A grandes males, grandes soluciones ¡Cosas de Gerentes!

A grandes males...



El reloj marca ya las 10:05pm. Es viernes y todos en la sala de juntas estamos cansados y frustrados por la situación que estamos enfrentando.

En la pantalla gigante, se proyectan gráficas de control estadístico de proceso. Los datos serán modificados por cuarta ocasión desde que inició la reunión, por ahí de las 5:10pm. Al otro lado del altavoz, se encuentran conectados por Microsoft Teams tres de nuestros ingenieros de producto, localizados en la ciudad de Detroit, Michigan. También se encuentran conectados cuatro ingenieros de calidad por parte de nuestro cliente TrustNoOne Inc, localizados en la ciudad de Chicago, IL.

Mientras uno de nuestros ingenieros de casa actualiza los datos en la computadora, el resto de los asistentes permanecemos en silencio. Nadie habla. Solo los datos pueden salvarnos.

De pronto, una alarma de celular suena estruendosamente. Es el teléfono de Jayubin Barakaldo, nuestro Gerente de Planta.

  - Es Mark – dijo en voz baja – debo tomar la llamada.

Mark Herzer era su jefe. Salió de la sala y se encerró en su oficina.

Los nuevos datos están ya listos. Las gráficas muestran una ligera tendencia favorable en la dimensión crítica de la pieza en cuestión; sin embargo, eso no satisface a los ingenieros de TrustNoOne, y comienza la discusión.

Ahora piden que vaya un equipo de personas y graben nuevamente el proceso de producción donde se está produciendo el error. Quieren que se vuelva a ajustar la presión del aparato que inserta la pieza, en el ensamble final.

Llevan horas solicitando el mismo tipo de estudio. Un equipo va a la línea de producción y realiza lo que el cliente solicita, mientras el resto permanecemos en la sala de juntas en silencio, sin decir nada.

Efectivamente, esta dinámica se ha repetido por las últimas 5 horas, sin ningún avance que satisfaga al cliente. Nuestros ingenieros de calidad e ingeniería de manufactura están exhaustos. La inteligencia de la planta, los especialistas en resolución de problemas simplemente ya no tienen recursos para encontrar el origen de la falla en nuestro proceso. El Six-Sigma brilla por su ausencia.

Esta falla llevaba repitiéndose por más de un mes. El cliente había sido paciente. Modificó temporalmente sus dibujos de ingeniería para abrir la tolerancia de aceptación, permitiendo con eso que pudiéramos continuar produciendo y embarcando bajo el amparo de una desviación temporal. Dicha desviación era por un mes y el plazo había terminado.

Durante este tiempo, y haciendo honor a la verdad, el equipo multifuncional había dejado de trabajar en la solución del problema. El mismo gerente de planta había ordenado que se detuvieran las pruebas de validación; su intuición le decía que el cliente no volvería a tocar el tema.

Y aquí estamos, trabajando a marchas forzadas para encontrar una solución.

El cliente ha sido claro, o se encuentra una solución esta misma noche, o escalarán el problema al cliente final (General Motors). Esto tendrá una repercusión comercial de una magnitud que la empresa no podrá soportar.

Mi papel en todo este circo era observar y apoyar con la logística alimenticia…y con la traducción. En momentos de crisis, hablar en una segunda lengua puede convertirse en una pesadilla. También debía proporcionar de rato en rato, porque se les olvidaba constantemente, el alcance de la cobertura que teníamos con el cliente. Inventarios y cobertura con los requerimientos.

 

Veinte minutos después, entró nuevamente Jayubín Barakaldo a la sala. Su rostro estaba desencajado, y se veía pálido. Me pidió que diera un mensaje a los ingenieros de TrustNoOne y así lo hice:

Folks, we are going to have a quick meeting and we will put our phone line in mute for no more than 5 minutes. Please hang in there and we will get back to you right away.

¡Listo ingeniero!

 - Me acaba de hablar Mark Herzer – dijo Jayubín con voz entrecortada – ¡no hay mañana señores! ¡nadie se irá a casa hasta encontrar la solución! Cualquiera que decida irse, ya ni se presente el próximo lunes. Nos vamos a quedar todo el fin de semana de ser necesario. Haremos guardias de tres horas en grupos de dos o tres, hasta que encontremos la solución. ¡Esto es a morir señores!

Justo en ese momento, entro de nuevo una llamada. Era Mark de nuevo, pero esta vez tenía en la línea a Tom Callahan, el presidente del corporativo.

  - Hello Mark and Tom, how are you? – contestó Jayubín. Esta vez ya no se molestó en ir a su oficina.

 - Jayubín, find the root cause of the issue right now – indicó Tom – You have had plenty of time. No excuses my friend. This problem must be fixed right now, not tomorrow, not even in one hour. It must be fixed right now! If you don´t fix it, then tomorrow first thing in the morning, they will want a head. I don´t want it to be mine´s, I don´t want it to be Mark´s…and I don´t want it to be yours. Am I making myself understood?

Jayubín me miró confundido. Le señalé con la mano que dijera que sí.

  - Yes sir, yes. Understood – replicó Jayubín.

Y terminó la llamada.

La clásica petición de un alto ejecutivo. Para quien no está familiarizado y curtido con este tipo de presión, una frase así puede resultar lapidaria e incluso letal en términos de salud.

Jayubín me buscó con la mirada; una mirada que yo conocía muy bien. Agarré papel y pluma y escribí rápidamente en castellano lo que había dicho Tom. Si, había escuchado bien.

Se quedó unos instantes pensativo. Se mordía levemente las comisuras de sus labios. El equipo de ingenieros acababa de regresar con nuevos datos de la línea de producción. Jayubín ya no les puso atención. Levantó la mirada, llenó sus pulmones de aire, y su rostro se iluminó.

La tensión desapareció de su cara, sonrió ligeramente y me observó por unos segundos.

Y entonces comprendí todo.

Conocía muy bien esa mirada. No era nueva para mí. Deseché de inmediato la idea que me había llegado a la mente. ¡No! ¡eso es imposible! ¡no aquí! ¡no en estas circunstancias!

Desafortunadamente, mi intuición era acertada.

  - ¿Abraham y Atenea aún están en la planta? – preguntó.

Ambos estaban en la planta. Nadie se podía ir. Esas habían sido sus instrucciones.

 - Llámenlos. Los quiero a ambos en mi oficina. Tu vienes conmigo – ordenó mientras me veía.

Abraham y Atenea eran dos ingenieros industriales, especialistas en creación y mantenimiento de billetes de materiales en el sistema SAP. Con anterioridad habían sido analizados y “certificados” por Jayubín como facilitadores de estados alterados de conciencia. Un requisito elemental para los procesos de hipnosis, viajes astrales y al pasado. La segunda profesión de Jayubín.

A la mesa se sentaron Abraham, Atenea y Jayubín. Ambos tenían en sus manos una muestra de la pieza que estaba provocando el problema en el ensamble del producto final. Yo me senté en un mueble a unos tres metros de distancia. Veas lo que veas, me dijo Jayubín, por favor no hables ni interrumpas la sesión, obsérvame y aprende lo más que puedas.

Después de cerrar los ojos y realizar unos ejercicios de respiración, Jayubín pidió que pusieran su mente en blanco, que no pensaran en otra cosas más que en la pieza que tenían en sus manos. Después continuó indicándoles que viajaran al pasado, a la fecha de fabricación de la pieza. Cuando Abraham, en estado de trance, dijo que ya estaba en la fecha, le pidió que se desplazara a la fabrica del proveedor que la había construido y que fuera a ver la materia prima con que estaban produciendo.

  - Quiero que te fijes muy bien en la fecha de caducidad de la materia prima – dijo Jayubín - ¿qué fecha observas? Dime la fecha ya.

Abraham titubeo un instantes y Jayubín repitió la instrucción, ahora con más energía.

Abraham movía la pieza en sus manos y emitía ligeros suspiros. No encontraba la etiqueta de caducidad por ningún lado.

Esto se repitió durante varios minutos. Atenea había regresado del viaje y tenía los ojos abiertos. No había sido una buena noche para ella. Permanecía callada, observando a su compañero.

De pronto, Abraham exclamó con fuerza que ya podía ver la fecha de caducidad. Y no solo eso, la etiqueta marcaba, según él, que la fecha de caducidad había ocurrido seis meses atrás. Es decir, la materia prima con la que el proveedor había construido la pieza en cuestión estaba caduca.

Eso era todo lo que Jayubín buscaba. Rápidamente sacó a Abraham del trance y sin decir palabra, se levantó y salió de la oficina. Yo lo seguí y los dos ingenieros médiums permanecieron un rato sentados, en cuestión de minutos podrían ir a casa.

 

Con gran aplomo, Jayubín pidió hablar con Irma Valencia Azuela, la gerente del departamento de Calidad. En el pasillo de la oficina, donde no pudiera escuchar el cliente, indicó indignado que todo era culpa del proveedor.

  - ¡El proveedor uso materia prima caduca Irma! – exclamó Jayubín.

Algunas personas se arremolinaron alrededor de ambos.

  - ¿Qué? Perdón, ¿cómo llegaste a esa conclusión? – preguntó Irma sorprendida – la pieza en cuestión fue inspeccionada con nuestros aparatos y cumple con las dimensiones. Además, tenemos el certificado de origen y la ficha técnica del lote de la materia prima con la que fue fabricada. El problema está aquí, en el proceso, en la línea de producción.

  - ¡A grandes males, grandes soluciones! Yo tengo mis propios métodos – respondió Jayubín – Ahora te toca a ti realizar el resto del trabajo. Explícales a los ingenieros del cliente que vamos a proceder con una queja formal contra el proveedor. Hoy mismo quiero que se queden tú y tu gente a redactar la queja. Mañana quiero ver una copia.

Irma estaba pálida de coraje y sorpresa. Intentó responder, pero Jayubín estaba ya guardando su laptop en el maletín, eran la una de la mañana. Salió de la planta con un lacónico ahí nos vemos el lunes gente.

Iba feliz y triunfante.

 

¡Cosas de Gerentes!


 

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