Mentir para sobrevivir

 

Un caballero Águila nunca miente.



Poza Rica, Veracruz. Enero de 1981.

 

—¡Ya valió madres! Ya mejor ni corran.

Fue lo que escuché de uno de mis compañeros que venía detrás de mí. Éramos cinco alumnos de primer año de secundaria tratando de llegar a tiempo al salón. La materia: matemáticas. El maestro: Profesor Luis Escudero Arenas.

El reloj marcaba las 7:02am y la puerta estaba cerrada con llave. Después de tocar varias veces, la puerta se abrió y el profesor nos preguntó que se nos ofrecía.

—Que si nos da chance de entrar —respondió Cáceres.

El divino Cáceres, hijo de un rico ganadero de la comarca quien al finalizar el año reprobó todas las materias, y su padre lo premió con un viaje de fin de cursos.

—¿Ah sí? ¿Quieren entrar? —preguntó el profe con un tono sarcásticamente melódico.

—¡Ah No! si no quiere no, ahí nos vemos —respondió el impertinente de Palacios, mejor conocido como el shaggy.

—¡Ah como de que no! ¡Claro! Pásenle, serán mis invitados en la clase —volvió a responder el profe con el mismo tono sarcástico.

Entramos los cinco, Cáceres, shaggy, el mafafo, Leonel y yo.

El profe no permitió que nos sentáramos, nos dejó parados al frente del salón. Como un paredón de fusilamiento.

Y comenzó el show.

—Voy a comenzar contigo Cáceres ¿por qué llegaste tarde?

—Es que no pasó el camión a tiempo profe.

Todo el salón estalló en carcajadas. Los de enfrente volteamos a verlo con coraje. No mames Cáceres, a ti te traen los ayudantes de tu papá en una Chevrolet Cheyenne del año. Quemaste mi cartucho wey, esa era MI explicación.

—Palacios, ¿tu por qué llegaste tarde?

—Profe, anoche se metió alguien a robar en la casa. Yo me quedé de a seis y hasta que se fue la policía ya nos fuimos a dormir, pero luego se le descompuso el coche a mi papá y no había taxis. ¡Antes diga que llegué!

El profe hizo un alto y dio un breve discurso al salón. Hablo sobre la importancia del valor civil y de como debemos aprender a evitar las excusas y aceptar nuestras fallas. Hacernos responsables de nuestros errores y no echar culpas a terceros. Después hizo una breve representación teatral de lo que habían dicho mis compañeros. ¡se me fue el camión! ¡se me fue el taxi!

—El que sigue eh mm, usted joven.

Nadie sabía como se llamaba el mafafo. Desde el primer día de clase, lo vimos y fue shaggy quien dijo este wey se parece a la mafafa de burbujas (un programa dominical infantil de la época, muy popular).

Su primer apellido comenzaba con la letra Z y al ser el último en la lista, nadie ponía atención cuando lo nombraban.

—No profe, yo vivo hasta las granjas y no había taxis ni camión. Me tuve que venir caminando hasta el centro y de ahí, esperar. Casi no hay transporte.

Lo que decía el mafafo era verdad. Ese lunes, la ciudad había amanecido con muy poco transporte. De hecho, era la causa por la que yo había llegado tarde. Mi rutina era salir de mi casa, cruzar el boulevard y esperar taxi o camión. Mi recorrido duraba treinta minutos en promedio, desde que salía de mi casa a las 6am hasta que llegaba a la escuela, 6:30am aproximadamente.

Después supimos que el día anterior había sido el cierre de campaña de un político local, y el gremio de transportistas había acompañado al candidato hasta altas horas de la noche. El mafafo y yo éramos víctimas de una campaña política.

El profe volvió a hacer mofa de la excusa del transporte. Y volvió a dar su discursillo del valor civil.

Antes de seguir interrogando a los dos que quedabamos, les pidió a los tres primeros que salieran del salón. Ya era suficiente, no quería seguir viéndolos. Tienen cero de calificación en este parcial, adiós que les vaya bien.

—Leonel, ¿por qué llegaste tarde?

—Profe, no se si en su colonia llovió anoche, pero por este rumbo se vino un aguacero de aquellos. Casi al llegar a la escuela pasé por un charco lleno de agua y lodo y me ensucié el pantalón. Me tuve que regresar a cambiar.

En efecto, la noche anterior había llovido un poco, pero no había tanta agua y además, Leonel vivía a dos cuadras de la escuela.

Nuevamente, risas, mofas y expulsión de la clase para Leonel.

Mientras el profe daba su discurso por tercera ocasión, era claro que trataba de dar una enseñanza moral a mis compañeros, yo me debatía en un gran dilema.

Si digo la verdad, me va a sacar a patadas, seré el hazmerreír, y me va a reprobar. Puta madre ¿Qué hago?

—¡Ah! ¡Pero a quien tenemos aquí! ¡El Americanista! Joven Oscar ¿usted por qué llegó tarde?

Hay momentos en la vida en la que solo hay dos caminos, y ambos llevan a la perdición. Con la certeza de que todo estaba perdido, recé mentalmente mi más preciado mantra de mi adolescencia: chingue a su madre, aquí voy.

—Profe, yo no tengo por que mentir. ¡Me quedé dormido!

Hubo un silencio y de pronto el profe estalló eufórico:

—¡De eso es de lo que les estoy hablando! ¡Esto es precisamente lo que les decía jóvenes! Mírenlo, el americanista admite públicamente su falla y acepta con valentía las consecuencias, sin andar pidiendo clemencia. ¡Este joven habla con la verdad! ¿ven que fácil es decir las cosas como son?

Sofía Quiroz, mi mejor amiga del salón, me veía perpleja. Al fondo, mis compañeros Bautista, Adrián, el borrego y Marvin Mar, reían disimuladamente.

—Joven Oscar, no me queda más que felicitarlo por su valor civil. Siga así, nunca cambie. Puede usted tomar asiento.

 

Mentir para sobrevivir. Tremenda lección de vida. 😊


Comentarios

  1. Woow! Sin duda una buena lección se encuentra en tu artículo. Cuando lei el titulo disentí un poco, pero al leer el contenido. Definitivamente no había de otra!

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  2. Jajajja lo leo y si lo creo primo q dijeras la verdad en algo q todos mentimos jajjaja

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  3. Hay hijo que bonitas cosas de tu vida que yo ignoraba

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