Tío Héctor. Una historia jamás contada.

 

Tío Héctor. A dos años de su partida al reino de los Cielos.


Poza Rica, Veracruz. Calle Perú. Colonia 27 de septiembre. Verano de 1980.


El Perla – ¡Teco, pásale el balón a Oscar! ¡Ya de volada!

Teco titubea, no esta muy seguro. Ziziño tiene mejor ubicación y está desmarcado. El Perla toma con su mano el remanente de paleta de hielo que está saboreando, y aun sin terminar, la arroja con furia al suelo en señal de desesperación.

Teco finalmente me lanza el balón.

Ya lo tengo, ya me estoy perfilando hacia la portería contraria. Gerardo, el portero, me mira horrorizado. La potencia con la que pateo el balón es legendaria en toda la calle. Avanzo un poco más, esquivo a Ezequiel, preparo el remate, agarro ángulo, y chuto.

Y se acabó la diversión.

El balón tomo un camino muy distante de la portería y cayó dentro de la casa del polaco. Casi al instante, un niño se asoma, toma el balón y lo arroja hacia el patio trasero de la misma casa. Y con esa gracia que todos tuvimos cuando éramos infantes, nos mira riendo y nos indica con sus manos que el balón ya era de él.

 

El polaco era un vecino que habitaba la casa de la esquina, justo en la entrada a la calle. Pocos lo habían visto, trabajaba casi todo el día y no hablaba con los vecinos. El apodo venía de un supuesto origen europeo, polaco para ser más preciso. Y en el poco tiempo que llevaba viviendo en la colonia, se había hecho de una reputación de mala persona, intratable, irritable, y con una inclinación natural a ponchar cuanto balón caía en su casa. No había salida, el balón, nuestro balón estaba perdido.

Y más perdido estaba yo.

El balón era de Teco, el hermano menor de Sagrario. Se lo habían regalado apenas un día antes.

Gerardo: Neta Oscar, ya valió. Ese señor no te lo va a regresar, es más, ni se te ocurra pedírselo.

Yo: ¿Qué pasa si se lo pido?

Ezequiel: Dicen que el otro día salió con un cuchillo y poncho un balón.

Yo: ¿Tu lo viste? ¿Quién vio eso?

Ezequiel: No, yo no. Pero dicen …

El Perla: Ira Oscar, mejor dile a tu papá que te compre uno y se lo das a Teco. Con el polaco ni te metas.

Ya no dije nada. Le pedí a Teco que me diera unos dos o tres días para reponérselo. El asintió resignadamente.

“¿Comprar un balón nuevo? Ni de broma le digo a mi papá, y menos a mi mamá. Me van a regañar y tal vez mi papá venga a reclamar al polaco. No, eso no va a pasar. ¿de donde voy a sacar dinero para comprar ese balón? ¿y si me pongo a trabajar? Pero ¿en qué? … ¿y si pido prestado? Bah quien le va a prestar a un chavo de 12 años. Puta madre ¿qué hago?”

Esa noche no dormí. Al día siguiente, la misma pregunta me acompaño en cada una de mis clases en la ESBO. Durante el trayecto de regreso a casa, mientras platicaba con algunos compañeros, me llegó la solución de golpe. Y vi la luz:

“¡Claro! ¿cómo no se me había ocurrido? ¡Mi tío Héctor es la solución! Él tiene un montón de amigos: Rubén, apodado el pariente; el otro Rubén, apodado el chaparro; el cabubis, los Guerrero de la colonia 5 de mayo, grandes amigos de él. Y algunos de ellos muy buenos para los trancazos. Ellos me ayudarán, lo se. No me dejarán solo, lo se. Solo tengo que pedírselos y vendrán a ponerle una madriza al polaco, lo se. Seeee.”

¡No podía experimentar más felicidad! Fantasear con la golpiza y el balón nuevamente en mis manos, fue algo que me mantuvo efervescente durante el resto del trayecto. Solo había un problema: como se lo iba a plantear a mi tío Héctor.

La conversación, como yo la recuerdo, fue más o menos así:

 

YO: ¿Cómo está Tío?

Tío Héctor: Estoy bien hijo, ¿y tú? - me respondió con una gran sonrisa.

YO: Bien también.

Tío Héctor: ¿qué dice el campeón? – preguntó alegremente.

El campeón era el apodo de mi padre. En esa época mis papas estaban separados, nosotros (mi hermana, mi mamá y yo) vivíamos con mi abuelita, en la misma casa de mi tío Héctor.

YO: Está bien, lo vi antier. Le mandó saludos por cierto.

Tío Héctor: ¡Gracias, hijo¡ Salúdalo también de parte mía y dile que se de una vuelta por acá cuando quiera.

YO: Claro que sí tío, yo le paso su mensaje. Quiero comentarle algo, a ver que opina usted. Creo que tengo un problema.

Mi tío se acomodó lo mejor que pudo en su cama y mirándome fijamente dijo: adelante hijo, te escucho.

Le conté lo sucedido y le hice ver el dilema en el que me encontraba. Me escuchó atentamente, casi sin parpadear y sin interrumpirme. Solo movía lentamente su cabeza en señal de que estaba entendiendo todo lo que yo decía.

Al terminar yo de hablar, me respondió:

Tío Héctor: ¿Y no has buscado al polaco?

YO: ¿Cómo? No, para nada - respondí perplejo.

Tío Héctor: ¿Entonces, no has intentado hablar con él?

Respondí que no, y después le conté todo lo que se decía del polaco. Todo lo malo obviamente.

Tío Héctor: Pero esas son solo historias y no sabemos si son ciertas. Algo habrá de verdad, no lo niego. Pero siguen siendo historias, chismes, calumnias algunas de ellas. Lo mejor que podemos hacer en estos casos hijo, es afrontar las cosas como vienen. No dejarnos intimidar por todo lo que nos cuentan, e intentar resolver el problema de la mejor manera posible.

Yo medio entendía lo que me decía, pero no sabía a donde quería llegar. Y repliqué:

YO: ¿Entonces que me sugiere usted que haga tío?

Tío Héctor: Búscalo. Pide hablar con él, y de manera educada y atenta cuéntale lo que paso. Ofrécele una disculpa por las molestias causadas, y pídele que por favor te devuelva el balón.

Incrédulo y casi balbuceando, le respondí:

YO: ¿Y si me dice que no y se enoja conmigo?

Tío Héctor: Bueno hijo, pues tu habrás hecho lo que es correcto y ya veremos cómo lo resolvemos.

Las cosas no se estaban dando como yo esperaba, la propuesta de solución no era de mi agrado. Me aterraba la idea de hacer lo que mi tío me proponía. Tenía miedo. Hice un intento de retirada:

YO: mmmm pensándolo bien, yo creo que lo mejor es dejarlo así tío, total, ¿Cuánto puede costar un balón? A mi papá no le sobra el dinero, y me costará una regañada de las buenas, pero es lo mejor que puedo hacer. Si, yo creo que eso es lo que voy a hacer.

El rostro de mi tío cambió. La cara apacible y dulce se transformó en un rostro serio, grave, y sin perder un ápice de su gran calidez humana, me respondió:

Tío Héctor: ¡No hijo! Los problemas se enfrentan, no se huye de ellos. Es normal sentir miedo, todos lo sentimos, pero debemos enfrentarlo. No dejar que nos venza. Y si nos tumba, hay que levantarse y enfrentarlo de nuevo. Al menos inténtalo, hijo.

Salí de la recámara de mi tío más confundido que nunca. Esas palabras tan profundas y sabias que lentamente y a fuego lento marcarían mi vida, en ese momento me ponían en un tremendo problema: hablar con el polaco. De verdad, en ese momento yo hubiera aceptado un regaño de mi padre con singular alegría. Llegué con un problema, y salí con una misión imposible.

Y hablé con el polaco.

Con las piernas temblando, le expliqué lo sucedido, me disculpé por las molestias causadas y le pedí su ayuda para recuperar el famoso balón.

El polaco, para mi sorpresa, me escuchó atentamente. No me reclamó ni me regañó. Me dijo que el no sabía nada del balón y me propuso lo siguiente:

El Polaco: Mira chavo, yo me tengo que ir a trabajar en un rato, tengo turno de noche. Voy a buscar el balón y si lo encuentro, te lo voy a dejar en esta esquina, justo aquí, para que tu mañana lo puedas sacar, sin tener que esperar a que salga alguien a dártelo. De todos modos, le diré a mi esposa para que este enterada. Y no te preocupes, si el balón está en mi patio, entonces lo tendrás de regreso porque es tuyo.

A la mañana siguiente, a las 6am, justo antes de irme a la escuela, fui a ver si el balón estaba en el lugar acordado. Y ahí estaba, justo en la esquina como el dijo. Lo recuperé fácilmente y me percaté de que había un pedazo de papel pegado al balón con una cinta adhesiva. El papel tenía un mensaje, palabras más, palabras menos decía: “eres el primero que pide las cosas amablemente, aquí esta tu balón”.

 

Un día como hoy, hace dos años, mi tío Héctor partió al Reino de los Cielos. Pero su sabiduría, dulzura, valor, temple, y amor entrañables se quedaron con nosotros, con todos los que lo conocimos y lo quisimos. Hoy celebro su vida y todo lo que nos dio y enseño.

¡Un abrazo hasta el Cielo querido Tío Héctor!

Comentarios

  1. Oscar, mejor imposible no pudiste haber descrito al Tío, su sabiduría que le dio la vida muy joven, supera a la del mismo Matusalem.

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  2. Hermoso relato 👏🏻👏🏻👏🏻

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  3. Q hermosa historia primo

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  4. Una gran bendición haber tenido el placer de conocer al tío Hector.
    Platicar con el, cantar con el.
    QEPD.
    Respetuosamente
    Beto.

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  5. Es bonito trascender dentro de la familia. Bello relato y muestra de que debemos sembrar la semilla, siempre habra la buena tierra que la reciba y nos deje ver su fruto; como lo deja ver tu historia.

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  6. Qué hermosa historia Oscar !! La verdad recuerdo a todos ustedes con mucho cariño y respeto. QEPD tu tío Héctor 🙏

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