Dos gatos rebeldes.

Puro cotorreo.



—No sabes como me caga cuando escucho a mi papá humano decir si compadre, en un rato te mando el encargo con mi gato.

—Que hijo de puta.

—¿Cómo o en qué momento se les ocurrió llamarles así a los ayudantes? Yo nunca he participado en los quehaceres de la casa. Nunca, y a mucha honra lo digo.

—Igual yo.

—Ah pero que no se trate de Jack porque entonces sí, se desviven por él.

—¿Todavía no se muere el cabrón?

—Ahí anda todavía. Lambiscón como el solo.

—Al menos ya no ladra tanto por las noches. ¿te acuerdas cuando llegó hace cinco años siendo apenas un cachorro?

—¡Como olvidarlo! Lo acostaban junto a mi dizque para que no se sintiera solo el pobrecito.

—Jajajajajaja te tocaba cuidarlo.

—Lo bueno es que creció rápido y prontito me lo mandaron a dormir afuera jajajajajaja. A chingar a su madre jajajajaja.

—Oye, ¿y si es muy lambiscón el Jack?

—Lambiscón y huelepedos. Nomás escucha el sonido de la puerta de la cochera, y comienza a mover la cola y a bailar. Si supiera lo ridículo que se ve. Cuando salen de paseo, es el primero en treparse en el coche, corre, salta, ladra, aúlla. Hace de todo para llamar la atención de papá y mamá.

—¿Y tus papás que dicen?

—Uff, ya ni me recuerdes. Se desviven por él. Ay mi ñiño pechoco de mamá, mi peyito boñito ay ay quien lo quiede abuu abuuu.

—¡No mames! ¿tanto así? jajajajaja

—Son tal para cual. Por eso yo mejor me escondo, no salgo y me quedo tranquilo mientras están fuera. Toda la casa para mí. La micaela y la jacinta se dejan caer y la pasamos muy bien.

—Pero nunca invitas culero.

—Ya sabes mi lema: cada quien sus gatas. Tu tienes las tuyas, yo tengo las mías, todos felices.

—A veces escucho gritos ¿por qué discuten tus papás?

—Por pendejadas ¿por qué otra cosa? Los humanos cuando se aburren inician peleas, nomás para pasar el rato. Se insultan, se mientan la madre, a veces mi papá se va de la casa y no vuelve en dos días. Pero siempre, siempre sin excepción, se reconcilian.

—Ah bueno, esas se escuchan hasta acá jajajajaja.

—Jajajajajaja.

¡Timmy! ¡Timmy! ¡A comer!

—Ahí te hablan.

—Si, ya oí.

—¿Qué te dan de comer?

—Lo de siempre, Whiskas. ¿y a ti?

—Igual pero le agregan caldito de pollo, o trocitos de carnita, o pedacitos de tocino. Lo que haya.

—¡Ah cabrón! ¿y como le haces?

—Puro colmillo.

—Pues cuenta.

—Me extraña que no sepas. Cuando llegue tu mamá de la calle, justo al entrar, pégatele fuerte a sus pies, tírate de espaldas y sin dejar de mirarla, lánzale un gruñido suave, maúlla, hazle creer que sin ella tu te mueres. Eso las derrite. No se por qué, pero funciona.

—Lo intentaré.

¡Tommy! ¡Tommy! ¡A comer papito!

—Ahí te hablan a ti también. ¡Papito! Jajajajajaja.

—Ya ni me digas.

—¿Platicamos mañana?

—Simón.



 

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