Feliz día del Padre.
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Feliz día del Padre |
¡La cena ya está servida! – exclamó
mi madre en voz alta mientras esbozaba una amplia sonrisa. El estéreo sonaba a
todo volumen; cadetes de linares, montañeses del álamo y Carlos y José.
Esa noche mi mamá se lució en la
cocina. En la mesa había pierna de cerdo al horno, pavo relleno de vegetales y
frutos secos, bacalao, ensalada verde, espagueti, y tamalitos de frijol de vaina
con pipián. Había ponche, refrescos, aguas de sabor y tequila, mucho tequila.
Pero sin duda lo más importante de
esa noche navideña era la visita. Dos días antes habían llegado de ciudad
Victoria miembros de la familia de mi padre. Esa noche nos acompañaban su madre
(mi abuelita Amalia), y algunos de sus hermanos con sus respectivas parejas e
hijos. La casa estaba a reventar.
Estábamos ya en la sobremesa, conviviendo
alegremente, contando y escuchando historias; la velada iba para largo. Y lo mejor,
mi tío Juan había comunicado sus intenciones de ir a la playa de Tecolutla al
día siguiente. ¡Qué más podía pedir!
Y sonó el timbre de la puerta.
Un año antes, mi padre había sido
contratado por una empresa que proveía herramientas especializadas a PEMEX.
Estas se instalaban en las tuberías de los pozos petroleros y
contribuían a la extracción del petróleo. Su trabajo consistía en proporcionar asesoría
técnica durante la instalación y funcionamiento de dichas herramientas. Eso
implicaba estar presente en las instalaciones de los pozos, sin importar día y
hora.
Y esa noche del 24 de Diciembre, se
solicitaba su presencia en un pozo petrolero ubicado a 2 horas de distancia de
la ciudad.
Después de despachar a los
ingenieros de PEMEX que habían ido a informarle, mi padre entro y sin decir
nada se dirigió a su recamara. Mi madre lo siguió. El resto de la familia
continuó celebrando alegremente.
Pasaron cinco minutos y mi
curiosidad se impuso. Me acerqué lentamente a la recámara, abrí la puerta con discreción, y la escena que vi aun la tengo
tan presente como si hubiera sido ayer.
Mi padre se encontraba parado
frente al ropero, buscando sus botas de trabajo. Se había cambiado ya el pantalón,
ahora traía uno color caqui de tela gruesa y su camisa del mismo color. Después
se sentó en la cama y mientras se ponía las botas, mi madre, parada junto a él,
le decía: Oscar, ¿no te pueden esperar a mañana a primera hora? Aquí esta toda tu familia, vinieron de muy lejos. Casi no los ves, hicieron el sacrificio ¡y tu los vas
a dejar!
Mi padre se limitaba a mover la
cabeza de un lado a otro diciendo que era su responsabilidad, mientras se cercioraba
de que las botas habían quedado bien amarradas. Se levantó, salió de la recámara
con mi madre y yo detrás de él, y en breves palabras explicó a mi abuela y a
sus hermanos la situación.
“Esto es algo que tengo que
hacer, es mi trabajo y para eso me pagan. Trataré de regresar mañana temprano,
pero todo depende de que el equipo quede funcionando correctamente. Esa es la
prioridad. Sigan celebrando, y primeramente Dios, nos veremos pronto”.
Después habló algo con mi mamá, y
antes de salir me dijo “si van mañana a la playa, ten mucho cuidado, obedece
a tus tíos en todo y cuida a tu hermana. Nos vemos pronto hijo. Pásala bien”.
A mi padre no lo vimos hasta el tercer
día. El asunto se complicó en el pozo y se quedó ahí hasta que resolvió el
problema.
La madrugada del 18 de Noviembre
del año 2000, mi padre exhalaba su último aliento. Tenía sesenta y un años.
Todo sucedió muy rápido.
Meses después, mientras acomodaba
su ropa y algunas pertenencias, me encontré con un pequeño y viejo cuadro en
cuyo interior había un texto. El contenido era el siguiente:
Dame ¡Oh, Señor! Un hijo que
sea lo bastante fuerte para saber cuándo es débil y lo bastante valeroso para
enfrentarse consigo mismo cuando sienta miedo; un hijo que sea orgulloso e
inflexible en la derrota honrada y humilde y magnánimo en la Victoria.
Dame un hijo que nunca doble la
espalda cuando deba erguir el pecho; un hijo que sepa conocerte a Ti…y
conocerse a sí mismo, que es la piedra fundamental de todo conocimiento.
Condúcelo, te lo ruego, no por
el camino cómodo y fácil, sino por el camino áspero, aguijoneado por las
dificultades y los retos. Allí, déjale aprender a sostenerse firme en la
tempestad y a sentir compasión por los que fallan.
Dame un hijo cuyo corazón sea
claro, cuyos ideales sean altos; un hijo que se domine a si mismo antes de
pretender dominar a los demás; un hijo que aprenda a reír, pero que también
sepa llorar; un hijo que avance hacia el futuro, pero que nunca olvide el
pasado.
Y después que le hayas dado
todo esto, te suplico, agrégale suficiente sentido del buen humor, de modo que
pueda ser siempre serio, pero que no se tome a sí mismo demasiado en serio.
Dale humildad para que pueda recordar siempre la sencillez de la verdadera
sabiduría, la mansedumbre de la verdadera fuerza.
Entonces, yo su padre, me
atreveré a murmurar:
NO HE VIVIDO EN VANO
Gral. Douglas Mac Arthur.
Al reverso del cuadro se podía
ver la fecha de fabricación: febrero de 1970. Justo un año después de mi
nacimiento. Cargó con el toda una vida y jamás lo supe hasta que falleció.
Esto refleja cabalmente el
carácter de mi padre. Y el texto, lo describe de una manera precisa. Fue un
hombre honrado, responsable y con una profunda devoción hacia el trabajo. Y por
encima de todo esto, fue un hombre dispuesto a darlo todo por sus hijos. El
camino áspero, aguijoneado por las dificultades y los retos fue algo presente
en toda su vida. Creció, vivió, trabajó, amó y se sacrificó por nosotros
siempre bajo la lluvia pertinaz de la tempestad. Pocas veces en su vida tuvo
paz y tranquilidad. Y jamás se rindió.
Este día del padre, lo recuerdo
con orgullo y emoción, y le doy una vez más las gracias por todo. Por la vida,
los consejos, la camaradería, y las enseñanzas de vida con el ejemplo.
Aprovecho también la ocasión para
enviar una felicitación a mis tíos, primos, cuñado, compañeros y amigos
entrañables que asumieron la responsabilidad más grande y poderosa que puede
tener un hombre en la vida: formar una familia y luchar por ella sin cesar.
Por aquellos que bajo la
tempestad de las dificultades, carencias, retos, problemas, frustraciones,
traumas y miedos, asumen valientemente su rol de padres o jefes de familia, y
guían con paciencia y amor el desarrollo de sus retoños.
Y finalmente, por aquellos padres
que se adelantaron en el camino, y por cuya entrega y sacrificio bien podemos
hoy decir, parafraseando al General Douglas Mac Arthur:
¡No Vivieron en Vano!
Que hermoso escrito ❣️
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