La Gotera.

 

Llueve sobre mojado.



Mis ojos permanecen cerrados, estoy acostado y haciendo un esfuerzo por concentrarme.

Por mi mente van y vienen todas las fotos que he visto durante el día. Mohana parecer ser la elegida. Rubia, de nacionalidad checa, y en tanga color azul turquesa. Ella podría ser. 

¡No! Mejor Candela, la panameña mulata con ojos azules; o Pamela, la mexicana raza de bronce.  

¿Qué? No, usted no maestra, ¡fuera!

Mi maestra Silvia se metió en las fotos sin ser invitada. Es bonita, pero no, hoy no, ¡fuera!

¡La esposa del vecino! Ah ella podría ser.

Monomios y Polinomios, ¡madres! ya casi termina el día y no he estudiado nada. Mañana sin falta, aunque no vaya al catecismo, tengo que estudiar para el examen.

Entonces… Pamela, o la vecina, o Viridiana la que se sienta hasta enfrente en el salón, … ¡Mohana!

Mohana, rubia checa, la foto en la piscina, se le ve todo, ¡todo!

Me concentro. 

La técnica es lo más importante. 

¡Sin técnica no somos nada! 

La manera de agarrar es el primer paso y la presión es el siguiente. Después viene la parte más crítica de todo el proceso: el ritmo. Todo esto sin dejar de pensar en la foto, y pase lo que pase, ¡no abras los ojos!

Acelero el ritmo, Mohana sigue conmigo.

Se escucha un ruido: ¡Están abriendo la puerta de enfrente!

Un camino iniciado, sin excepción y por sanidad mental, debe ser un camino terminado.

Rápidamente y sin abrir los ojos, me tapo con la sabana. La puerta de mi cuarto se abre, son mis padres. Me hago el dormido y la cierran nuevamente. Al parecer me trajeron de cenar.

¡Que hermosa eres Mohana!

Ya con los ojos abiertos y aún recostado, miro fijamente el librero. Mi cuaderno de matemáticas está listo para cuando yo quiera. 

Monomios y Polinomios.

De pronto, una gota de agua cae del techo justo en mi frente. No le hago caso.

María toca la puerta, se asoma y me dice que ya está servida la cena. De etnia totonaca, es oriunda del Tajín, trabaja y vive con nosotros. Este sábado no fue a ver a sus padres, su novio pasará por ella más tarde.


María, al igual que muchas mujeres jóvenes de su etnia, suelen abandonar su hogar en búsqueda de oportunidades en la ciudad. Ella, a diferencia de otras, ha logrado aprender el castellano de una manera bastante aceptable. Posee una gran personalidad, carácter amable y risueño, y es muy valiente. Meses antes habían intentado entrar a la casa a robar mientras dormíamos. Nos despertaron sus gritos e insultos en dialecto, estuvo dispuesta a todo por defendernos. En la casa, ella es un miembro más de la familia. Todos la queremos mucho.

En las tardes, se sienta a la mesa conmigo para verme estudiar. No importa que tan concentrado este, ella siempre me observa con orgullo y admiración. Creo que nunca le dije que la admiración era mutua.

Gracias a ella, pude elaborar un amplio diccionario de traducción, de español a totonaco. Qué lástima que en esa época, mi mayor interés estaba centrado en las groserías y palabras de doble sentido.


María me repite que la cena ya está servida, que ya vaya porque si no se va a enfriar. Justo en ese momento cae otra gota de agua, esta vez sobre mi párpado derecho. Me enderezo, me la quito y noto algo raro.

María percibe mi sorpresa y se acerca, me quita la gota de la frente y la huele… su rostro cambia. La vuelve a oler y la deshace con sus dedos… le pasa la lengua…y entonces se lleva sus manos a la boca sofocando una carcajada.

Yo no entiendo que pasa.

María, con una sonrisa de complicidad me dice: “Agua no es

Y sale carcajeándose del cuarto.


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