El Antiguo Testamento – Introducción.
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Introducción al Antiguo Testamento. |
Abrir la Biblia y comenzar a
leerla desde el primer capítulo del Génesis, es la más grande aventura religiosa
que una persona creyente puede hacer en su vida. Es muy probable también que muchos
no se den cuenta de la trascendencia de lo que inician hasta tiempo después.
Leí la Biblia completa por
primera vez cuando rondaba los veintidós años, del Génesis al Apocalipsis. Y lo
hice motivado por una lectura previa de aquella saga de libros de J. J. Benítez
titulada Caballo de Troya. Leí los primeros cuatro tomos gracias a la
generosidad de mi amigo Héctor Isidro, mi amigo y hermano desde la infancia
quien me fue prestando uno a uno los tomos hasta que los terminé.
El Caballo de Troya me produjo un
cisma en lo más profundo de mi ser y eso me impulso a ir por las fuentes
originales. Y así fue como inicié aquella gran aventura con una Biblia de
empaste negro, versión Reina-Valera. Mi lectura fue totalmente literaria e histórica,
es decir, no leí la Biblia con fervor ni devoción religiosa. Eso lo haría
veinte años más tarde mientras estudiaba la licenciatura en Teología Evangélica.
Cuando iniciamos la lectura de la
Biblia desde el Antiguo Testamento, nos introducimos de golpe en una tradición
oral y escrita milenaria de un pueblo muy antiguo. Un pueblo que emergió de la
oscuridad de la historia hacia finales de la edad del bronce, entre el 1200ac y
el 1000ac.
Este pueblo poseía una rica
tradición oral que enraizaba sus orígenes muy atrás en el tiempo, hasta la
antigua Sumeria (Ur) desde donde el primer patriarca Abraham salió para no
volver jamás. Lo hizo siguiendo una voz que le hablaba en lo más profundo de su
ser, y que le prometía una trascendencia total en el tiempo y espacio a través
de una gran nación que surgiría desde sus propias entrañas.
No hay forma de demostrar la
existencia de Abraham desde una óptima puramente histórica o arqueológica. Aún
así, los estudiosos de la antigüedad han logrado establecer un rango en el
tiempo que va desde el 1750ac hasta el 1500ac. Es en este periodo donde la
ciencia histórica ubica al gran patriarca.
Posteriormente, esa misma tradición
oral contaba como la descendencia de Abraham se había asentado en la tierra de Canaán
(lo que actualmente cubre los territorios de Líbano, Israel, Cisjordania, y parte
del territorio Sirio y Jordano), para posteriormente emigrar a Egipto de donde
salieron huyendo varios siglos después, guiados por Moisés.
Estas y otras tradiciones fueron redactadas
mucho tiempo después de que ocurrieron, si es que en verdad ocurrieron.
Para un lector creyente, la Biblia
es la palabra de Dios. La tradición Judeocristiana así lo enseña y es el pilar
sobre el que se fundamenta nuestra fe. Creemos en el Dios que sacó a Abraham de
Sumeria, que sacó a los Israelitas de Egipto, el Dios que enalteció al pueblo y
le dio un reino, que lo entregó a sus enemigos por idólatras y desobedientes.
Creemos en el Dios que los trajo del cautiverio de Babilonia de la mano de Ciro
el grande, rey de Persia.
Y creemos con devoción en el Dios
que engendró a Jesús en María y lo envió como salvador del mundo.
Dicho lo anterior, regresemos al
Antiguo Testamento e intentemos comenzar de nuevo pero con un enfoque distinto.
A partir de la segunda mitad del
siglo XIX, inició en el medio oriente una actividad arqueológica incansable que
llevó a desenterrar miles de tabillas de arcilla en distintas zonas de lo que
actualmente es Siria, Irak y Kuwait.
Gracias al descubrimiento de la
piedra Rosetta y de otras estelas de piedra encontradas en los desiertos del
medio oriente, se pudo recuperar y reconstruir el conocimiento de antiguas
lenguas muertas, y con ello se lograron descifrar miles de textos grabados
sobre arcilla en lengua cuneiforme y jeroglíficos egipcios.
Y fue así como la humanidad
actual pudo abrir una ventana al pasado y observar a los pueblos de la más
remota antigüedad mediante sus escritos.
Gracias a estos avances en la arqueología
y la lingüística, hemos podido conocer sus relatos, sus leyendas, tradiciones,
costumbres, leyes, mitos, conocimientos astronómicos y su religión.
Fue como encontrar un modo de viajar
al pasado sin dejar el presente.
Detengámonos un momento para
explicar que es la piedra Rosetta.
Hacia el año 196ac en Egipto, el
faraón Ptolomeo V ordenó redactar un texto denominado Decreto de Menfis, el
cual estaba relacionado con el culto a su persona (los faraones se consideraban
a sí mismos Dioses), y para ello se utilizó una piedra de granito de 112 centímetros
de largo y 75 de ancho.
En esta piedra se redactó el
decreto en tres idiomas: demótico, egipcio y griego. Eran las lenguas que se
hablaban en Egipto en esa época.
Con el paso del tiempo, la piedra
cayó en el olvido y quedó sepultada bajo toneladas de arena hasta que a
principios del siglo XIX, en una expedición militar en Egipto realizada por los
franceses, estos desenterraron la piedra y la enviaron a Alejandría de donde
posteriormente los Ingleses, los más grandes ladrones del mundo moderno, se la
llevaron a Londres, al museo británico, donde permanece actualmente.
Las primeras dos lenguas, demótico y
egipcio, eran totalmente desconocidas en el siglo XIX.
Sin embargo la tercera lengua,
el griego, aunque era una versión antigua, fue posible descifrarla gracias al
conocimiento de griego antiguo que aun se enseña en algunas universidades. Al
descifrar el texto en griego, se pudo hacer una analogía con las otras dos
lenguas y conocer el significado de cada uno de sus símbolos.
Esto dio como resultado que se
pudiera crear un alfabeto de la lengua jeroglífica egipcia y de esta forma, se
pudieron descifrar los miles de textos que están grabados en todos los monumentos
y tumbas.
Algo similar ocurrió con las
tablillas de arcilla escritas en antiguo sumerio y que fueron encontradas en lo
que hoy es Irak, Kuwait y Siria. Gracias a otras estelas en piedra redactadas
en varias lenguas, se pudo establecer la base para conocer la antiquísima lengua
sumeria y con ello, descifrar todos sus escritos.
A partir de estos descubrimientos
y durante todo el siglo XX, surgieron nuevas ciencias especializadas en el
estudio de la antigüedad a través de los escritos contenidos en las piedras de
arcilla en el medio oriente.
Hoy en día existen especialistas
académicos, con doctorados en lingüística, historia antigua, arqueología y
otras ciencias afines que se dedican a estudiar lo que ya se ha traducido y a
continuar con los trabajos de traducción.
Lo que han descubierto los ha
llevado a reconstruir progresivamente el pasado.
Y aquí es donde volvemos a tomar
el hilo con nuestra historia inicial: El Antiguo Testamento.
Se ha podido demostrar que
amplios pasajes contenidos en el Antiguo Testamento, proceden de tradiciones
mucho más antiguas. El relato de la creación del mundo y el del diluvio, por
mencionar algunos, son historias muy antiguas, escritas en lengua cuneiforme
sumeria hacia el 2500 ac, y estas a su vez proceden de tradiciones orales aún más
antiguas.
Esto ha dado pie a mucha
controversia en la manera como actualmente se aborda la lectura del Antiguo
Testamento.
Los que atacan a la Sagrada
Escritura usan estos descubrimientos para demostrar, según ellos, que la Biblia
es cualquier cosa menos palabra de Dios.
Otros simplemente ignoran los
descubrimientos y siguen aferrados a leer e interpretar la Biblia de manera
literal, llegando a extremos como los de afirmar que el mundo fue creado en siete
días (literal), y negando toda la evidencia científica sobre el origen del mundo,
del universo y del hombre. Y lo que es peor, rechazando por ignorancia toda la
riqueza poética metafórica de los textos.
Y existe otro grupo de personas,
académicos principalmente, que abordan todos estos descubrimientos para escudriñar
el Antiguo Testamento y descubrir toda su riqueza literaria, cultural, histórica
y filosófica. Gracias a estos especialistas, hemos podido descubrir, entre
otras cosas, el altísimo nivel de sofisticación de la antigua poesía hebrea, sus
más profundas convicciones, su cosmovisión del mundo y como se relacionaban con
los demás pueblos de la antigüedad.
Hemos podido también conocer como
la antigua cultura Israelí influyo en los demás pueblos y a su vez, como estos
aportaron elementos culturares e incluso religiosos a la vida cotidiana del
pueblo elegido.
Todo esto es estudiado sin ningún
tipo de enfoque religioso ni teológico. Puramente científico. Para los que
somos creyentes, o al menos para el que suscribe, estudiar estas formas de
acceder a los textos bíblicos no hace más que enriquecer e incrementar la
convicción de la fe, dotándola de elementos académicos que sirven como
instrumentos para llegar más allá de lo que una lectura piadosa nos puede
aportar.
Es precisamente sobre esta última
línea de estudio sobre lo que trata esta serie de artículos sobre el Antiguo
Testamento que he decidido redactar para mi blog.
Para ello, la especialista cuyo
trabajo vamos a estudiar se llama Christine Hayes, estadounidense, egresada suma
cum laude de la Universidad de Harvard en Estudios Religiosos y Doctorada en Estudios
Clásicos Bíblicos y Rabínicos por la Universidad de California.
Especialista en estudios
talmúdicos y del midrash. Ha realizado estancias e investigaciones en Israel y
es actualmente profesora de Antiguo Testamento en la Universidad de Yale.
Los próximos artículos están basados
en sus clases de Antiguo Testamento en Yale los cuales están disponibles al
publico en general en la plataforma digital YouTube. Esto forma parte de un
programa de acceso gratuito al conocimiento que algunas de las mejores
universidades en el mundo proporcionan.
Próxima entrega: El Antiguo
Testamento – Parte I (Ideas Radicales).
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