El Terapeuta – Parte III

Un Arcángel.




—Y la espada ¿cómo era?

—Era de fuego y muy pesada. La empuñadora era de diamante con incrustaciones de zafiros, rubíes y aguamarinas.

—¿Querrás decir, de oro con incrustaciones de diamantes y piedras preciosas?

—¡No! La base era de diamante, uno inmenso, del tamaño de una mano gigante. Muy pesada, ningún ser humano la podía sostener.

—Y el fuego ¿no te quemaba?

—Para nada, era un fuego cósmico procedente del séptimo cielo. Un fuego invisible al ojo humano, pero muy visible para los demonios que zopiloteaban alrededor.

—¡Ah! ¿Había demonios?

—¡Miles! ¡Cientos de miles!

—¿Y que querían o por qué estaban ahí?

—¿Tu por qué crees?

—No lo sé, yo no lo viví.

—Estaban ahí para atacarlo, para hacerle daño.

—¿Y tú misión era?

—¡Protegerlo!

El audio terminó y el terapeuta miró a su mentor esperando una retroalimentación.

—Y bien ¿Qué opinas?

—Cuéntame la historia de nuevo, desde el principio. Trata de no omitir ningún detalle. —replicó Dionisio Mercadante, director del Hospital Psiquiátrico Regional.

 

El paciente Jayubín Barakaldo había contado una historia en la cual, por medio de hipnosis regresiva, pudo viajar al pasado y atestiguar una de sus vidas anteriores. Lo que vio lo aterrorizó pero a la vez lo convenció de una vez por todas de algo que ya sospechaba.

El terapeuta dio play a otro audio y ambos se dispusieron a escuchar la historia.

<<Todo pasó una tarde de domingo, después de comer una lasaña estilo boloñesa en el mejor restaurante de la ciudad. Durante la comida solo bebí agua de limón mineralizada y un café al final.

Después de cumplidos los protocolos de regresión, me vi de pronto en la cima de un cerro. Había mucha gente y hablaban raro. Era un idioma muy distinto al mío pero de algún modo podía entenderlos. Iban acompañando a alguien.

Yo me encontraba en lo alto del cerro y a mi lado, había un ser humano con barba y se cubría el cuerpo con una túnica blanca. Era una túnica luminosa que reflejaba con intensidad la luz del sol. Al principio no supe quien era, no entendía nada.

En lo alto del cielo apareció un sol, un segundo sol en forma de túnel. De este bajaba una luz muy intensa, tanto que no podías verla directamente. Por eso me sorprendió ver al hombre de al lado mirar fijamente el túnel, sin cerrar los ojos, sonriente y con los brazos extendidos. Ahí fue cuando comencé a sospechar.

El hombre volteó a verme y sin dejar de sonreír me dijo: “estoy listo, podemos partir ya”.

Lo tomé del brazo y comenzamos a elevarnos en el aire. De mi espalda salían dos enormes alas de arcángel y en mi mano libre, la derecha, empuñaba una enorme espada con empuñadura de diamante y piedras preciosas, y en lugar de una hoja metálica, había fuego cósmico.

 Casi de inmediato comprendí para que necesitaba la espada, y quien era el hombre a quien yo sujetaba mientras nos elevábamos.

Los primeros en atacarnos fueron dos demonios horrendos. Parecían dragones, con dientes grandes y afilados, y emitían un aullido muy agudo. Les corte la cabeza a ambos de un solo tajo. Después vinieron otros, muchos más, de distintos tamaños y con la misma agresividad.

Pude repeler a todos, sin excepción. No quedó uno solo vivo.

Cuando esto acabó, estábamos ya a una altura muy por encima de las nubes. El hombre a mi lado me miró, sonrió de nuevo y me dijo “gracias hijo, tienes mi bendición; cuida a mi rebaño”.

—¿Fue en ese momento cuando supiste quién era?

—Sí, en ese momento lo comprendí todo.

—¿Quién era?

—Jesucristo.

—¿Y tú quién eres?

—Esa es la parte que me tiene desconcertado.

—Jesucristo te dijo hijo, y te pidió que cuidaras a su rebaño. ¿De qué rebaño hablaba?

—Supongo que la humanidad.

—Entonces ¿Quién eres?

—¡No lo sé! ¡No lo entiendo! ¡Me cuesta mucho entenderlo y más aceptarlo!

—Luchaste contra demonios protegiendo a Jesucristo. Y al final, Él te pidió que cuidaras su rebaño. ¿Quién eres entonces?

—Tu dime. Ya escuchaste mi historia. Te toca a ti decirme quien soy.

—Yo no se quién eres. Te toca a ti presentarte. ¿Quién eres?

—Me llamo Miguel.

—¿Quién eres?

—¡SOY EL ARCÁNGEL MIGUEL!>>

 

El audio finalizó y hubo un silencio largo en la oficina.

Terapeuta y director del hospital permanecían sentados, cavilando, mirando hacia el suelo.

—¿Lo sigues atendiendo? —preguntó el director.

—Cada semana. No falta. Lo veo los miércoles.

—Y dices que está en activo.

—Así es, tiene un trabajo formal.

—¿A qué se dedica?

—Es el gerente general de su propia empresa.

Isis, la secretaria, tocó y abrió la puerta.

—Doctor, le traigo los cafés que pidió.

Ninguno de los dos volteó a verla.

Ambos se quedaron mirando fijamente uno al otro.


 

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