METALLICA – En la antesala del Infierno

Cortesía Pixabay - anaterate



Cuando me preguntan que tipo música me gusta, suelo responder que toda. Prácticamente toda la música me gusta, en el momento y espacio adecuado. Solo hay una excepción: el Heavy Metal.

Escuché por primera vez el término cuando estaba en preparatoria. Algunos de mis compañeros la escuchaban, y yo los veía de lejos caer en un trance musical que a la distancia parecía un leve ataque epiléptico.

La prensa local tampoco ayudaba. Sobre este género y sus músicos, pesaba una infame leyenda negra. Es música del diablo decían las crónicas. Es música de adoración a satanás, y los que la crean lo saben. Los que la escuchan, sin saberlo, se inician en rituales de invocación al más allá, al lugar donde viven los demonios.

Suficiente para mí. Era mucho más rentable escuchar lo mismo que el resto de la gente “normal”.

 

Ayer sábado por la mañana, mientras revisaba la cartelera cinematográfica, me pude percatar de un evento peculiar: concierto en vivo de Metallica, transmitido por stream a todos los cines del mundo. Costo del boleto, ciento cincuenta pesos.

Me gusta el rock, incluso el rock pesado. Pero el heavy metal es otra historia, y Metallica es la quintaescencia del heavy. De hecho ellos tocan una variante llamada Thrash Metal que es una versión más virulenta y salvaje que el heavy convencional. Se me erizó la piel y me quedé pensando durante un rato.

¿Qué puedo perder? ¿Me van a demonizar? A lo largo de mi vida he conocido la maldad y la perversión aquí en la tierra, en forma humana y con disfraz de gente de bien. Desde pecadores estándar hasta psicópatas avariciosos enalteciéndose y entonando bellos himnos a Dios nuestro Señor.

Además, tanto el mal como el bien irradian el mundo constantemente, y los que habitamos en él estamos expuestos a su influencia. La decisión de acudir al llamado recae siempre en el libre albedrío de cada persona.

Si continuaba reflexionando terminaría por desanimarme. No lo pensé más, me encomendé a Dios, pedí su protección, y después de un baño rápido me encaminé al cine para asistir, por primera vez en mi vida, a un concierto de heavy metal en su versión salvaje; con el afamado grupo Metallica.

Decir que permanecí boquiabierto durante el concierto, sería simplificar todo el cúmulo de sensaciones que este grupo me hizo sentir. Sensaciones auditivas y visuales de alto impacto. Antes de entrar a la sala, leí una breve reseña en Wikipedia sobre lo que me esperaba.

“ritmos pesados”, “percusión rápida”, “riffs rápidos y constantes”, “las letras son de denuncia social por lo general”, “tempos rápidos”, “palm mute”, “batería con pedal y bombo a velocidades de 180 bpm”, “doble pedal”, “solos de guitarra a gran velocidad”.

Y comenzó el concierto.

El primero en aparecer fue el baterista Lars Ulrich. Sin decir hola comenzó a tocar a un ritmo semi rápido y con mucha energía. Este no va a durar las dos horas del concierto, pensé.

Después hizo su aparición el vocalista y líder de la banda, James Hetfield. El más alto de todos. Lanzó un grito por el micrófono e inició un riff muy intenso con su guitarra. Mis pies y mis piernas comenzaron a moverse al ritmo de la música sin que yo se los hubiera ordenado.

Y entonces apareció el mismísimo demonio disfrazado de ser humano: Kirk Hammet, el guitarrista de requintos. Al primer acorde mi espalda se arqueó y lance un grito junto con el resto de los asistentes en la sala. Son of a bitch!

Ya para completar el cuadro, apareció de la nada el bajista, Robert Trujillo, el más joven de los cuatro y de ascendencia mexicana. Jamás había visto a alguien tocar el bajo como él.

La rapidez de los movimientos, tanto en guitarras como en batería, es inconcebible y alucinante. Y aun así, la música que emerge de todo eso es fascinante. Al menos así me pareció a mí.

Poco después, ya un poco recuperado de la primera impresión, noté algo particular en tres de ellos. ¡No manches, estos están más rucos que yo!

En efecto, con excepción de Trujillo, los otros tres son miembros fundadores de la banda y tienen sesenta años cada uno. James Hatfield confirmó en un breve receso que acababa de cumplirlos.

Casi a la mitad del concierto, después de terminar una canción, las luces de apagaron por completo y los dejé de ver. Es lógico y necesario pensé, necesitan descansar un rato. No hay modo de aguantar este frenesí por tanto tiempo.

¡Pues no es cierto! solo se habían movido de lugar. Y volvieron a empezar con la misma fuerza.

Hubo tres momentos que me llamaron mucho la atención.

El primero fue un riff que hizo James con su guitarra, hincado en el suelo, con una sola cuerda. El sonido que produjo fue embriagador e hipnotizante.

El segundo fue un dueto que hicieron Trujillo (bajista) y Kirk (el de los requintos). Hablaron un momento antes para decir que lo acababan de componer en el camerino. El siguiente dueto lo acabamos de componer para todos ustedes, ¡Va por ustedes!

El tercer momento fue durante una de sus escasas intervenciones para hablar. James Hetfield saludó al público, dio la bienvenida a toda la gente que escuchaba Metallica por primera vez (me sentí aludido obviamente), y después dijo algo que me conmovió:

If you are one of those who don´t fit anywhere, who don´t have a place in the world, then let me tell you that now there is a place for you. Welcome to the Metallica family!

(Si eres una de esas personas que no encajan en el mundo, que no tienen un lugar, déjame decirte que ya tienes uno. Bienvenido a la familia Metallica).

Como es de esperarse en una afirmación de este tipo, la reacción del público fue muy intensa.

Yo en lo personal, agradecí mentalmente el mensaje y acepté la invitación.

No se que signifique exactamente pertenecer a la familia de Metallica, y probablemente no quiera averiguarlo, pero a partir de hoy, Metallica tiene un nuevo fan.

 


 

Comentarios

  1. En verdad hijo sentiste todo eso escuchando a este grupo? A tí que te encanta investigar y saber, me interesaría saber porqué transmiten esa energía

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