Mi amigo El Fashion

 

Fashion.



Matamoros, Tamaulipas. México. Mayo del 2001.

Esa mañana llegué barriéndome a mi trabajo. Tenía una junta informativa del corporativo a las 7:30AM. Apenas tenía tiempo de encender mi computadora, checar algunos correos e ir por un café.

Sobre mi escritorio había un sobre de FEDEX. Estaba dirigido a mi y el remitente era de una empresa que desconocía. Su ubicación: Quebec, Canadá. Fuera lo que fuera, no tenía tiempo de ver su contenido, aún así, lo abrí rápidamente y leí el rótulo de la carta. Estaba en francés.

Monsieur Oscar X.

Nous sommes heureux de vous adresser cette invitation au nom de notre partenaire Ricardo M. Hernández, qui recevra le prix du leadership d’entreprise lors d’un événement auquel nous nous réjouissons de votre présence.

La carta tenía más texto pero ya no tenía tiempo de leerlo.

La reunión se alargó una hora más de lo previsto. Era una conferencia telefónica donde se conectaba gente de Estados Unidos, México e Italia. Los grandes jefes estaban presentes y se habían enfrascado en una discusión que giraba sobre temas que no tenían injerencia sobre mi fábrica.

Ricardo M. Hernández. ¿De que puede tratar esa carta? ¿Por qué me llega a mí? ¿Se habrá metido en problemas? ¿Qué anda haciendo en Canadá?

 

Dos años antes. Verano de 1999.

El fashion tenía ocho meses de haber ingresado a la empresa. Fue contratado como supervisor de capacitación, reportando directamente con el gerente de Seguridad e Higiene.

Desde un principio le dije a mi jefe que esa posición debía reportar con Recursos Humanos, pero la gerente de ese departamento no estaba en su mejor momento y mi jefe prefirió asignar la posición al área de Seguridad.

Ricardo Miguel Hernández Calixto, el fashion, había realizado un trabajo impresionante desde su primer día. Sus métricos lo indicaban sin dejar ninguna duda. Había logrado gestionar los recursos financieros del corporativo para invertirlos en un sistema de capacitación focalizada. Los resultados estaban a la vista del que quisiera ver. Las gráficas de calidad y manejo de materiales, por ejemplo, demostraban un impacto altamente positivo después de la capacitación. Esto no se había visto antes.

En temas de seguridad y en particular, el uso y seguimiento de los protocolos oficiales era un dolor de cabeza porque mucha gente no los aplicaba. Esto fue cambiando paulatinamente gracias al trabajo informativo, motivador y de concientización realizado por el Fashion.  

Gran orador, elocuente, de una mente brillante y un temperamento locuaz y efervescente. No paraba de trabajar todo el día. En las noches, durante la madrugada, se aparecía de sorpresa en la fábrica para verificar por si mismo el cumplimiento de las capacitaciones y dar discursos de motivación a los obreros.

¿Quieres tener amigos? —me dijo una vez alguien— entonces fracasa, los “amigos” estarán ahí para “apoyarte” y deleitarse con tu fracaso. ¿Quieres tener enemigos? Entonces triunfa, se exitoso. El odio y el rencor externo lo tendrás garantizado.

¿Era Ricardo la persona ideal para el puesto? Planteado de otro modo ¿El ambiente de maquiladora era el escenario ideal para una persona como el Fashion?

No tenía la respuesta para esa pregunta. Lo que si tenía seguro es que era un honor tenerlo como compañero. Y esa tarde me esforcé al máximo por defenderlo.

El fashion no era bien visto por algunos gerentes, entre ellos su propio jefe.

El hostigamiento había llegado a tal punto que el fashion había tomado su decisión. Envió su carta de renuncia a Recursos Humanos, y la gerente, con buen tino, decidió no aceptársela hasta haber revisado la situación con todo el staff, a puerta cerrada.

—¿Qué es lo que tanto les molesta de él? —fue mi primera pregunta.

Nadie respondió.

—Su desempeño es impecable según las gráficas y todo mundo esta contento con el —puntualizó la gerente de Recursos Humanos.

—Hablen, digan algo. No quiero pensar que no lo quieren solo por ser como es —insistí.

—Tu no tratas con el a diario —me respondió su jefe— casi ni lo ves. Yo sí.

—Por eso precisamente pregunto. ¿Qué hizo o que hace mal?

Gonzalo Manríquez, gerente de ingeniería y hombre con mucha experiencia, cercano ya a los sesenta años, intervino:

—No es lo que hace. Aquí estamos hablando de un tema de imagen corporativa. Hablamos de ambiente laboral sano, de relaciones humanas sanas.

Y entonces mis sospechas se confirmaron.

Ricardo, el fashion, era homosexual. Todos lo sabíamos, el lo dejó en claro desde las entrevistas. Veracruzano, originario de la ciudad de Xalapa, Veracruz. Hijo de un empresario tabasqueño, se había matriculado en la Universidad Veracruzana y se graduó con honores en la licenciatura en idiomas, hablaba perfecto inglés y francés.

Era un joven culto, de mundo, y portaba con mucho orgullo su orientación sexual. Era muy alegre y extrovertido, y jamás hubo queja de nadie por su comportamiento. Todos y todas lo apreciaban mucho, y respetábamos su gran compromiso con la empresa.

En lo personal, me caía muy bien. Siendo yo un adicto al trabajo, a veces llegaba el a mi oficina por ahí de las nueve de la noche, con dos cafés y pan. Conversábamos un rato, hablábamos de nuestra tierra, y después se iba sin dejar de insistir en que ya no trabajara tanto. Tu no cantas nada mal le respondía.

La discusión en el staff se puso tensa.

—Dejarlo ir será una pérdida para la empresa. Personas con ese talento y compromiso no caen de los árboles señores, debemos hacer algo para convencerlo de que no se vaya. El tema de su orientación ni siquiera debería mencionarse en esta junta. Esta completamente fuera de lugar. No lo dejen ir, algún día ese muchacho llegará muy alto, lo intuyo.

Solo la gerente de Recursos Humanos apoyó mi postura.

Al día siguiente, el fashion, sobrenombre que el mismo solicitó y que le encantaba, paso por mi oficina. Se despidió de todos y al final me dijo muchísimas gracias por todo Oscar, de corazón te agradezco todo el apoyo. Había lágrimas en sus ojos.

 

De regreso ya a mi oficina, abrí nuevamente el sobre de FEDEX y me dispuse a leer la carta con calma.

Estimado Sr. Oscar X.

Nos complace extenderle esta invitación a nombre de nuestro colaborador Ricardo, quien recibirá el premio al liderazgo empresarial global en un evento al que esperamos su asistencia.

Durante el último año, Ricardo M. Hernández ha sido pieza clave en el desarrollo de un nuevo segmento dentro de la industria a la que orgullosamente pertenecemos.

Etcétera, etcétera, etcétera.

La carta se extendía en detalles que no recuerdo con exactitud.

Ricardo, había entrado a trabajar en una empresa dedicada a la fabricación de productos de belleza para mujer, y en un año y medio escaló posiciones hasta llegar a Director Global de Operaciones. ¡En un año y medio!

Para su nuevo puesto, la empresa lo transfirió a la ciudad de Quebec, Canadá. Y estaba a punto de otorgarle un reconocimiento a su intensa labor y resultados. Ese era el motivo de la carta, me hacía una invitación para asistir al evento.

Al reverso de la carta, un mensaje escrito a mano:

Oscar, ojalá puedas venir. Habrá hospedaje y boletos de avión para dos personas. Trae a tu esposa o a tu novia, o a tu mamá de quien me hablaste una vez. Me dará mucho gusto que estes en el evento. Atte. Ricardo.

 

El mundo es caótico y muy injusto, las personas, increíblemente estúpidas. Pero en ocasiones, todo se alinea en armonía y cosas buenas pasan. 


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