En la fiesta de Xantolo - Parte 1 (De camino a Platón Sánchez).
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Xantolo en Platón Sánchez, Veracruz. |
Platón Sánchez, Veracruz. Noviembre de 1957.
Fulgencio Fuentes Malacara y
Casilda Hernández, su esposa, viajaban montados en un burro con rumbo al pueblo
de sus amores, Platón Sánchez, Veracruz.
Era sábado y se celebraba la
fiesta de Xantolo.
Habían salido muy temprano de Tepetatipán y esperaban llegar a tiempo para almorzar con sus familiares en la plaza del pueblo. Era algo que repetían año tras año. Un cielo muy nublado y un viento frio procedente del norte eran sus únicos compañeros de viaje.
Habían recorrido diez minutos por
la vereda cuando se toparon de frente con dos señores que venían caminando en
estado de ebriedad. Fulgencio reconoció a uno de ellos.
—Buenos días, ¿vas a Xantolo?
—Buenos días. Si, voy para
Xantolo.
—Salúdame a tu papá.
No habían avanzado ni quince
metros cuando Fulgencio y Casilda escucharon fuerte y claro:
—¡Ya ni chingan! ¡Pobre burro! La
vieja y el montados, ¿cómo ve compadre?
Fulgencio se puso rojo de vergüenza y se bajó del burro con un movimiento rápido. Su esposa le dijo que no les hiciera caso, y continuaron su camino. Ella montada en el burro y el caminando a su lado.
Un rato después volvieron a
encontrarse con gente en el camino. Eran doña Pascuala Ortiz y su nuera.
Fulgencio también las conocía.
—¿Vas a Xantolo verdad? Dile a tu
mamá que me guarde tamalitos, yo voy mañana.
Fulgencio prometió entregar el
mensaje.
Habían avanzado unos cuantos
metros cuando se escuchó fuerte y claro:
—¡Pinche vieja huevona! Ira
nomás. Ella montada en el burro y el pobre Fulgencio caminando. Toda la semana
trabaja en la milpa, a rayo de sol, y la vieja muy campante. Si se hubiera casado con mi Petra, otro gallo le cantara.
Casilda sintió una corriente
eléctrica atravesar su espina dorsal. Se puso roja de coraje y se bajó del
burro más rápido que Fulgencio.
—Pinche viejilla metiche hija de mil putas. Siempre
me ha caído gordo.
—No le hagas caso —respondió
Fulgencio— Y ya no digas nada, te va a oír.
—¡Pos que me oiga! ¡Pinche
viejilla metiche jija de la chingada!
Continuaron su camino. Ambos
caminaban junto al burro.
Estaban ya muy cerca de Platón
Sánchez. Se escuchaba la música y el ambiente típico de una celebración de
pueblo.
Xantolo era una tradición que se
remontaba a los tiempos prehispánicos. Era la celebración del día de muertos en
la zona de la huasteca veracruzana, hidalguense y potosina.
Con la llegada de los frailes
franciscanos y dominicos, la fiesta se adaptó a la fe católica, dando lugar a
un sincretismo religioso. Se integraron creencias y prácticas de los pueblos
nahuas originales con la tradición española.
De esto surgió una serie de rituales
y celebraciones para recordar a los familiares fallecidos. Se honra su memoria
de una forma alegre y profunda, mística y simbólica, con ofrendas de comida,
bebida, y música, mucha música.
Fulgencio y Casilda se miraron
uno a otro emocionados cuando escucharon a lo lejos los acordes de un son
huasteco.
Casilda pensó en pan de muerto y
cafecito de la olla. Fulgencio, por su parte, traía antojo de unos bocolitos de
frijol con cecina, huevito en salsa verde y queso fresco de la localidad. En su
morral traía tres botellas de aguardiente, una para su padre, otra para su
suegro, y la tercera para él y sus cuñados.
Caminaban lentamente, abrazados,
pensando en comida y fiesta.
Apenas se percataron de las dos
personas que se cruzaron en su camino. Esta vez no hubo saludos de nadie. Aun
así, escucharon fuerte y claro a sus espaldas.
—¡Cómo hay gente pendeja
compadre! Mire nomás, el burro muy campante y este par de pendejos caminando
detrás de él. Estos jóvenes de hoy no entienden nada.
Fulgencio intentó contener a su
esposa, pero la joven casi lloraba de rabia.
Quiso correr y alcanzarlos, pero Fulgencio
la detuvo con fuerza y suavidad. Era lo más valioso en su vida. La amaba con
locura.
Ya estaban en el pueblo, no valía la pena.
Casilda se repuso y antes de recorrer
el último tramo, volteó y llamó con gritos a los desconocidos.
Estos voltearon, Casilda se paró
firme, abrió el compas de sus piernas para agarrar fuerzas, y exclamó a todo
pulmón:
¡CHINGUEN A SU MADRE!
Acto seguido, dio la media
vuelta, agarró a su esposo de la mano, y con una sonrisa que prometía muchas
cosas, se encaminó rumbo a la plaza del pueblo.
Ya los estaban esperando.
Reflexión final:
Hay dos grandes verdades en el
plano de las relaciones humanas. La primera es que la gente siempre va a hablar
de ti, sea cual sea la situación. Siempre van a emitir una opinión sobre lo que
ven, sin entender el trasfondo de las cosas.
La segunda es que sin importar lo
que hagas para complacerlas, hay personas que siempre verán el lado negativo de
ti.
En algunas ocasiones seremos
como Fulgencio: amables, complacientes, tratando siempre de evitar conflictos.
En otras, deberemos actuar como
Casilda y mandar a las personas al lugar correcto. Justo ahí, al lugar que les
corresponde 😊.
Y tú querido lector / lectora ¿Qué
opinas?
Que tienes mucha razón hijo, a la gente nunca la tendrás contenta, por eso lo más importante es sentirte bien tú con lo que hagas digas y pienses lo demás que te valga la...
ResponderBorrarLa gente nunca está contenta con nada por eso con que te sientas bien tu con lo que hagas y pienses lo demás que se te resbale
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