamantes, posee cualidades únicas en la naturaleza, diferentes y superiores al resto de la creación. Pero estas deben “pulirse” para que alcancen su máxima belleza y potencial.

Y es aquí donde nuestra historia toma un rumbo diferente: el ser humano posee una cualidad adicional y superior, que lo hace diferente de cualquier otra entidad que habite el planeta:

“está hecho a imagen y semejanza de Dios”

Al menos así nos lo cuenta la Biblia.

En el libro de Génesis, primer libro del Antiguo Testamento, leemos el siguiente pasaje:

”Dijo Dios [hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Que tenga autoridad sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo, sobre los animales del campo, las fieras salvajes y los reptiles que se arrastran por el suelo]” Génesis 1:26. (Biblia Latinoamericana)

E inmediatamente volvemos a leer:

“Y creó Dios al hombre a su imagen… A imagen de Dios lo creó. Macho y hembra los creó” Génesis 1:27 (Biblia Latinoamericana).

 

Este es un pasaje profundamente revelador. Ha iluminado el corazón de personas a lo largo de tres mil años, y aún hoy en día, para el hombre y la mujer de fe, Judío o Cristiano, este pasaje continúa revelándonos la esencia de lo que verdaderamente somos.

Pero también ha sido fuente de confusión y disputas por interpretaciones erróneas.

El mundo occidental actual, pagano y relativista, lo rechaza e incluso propone interpretaciones que apuntan al endiosamiento del hombre: si somos hechos a imagen y semejanza de Dios, dicen, entonces somos Dioses, almas inmortales que deambulan en el devenir infinito del tiempo-espacio, y que de vez en cuando encarnan en pesados cuerpos orgánicos con la única intención de pulirse y seguir creciendo en el cosmos. El hombre está destinado a manifestar de una vez por todas su verdadera naturaleza: Divina e inmortal. Y alcanzar su verdadera misión: integrarse al cosmos y ser parte de él, en un todo que se perpetúa en la eternidad.

Esta es en términos generales la narrativa que impera en la espiritualidad moderna. Algunas iglesias comulgan teológicamente con estos principios.

 

Pero… ¿Qué quiso decir el escritor original cuanto escribió estos pasajes en el texto bíblico? ¿A qué tipo de imagen y semejanza se refería? ¿Somos realmente hechos a imagen y semejanza de Dios? Y si la respuesta es sí, ¿de qué manera lo somos? ¿somos Dioses?

Para abordar estas preguntas, en esta ocasión apelaré a uno de los teólogos judíos más brillantes de la historia. Considerado el filósofo más grande de la Edad Media; su obra, tanto filosófica como teológica, tuvo una gran influencia en el mundo mediterráneo en donde convivían las tres grandes religiones monoteístas (Judaísmo, Cristianismo y el Islam). Me estoy refiriendo a Moisés ben Maimón, también conocido como Maimónides.

Maimónides nació en la ciudad de Córdoba (España) en 1135 y murió en El Cairo en 1204. En su época de madurez escribió un libro encaminado a establecer las bases para una relación sana entre fe y razón. El libro se llamó: Guía de los Perplejos.

En este libro (obra monumental para ser más justos), Maimónides explora una amplia serie de temas relacionados, entre otras cosas, con el análisis y la comprensión correcta de pasajes bíblicos a la luz de la semántica original de la lengua hebrea. Página tras página, va explorando los significados originales de palabras y frases que han causado confusión y perplejidad en los lectores.

Y lo hace con la intención de ofrecer al mundo no judío una herramienta de lectura e interpretación correcta, basada en la gramática y la racionalidad. De este modo, podemos comprender lo que el escritor original quiso decir, y lo que los antiguos hebreos entendían cuando leían estos pasajes.

¿Por qué recurrir a Maimónides? Primeramente porque es una fuente más de todas las que disponemos. Segundo, no olvidemos que el “Antiguo Testamento” es un conjunto de libros escritos originalmente en lengua hebrea, por escritores hebreos, y destinado en primera instancia para el pueblo hebreo. Entonces, dicho en un modo llano, si hay alguien que entiende estos textos en su escritura original son los hebreos, hoy llamados judíos. Y Maimónides fue una de las mentes más brillantes que ha dado el judaísmo en sus tres mil años de historia.

Y así entramos directamente al tema que nos atañe en este artículo:

“hechos a imagen y semejanza de Dios”

 

Las palabras hebreas TSÉLEM (imagen) y DMUT (semejanza).

 

En el texto original hebreo se leen estas dos palabra de la siguiente manera:

“Hagamos un hombre a nuestra imagen [tsélem], según nuestra semejanza [dmut]”.

 

Iniciaremos el análisis con la primera palabra: tsélem, y dejaré que nuestro maestro invitado nos hable al respecto:

…”hubo quienes pensaron que tsélem en lengua hebraica significa la figura de una cosa y sus lineamientos y esto condujo a la corporeización de Dios. Creían, por consiguiente, que Dios tiene la forma de un hombre, es decir, su figura y lineamientos… pensando que si no lo creían así, estarían negando el texto y hasta la existencia de Dios”…

Y aquí viene la primera aclaración al respecto. Si el escritor del Génesis hubiera querido referirse al hombre como hecho a imagen de Dios en el sentido literal (figura y forma) entonces nunca hubiera utilizado la palabra tsélem. Para referirse a imagen en sentido literal, el hebreo dispone de otra palabra: TÓAR.

Seguimos leyendo a Maimónides:

…”la palabra TSÉLEM se aplica a la FORMA NATURAL, es decir, a lo que constituye la sustancia de la cosa, por lo que viene a ser lo que es y lo que forma su realidad, en tanto que es tal ser. En el hombre este algo es de donde viene la COMPRENSIÓN HUMANA, y a causa de esta comprensión intelectual se ha dicho de el: < a la imagen de Dios lo creó >”…

Impecable por su concisión y claridad. Más claro ni el agua. La imagen de Dios a la que se refiere el Génesis es al INTELECTO propio del ser humano. Hagamos un hombre a nuestra imagen implica decir: hagamos un hombre con capacidad intelectual suficiente para escuchar la voz de nuestro llamado, para maravillarse de la creación, para buscar conocer los secretos del mundo, para liderar la creación, y sobre todo, un hombre capacitado intelectualmente para buscar, reconocer y amar a su creador. Esa es la cualidad (TSÉLEM) que Dios regaló al hombre cuando lo creo. Fue por esta cualidad que Adán y Eva podían escuchar la voz de Dios y dialogar incluso con él. Esto es lo que el texto intenta decirnos, según Maimónides.

 

Continuamos el análisis con la segunda palabra: dmut, y dejaré nuevamente que el maestro Maimónides nos hable al respecto:

“Dmut indica igualmente una semejanza por relación con alguna idea determinada y no por relación con la figura ni las líneas”…

La palabra Dmut hace referencia a una semejanza con relación a cualidades compartidas, no a formas visibles. Se utiliza mucho a lo largo del Antiguo Testamento. Veamos unos ejemplos para entenderlo mejor:

…”me parezco al pelícano del desierto”… Salmo 102:7. Biblia Latinoamericana.

El lector puede tomar su Biblia, la católica denominada Latinoamericana, y leer este salmo desde el inicio hasta llegar al versículo 7. El texto habla de un hombre que está profundamente afligido y cuyo corazón se seca. Y así llega al versículo en cuestión y dice “me parezco [DMUT] al pelícano del desierto”. Con esto no estaba diciendo que el hombre tenga alas, plumas y pico; lo que está diciendo es que la tristeza de uno (del hombre) se parece a la tristeza del otro (el pelícano). El salmista considera que el pelícano es un ave de aspecto triste y sombrío.

Veamos otro ejemplo:

…”Su veneno es veneno de serpiente”… Salmo 58:5. Biblia Latinoamericana.

Con Biblia en la mano, el lector puede iniciar la lectura de este Salmo hasta llegar al versículo 5. El texto nos habla de los hombres malos y poderosos que cometen injusticas y violencia. Y así llega al versículo en cuestión y dice “su veneno es [DMUT] veneno de serpiente”. Obviamente las personas no segregan veneno de serpiente, pero el salmista lo está utilizando como una figura retórica para decirnos que esos hombres malvados son tan dañinos y mortales como el veneno de serpiente.

De este modo, comprendemos que la Semejanza (Dmut) a la que se refiere el Génesis tiene que ver nuevamente con cualidades intelectuales que Dios regala al hombre.

Y de este modo, intentemos leer nuevamente el texto a la luz de lo que nos acaba de enseñar Maimónides:

”Dijo Dios [hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Que tenga autoridad sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo, sobre los animales del campo, las fieras salvajes y los reptiles que se arrastran por el suelo]” Génesis 1:26. (Biblia Latinoamericana)

Dios hizo al hombre y le confirió ciertas cualidades propias de ÉL (intelecto y espíritu) en un grado tal que le permitiera reconocerse a sí mismo como criatura creada por Dios, con necesidad de estar en contacto (oración) y obediencia (vida recta) hacia ÉL, y con la capacidad suficiente para llevar las riendas de la creación (autoridad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los animales del campo, las fieras salvajes y los reptiles que se arrastran por el suelo).

¿Somo hechos a imagen y semejanza de Dios? Sí, lo somos. Poseemos cualidades intelectuales y espirituales en un nivel adecuado para alcanzar plenitud en la tierra (creación).

¿Poseemos las mismas cualidades intelectuales y espirituales de nuestro creador? No, jamás. nuestro creador es un ser infinito en todos los aspectos, dueño de la realidad en la que nos desenvolvemos. Nosotros en cambio, somos seres finitos, mortales, con la capacidad de conocerlo y amarlo, y por el camino de Jesús, llegar a Él y estar en Él.

¿Somos Dioses? NO.

 

Y es así como llegamos al final de este artículo.

Existe otro pasaje que es también muy controvertido. Es aquel que nos habla de Dioses (politeísmo pagano) en lugar de un solo Dios (monoteísmo judeocristiano) dentro del mismo Génesis:

…”Es que Dios sabe muy bien que el día que coman de él, se les abrirán a ustedes los ojos, entonces ustedes serán como DIOSES y conocerán lo que es bueno y lo que no lo es”… Génesis 3:5.

Este es el pasaje en donde la serpiente está tentando a la mujer (Eva) y ha sido objeto de múltiples interpretaciones y blasfemias.

Maimónides tiene también una explicación para ello, una muy clara y sencilla. Esta la revisaremos en otro artículo.


Comentarios

  1. Es interesante el modo en el que este hombre maimónides relata el modo en el que el padre nos creó eso de los diamantes me lleva a pensar que así como los diamantes tienen que sufrir la presión tan terrible a la que son sometidos cuando son carbón para ser transformados así en un bello diamante me lleva pensar en que nosotros debemos pasar una presión similar a la que pasa el diamante para que podamos al menos comprender un poco lo que fue el sufrimiento y el dolor que pasó Jesús en la cruz del Calvario por amor a nosotros y cuando nosotros somos sometidos a esa presión como dice la escritura el que mucho se le perdona mucho ama y como decía el salmista mejor un día en la casa del señor que mil años fuera de ella para algunos también se podría cumplir este pasaje que dice Bienaventurados los perversos de corazón no solo son prosperados sino que tentaron a Dios y escaparon pero a final de cuentas nuestra maldad se transforma como decía Jesús Nuestro pecado siendo rojo Como el carmesí vendrá a ser blanco como Blanca lana

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