Mi tío. El Coach Inspiracional – Parte I.
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Un coach inspiracional. |
Palmillas,
Tamaulipas. México. Primavera de 1976.
El portero despejó con todas sus
fuerzas. Su objetivo era rebasar la media cancha y alcanzar al único delantero
libre en zona rival.
El balón llegó justo a sus pies y
sin esperar más, comenzó a correr hacia la portería rival; iba solo. El defensa
más próximo lo perseguía a unos cinco metros de distancia, pero este era lento
y corría con dificultad por la enorme panza cervecera que cargaba.
El ruido ensordecedor de voces
gritando no dejaban escuchar al entrenador, quien se esforzaba por darle la
última indicación.
No se precipite mijo, vaya
tranquilo, vaya, apunte bien, tiene tiempo, apunte bien, agarre ángulo, con
calma.
El portero se entregó antes de
tiempo, apostó su carta por un disparo hacia la izquierda y se lanzó
graciosamente con toda su inmensa humanidad.
La portería estaba ahora libre, sin
portero, sin defensas, y a unos diez metros del delantero que controlaba el
balón con dificultad.
Lo va a fallar, pensé.
El entrenador lanza una última
recomendación al calor de la emoción por el gol inminente:
¡Ya lo tiene mijo! ¡Tóquela
nada más! ¡Tóquela nada más!
El balón da un rebote extraño y
el delantero falla en su primer intento. Su pierna abanicó en el aire y ahora está
a punto de caer. Hace un último esfuerzo, se endereza, y logra finalmente
conectar un derechazo.
Todos los presentes que apoyaban
al equipo de Palmillas, Tamaulipas, lanzaron un grito de frustración: ¡Oh!
El balón salió disparado muy por
encima de la portería y quedó enredado en la copa de un árbol que estaba justo
detrás.
La poca afición que apoyaba al
rival, la selección de Jaumave, Tamaulipas, celebraba eufórica con sus cervezas
en la mano.
El delantero pateaba furioso la
piedra con la que se había tropezado. Escupía, y a lo lejos se veía que
vociferaba maldiciones.
¡Pendejo! Era lo único que
me salía en voz baja con mucha indignación.
Y entonces se escuchó la voz del
entrenador gritando a todo pulmón:
¡No pasa nada mijo! ¡No pasa
nada! ¡Ánimo! ¡Ahorita viene otra! ¡Anímese!
Mientras lo decía, aplaudía con
las manos intentando reanimar al delantero y al resto del equipo.
Si como no, en la Rébsamen, mi
escuela, ya le estaríamos dando pamba entre mis amigos y yo.
A la distancia, el delantero le
hacía señas al entrenador. Le daba a entender que la piedra mugrosa le había
enseñado que su destino era fallar y fallar.
¡Así es el juego mijo! ¡No se
me caiga! ¡Ya vendrá otra! ¡Ánimo! ¡Usted puede!
Levanté la vista, y miré
fijamente al entrenador; lo tenía a mi lado. A mis ocho años, no entendía ni la
mitad de lo que decía y mucho menos el por qué lo decía.
El entrenador era mi tío
Gregorio, uno de los hermanos menores de mi padre.
¿Qué es el liderazgo? ¿Un
líder nace o se hace?
Cientos, quizá miles de libros
han sido escritos sobre este tema, y la discusión continúa. La definición más
aceptada en la actualidad es aquella que afirma que liderazgo es la capacidad
de influir en otras personas para que lleven a cabo, de manera voluntaria, lo
que el líder les pide.
Esto es, en modo general, lo que
se enseña actualmente en las escuelas. Es una definición acertada, correcta en
su pretensión, pero incompleta. Y además, con fallas en su base ética. La
muestra la tenemos a la vista con solo echar un vistazo a los líderes del siglo
veinte, que con su enorme poder de persuasión llevaron a sus pueblos a la
guerra y al exterminio. Hablo de los tristemente célebres Hitler y Mussolini. Lideres
carismáticos con mentes perversas que cumplían cabalmente la definición
expuesta líneas arriba. Su desempeño y final, ni al caso mencionarlos.
Liderazgo es influir en otras
personas, cierto. Pero si esa capacidad se usa para hacer el mal, ya no es
liderazgo, al menos no el liderazgo que las sociedades humanas necesitan.
Liderazgo para mí, es la
capacidad de transformar la vida de un ser humano para bien. Es la capacidad de
cruzarse en el camino de otra persona, y mediante el diálogo y la acción
conjunta, ayudarle a dar un golpe de timón que le haga replantear su vida
entera y modificar su rumbo, hacia un camino que le lleve a cumplir su
potencial y su misión en la vida.
Es algo que yo llamo Liderazgo de
Alto Impacto. La idea no es mía.
La aprendí de un hombre que
caminó por los pueblos de Palestina hace dos mil años. Enseño, confrontó y
transformó la vida de todos los que abrieron su corazón a Él. Y su enseñanza se
perpetúo por los siglos de los siglos, hasta el día de hoy.
¿Un líder nace o se hace?
A pregunta concreta, respuesta
concreta: un líder se hace.
Al menos este es el consenso de
la mayoría de los expertos en el tema. El término moderno es Liderazgo
Situacional. Es la capacidad que tiene cualquier ser humano de emerger de la cotidianidad
y convertirse en la voz de un grupo para satisfacer una necesidad. Es tomar las
riendas de la situación, enfrentar un problema y resolverlo a favor de otras
personas, sacrificando sus intereses individuales en el proceso.
Excelente definición, pero
igualmente se queda corta. Resuelve muy rápido el asunto, y pasa por alto la complejidad
de la naturaleza humana.
Si todos nos propusiéramos, por
medio del estudio y constancia, componer sinfonías como Mozart ¿podríamos
hacerlo? O bien, teorizar sobre la relatividad del tiempo y el espacio, como
Einstein, ¿podríamos? O finalmente, si todos nos pusiéramos a entrenar desde
niños, dedicados solamente a eso, ¿podríamos llegar a jugar como Messi?
La naturaleza es increíblemente variable,
y el ser humano, por extensión, también lo es.
Creo firmemente que para un
Liderazgo de Alto Impacto, se deben poseer ciertas características innatas de
temperamento, recursos psíquicos, gestión del dolor y el fracaso, y un profundo
y genuino interés por el bienestar del prójimo. Ciertamente, todo esto se puede
aprender, pero la naturaleza produce también seres humanos con predisposición
natural.
Mi tío Gregorio es un líder de
alto impacto. Es un coach inspiracional que transformó la vida de un ser
querido a quien todos amamos y admiramos, impulsándolo desde una condición de
supervivencia, hasta una vida rica en experiencias y con el potencial llevado a
plenitud.
Esto es lo que me propongo
demostrar en los siguientes dos capítulos.
Continuará.
❤️☺️
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