La boda de Darío.
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| La Boda en el Castillo Medieval. |
El salón de eventos Castillo de
Gerry lucía imponente por dentro y por fuera.
Majestuosa construcción ubicada a
un costado de la carretera que conecta la ciudad de Matamoros, Tamaulipas con
la playa Bagdad. Se le llama castillo porque de hecho es un castillo construido
al estilo medieval. Su estructura externa es semejante a la del castillo Bodiam
ubicado en la zona este de Sussex, Inglaterra.
Fue construido sobre una planta
rectangular con cuatro torres en la fachada, de las cuales las dos centrales
son de mayor grosor que las esquineras. Puerta central de madera de cedro, y
ventanales estilo gótico distribuidos por todo el perímetro de la construcción.
Dispone de un foso que es
alimentado por una fuente de agua que se conecta con la piscina del patio
frontal.
Una verdadera obra de arquitectura
medieval en plena zona fronteriza del estado.
La noche del sábado 22 de
diciembre del 2018, el castillo estaba lleno de distinguidos invitados
procedentes de las ciudades de Matamoros, Monterrey, Saltillo, México, McAllen
y San Antonio, Texas.
Esa noche se celebraba la boda de
Dariana y Alexander, quienes profundamente enamorados uno de otro, se habían
jurado amor eterno unas horas antes frente al juez del registro civil.
Los novios habían tenido muy
claro desde el principio que la fiesta sería temática en su totalidad.
Aprovechando la monumentalidad del castillo y su reminiscencia de tiempos
medievales, decidieron solicitar vestimentas de la época a todos los invitados,
incluyendo meseros y organizadores.
La comida, el vino y la música
eran con temática medieval también.
Optaron por elegir el menú de la
Reina, el cual se integraba de tres tiempos.
Al principio, los invitados
disfrutarían de una entrada con fruta fresca cortada, acompañada de vino
especiado Piment.
Después, para el primer plato,
tres degustaciones que iniciaban con una ensalada de pato a la naranja, seguida
de empanadas rellenas de espinacas y piñones, y finalizando con un guiso
freixals a base de carne con especies.
Para el segundo plato, ternera de
vaca bruna del pirineo catalán, aderezada en licor de naranja y anís
estrellado.
Y finalmente, los postres a base
de coulant de almendra y miel, sobre una cuna de crema de avellanas.
Para las bebidas, se optó por dos
estilos.
Para acompañar los alimentos se
ofrecieron variedades de vino blanco poesía con denominación de origen
Cataluña, vino tinto cuatro gotas con denominación de origen Rioja, Cava Brut
natural, Gran Amat, agua y cafés.
Para amenizar la fiesta, los
novios eligieron bebidas medievales típicas del sur de Francia en el siglo XV: Soccatumo
Eauchirle a base de agua y vino. Melicratum, que consiste en una mezcla de vino
con aguamiel. Y el afamado Oxymelum, una mezcla de vinagre, vino tinto y miel,
en la que se mantiene un equilibrio entre la dulzura y la acidez de sus
ingredientes. De alto consumo en las clases populares durante el medievo.
Las copas y platos, como era de
esperarse, eran de bronce, plata y oro laminado.
Para la música y entretenimiento
se contrataron los servicios de bufones al estilo medieval. Para la
iluminación, los novios optaron por antorchas eléctricas a insistencia de
Dariana.
El vestido de la novia era de
seda blanca con brocados en forma de flores y aves multicolores. El asargado de
seda con fondo color violeta había sido importado de Turquía, y la trama
superpuesta estaba cosida a mano con hilos de oro y platino. Siete lizos de
terciopelo gris con figuras geométricas en color topacio y zafiro cubrían la
parte baja del vestido y se extendían por toda la espalda.
Los zapatos eran de piel de ñandú
con finos acabados en color violeta y coronados con dos perlas grandes con
certificado de autenticidad. Sombrero de pluma y una capa larga de piel color
avellana.
El novio
por su parte vestía una fina sotana color gris plateado, ajustada con un
cinturón grueso con hebilla de oro blanco e incrustaciones de piedras de
esmeralda, zafiro y rubí. La capa era color oscuro, de piel de oso, y las botas
negras le llegaban hasta las rodillas.
El resto
de los invitados portaban prendas muy similares. En la carta de invitación se les
había exhortado a imitar lo más posible las vestimentas de la serie Juego de
Tronos. Todos cumplieron con el requisito al pie de la letra. Entre amigos y
familiares acordaron representar algunas de las familias de la serie y sellaron
un pacto de no agresión durante las festividades.
Veinte
bufones amenizaban la fiesta tocando flautas, tambores, e instrumentos de
cuerda medievales. Llevaban la música a todos los rincones del salón mientras
bailaban y recitaban poemas en lengua provenzal y castellano antiguo.
Algunos hacían piruetas y
malabares para el beneplácito de los invitados, quienes se animaban a bailar
con ellos al ritmo de aplausos y golpes de pie en el suelo.
En una de las mesas principales,
una de las invitadas gritaba ¡Darío! ¡Darío! sin que nadie supiera con
certeza a quien llamaba.
En la segunda planta del
castillo, los amigos del novio iniciaron un combate con espadas de plástico
para simular una rencilla entre dos familias rivales. Miembros de la casa Stark
iniciaron una escaramuza contra la familia Arryn. El inminente derramamiento de
sangre solo pudo ser evitado gracias a la intervención de Alexander y Dariana.
Uno de los bufones anunció la
llegada del Conde Alexandru de Transilvania quien traía un regalo para los
novios de parte de su amo y señor. La puerta se abrió y un personaje alto,
vestido impecablemente, entregó un pergamino al novio el cual enumeraba los
obsequios contenidos en el baúl que cargaban dos de sus súbditos.
Como parte del programa, los
organizadores habían creado una serie de juegos y competencias a lo largo del
recinto. Algunos asientos tenían mensajes grabados en la superficie, los
invitados tenían que encontrarlos, descifrarlos y acceder a premios o bien, dirigirse
a otras áreas del salón para encontrar tesoros perdidos. Todos los premios eran
en efectivo en billetes de veinte, cincuenta y hasta cien dólares.
Algunos premios eran más sofisticados:
tickets para conciertos en Monterrey y Houston, boletos de viaje al caribe, y
un viaje a Europa para dos personas durante siete días.
Esto provocó que mucha gente
anduviera de pie, corriendo de un lado hacia otro. Algunos tropezaban y caían provocando
las risas de los invitados.
Dariana, la novia, no daba
crédito a todo lo que estaba ocurriendo. Era la mujer más feliz del mundo en
ese momento.
Había tenido un sueño sobre como sería
la fiesta, se lo había contado a Alexander, y el sueño se estaba convirtiendo,
minuto tras minuto, en una auténtica realidad. Era una prueba del inmenso amor
que su novio sentía por ella. Era una prueba del calibre de hombre que había
elegido como esposo.
Solo una cosa la perturbaba.
En una de las mesas se escuchaba
de vez en cuando una voz que gritaba ¡Darío! ¡Darío!
Nadie le hacía caso. No había ningún
Darío en la fiesta. Eso le devolvía la alegría y seguía bailando con su
flamante esposo en el centro de la pista.
En una de las mesas de honor, el
padre del novio observaba la fiesta abrumado por tanta mamada según sus propias
palabras.
Le había tocado el honroso papel
de financiar la fiesta al cien por ciento. La familia de Dariana no tenía recursos
y su hijo Alexander era el primogénito, y el más querido de sus cuatro hijos e
hijas. Su esposa lo convenció de satisfacer todas y cada una de las ideas y ocurrencias
de Dariana.
—Es la futura madre de nuestros
primeros nietos, que no se te olvide eso.
Nació en la ciudad de Monterrey, al
cumplir dieciocho años se cruzó al lado americano de manera ilegal. Dos años
después se enlistó en el ejército estadounidense y peleo en Afganistán donde
perdió la pierna izquierda, víctima de una bomba fragmentaria.
A su regreso, ya con la
nacionalidad estadounidense y con una prótesis de última generación, se enlistó
en una escuela de negocios donde tomaba clases nocturnas mientras trabajaba
durante el día como intendente en un edificio en la ciudad de Chicago, en los
Estados Unidos.
Se graduó como licenciado en
finanzas corporativas y fue reclutado por una de las firmas que se ubicaban en el
mismo edificio.
Diez años después manejaba un portafolio
de inversiones cuyos fondos multimillonarios procedían del medio oriente. Era
ya un hombre rico cuando conoció a Mariana, su esposa, en un viaje de negocios
a la ciudad de Monterrey. Se enamoraron y se casaron en una boda sencilla.
Su fortuna se incrementó hasta
llegar a los cien millones de dólares justo cuando cumplió 54 años. Por eso no
se inmutó cuando el organizador de la boda puso el presupuesto en su
escritorio.
Seiscientos mil dólares, incluido
la renta del helicóptero que lo llevaría a el y a su familia del aeropuerto de
Brownsville al patio trasero del Castillo de Gerry.
Desde un inicio, cuando su hijo
le anunció sus planes de boda, estuvo dispuesto a gastar lo que fuera
necesario. El insistió en que la fiesta se realizara en San Antonio, Texas, la
ciudad donde radicaban todos. Pero los padres de Dariana no tenían visa y
Dariana no celebraría ninguna fiesta sin sus padres. El respetó eso y aceptó
las condiciones.
Nunca en su vida se había
disfrazado de nada. Y ahora estaba ahí, junto a su esposa e hijos, disfrazado
de Lannister y rodeado de enemigos por todos lados. En la mesa de enfrente, los
Targaryen lo observaban con detenimiento.
En la mesa de al lado, Rob y
Sansa Stark lo miraban también con recelo, mientras que en la mesa de atrás,
Lady Alerie, esposa de Mace Tyrell, lo observaba con deseo, sabedora quizá de
su fortuna.
—¿Cuánto tiempo más va a durar
toda esta mamada? —preguntó discretamente a su esposa Mariana.
—Durará lo que tenga que durar.
Es la boda de nuestro hijo y toda esta gente es, a partir de hoy, nuestra
familia. ¡Alégrate un poco caramba! Ven, vamos a bailar con los bufones.
Rechazó la invitación y Mariana
se levanto a bailar con su nuera Dariana y dos bufones.
La fiesta continuo con baile,
música, bebida y mucha algarabía. Cada uno de los presentes representaba su
papel a la perfección.
Fue después del segundo plato,
justo cuando los meseros se disponían a iniciar el reparto de los postres y
vinos, cuando el bufón principal convocó a todos los presentes a que lo
escucharan con atención mientras hacía sonar una campanita.
—Grandes nobles e ilustres
potentados —inició el bufón.
<< En esta noche de
invierno y de equinoccio, bajo la inmensidad del brillante plenilunio, os
invito una vez más a celebrar con alegría la unión de dos familias de antiquísimo
abolengo. Dos familias cuyas raíces se hunden en lo más profundo de la región
media de una tierra muy lejana de este lugar.
Es momento de dar paso, ¡oh
ilustrísimos y nobles invitados! a la sesión de brindis por los novios.
Primero, tendremos el honor de escuchar al gran duque de Borbón, invitado
especial de la familia Lannister, quien dará unas palabras para beneplácito de
todos los presentes.>>
El duque de Borbón no era otro
que Peter Hernández, un holgazán bueno para nada y muy amigo de Alexander,
el novio. Se conocían desde niños, estudiaron juntos y vagaron por Europa y el
medio oriente durante dos años sabáticos. Después de eso, Alexander regresó
para integrarse a la empresa de su padre, mientras que el duque de Borbón
continúo su holgazanería auspiciada por su madre, rica empresaria del valle de
Texas.
—Esto es demasiado, voy a tomar
un poco de aire fresco —dijo el padre del novio a su esposa mientras se dirigía
a la puerta principal.
No quería escuchar las tonterías
de Peter.
Un rato después regresó, justo a
tiempo para escuchar el brindis de la segunda invitada de honor.
Era una de las tías de Dariana,
Filipina Robles Fugaz. Rondaba los cincuenta años, guapa, de buen ver,
trabajaba como gerente de logística en una empresa maquiladora de la localidad.
Y estaba muy borracha.
La mezcla de vino tinto con Oxymelum
había producido un fuerte efecto en muchos de los asistentes. Filipina era una
de ellas.
Estaba acostumbrada al Whiskey, y
esta combinación le produjo un efecto de embrujo y posesión de espíritus chocarreros.
Se paro frente a todos y rechazó
el pergamino que contenía su discurso de esa noche. Voy a improvisar le
dijo al bufón.
Clavó su vista vidriosa en Dariana
mientras hacía esfuerzos por mantener la verticalidad, y comenzó su discurso.
<<Parece que fue ayer
cuando te vi por primera vez mi niño precioso, no tengo palabras, no tengo
palabras…no tengo palabras para decirte lo mucho que te quiero ¿te acuerdas
cuando te llevaba a jugar en los columpios? ¿te acuerdas?>>
Filipina esperó la respuesta y el
silencio se apoderó del salón completo.
<<Eres la persona más valiente
que conozco>>
Los ojos de Dariana se llenaron
de lágrimas. Alexander había perdido el color. Se le veía pálido y sumamente
incómodo.
Mariana su madre, y su padre,
pronto se dieron cuenta de que todo mundo los observaba. Sus hijos menores
tenían la vista clavada en la mesa y no se atrevían a levantarla.
<<Quiero hacer un brindis
por la persona más valiente que conozco>>
<<Quiero brindar por ti mi
niño hermoso, mi héroe, mi valiente de capa sagrada>>
<<A ver, levanten sus copas
y brindemos por Darío, digamos ¡Salud!>>
Casi todos en el recinto se
pusieron de pie, levantaron sus copas, y voltearon a ver a los padres de
Alexander en espera de su aprobación.
Fue entonces cuando la madre
comenzó a intuir que algo muy raro estaba pasando. Se puso de pie, camino hacia
los novios y casi gritando exigió una explicación.
—¿Qué es lo que está pasando aquí
Alex? ¿Puedes explicármelo?
Filipina se acercó y le dio la
explicación que tanto demandaba.
—Esta hermosa mujer, tu nuera, para
mi es y seguirá siendo mi querido sobrino Darío, ¿verdad que sí papito?
Mariana casi se cae por el
connato de desmayo. Sintió que su corazón se detenía y le comenzó a faltar el
aire.
Su esposo la agarró de la espalda
y la sentó nuevamente a la mesa.
Lo que pasó después fue una
escena extremadamente bochornosa. Muchos de los invitados aprovecharon para
salir a tomar aire fresco y dar un paseo por la alberca del castillo. No
querían ver ni escuchar nada.
Los bufones hicieron lo mismo.
Hubo gritos y reclamos por parte
de los padres de Alexander.
Lo que más les dolía era que
todos en la fiesta, todos, absolutamente todos sabían lo que pasaba, menos
ellos. Eso era alta traición según Mariana.
—¡Ahora si te la mamaste cabrón!
¡Te la mamaste! —exclamaba el padre de Alexander.
—¡Necesito que se calmen los dos!
—intentó defenderse Alexander.
—¡Que me calme! ¿Quieres que me
calme? —gritaba su madre desesperada— ¿Quién es este hombre o mujer o lo que
sea? ¿Quién?
—Se llama Dariana y no voy a
permitir que le falten al respeto.
—No voy a permitir, no voy a permitir.
¡Tu que vas a permitir cabrón! —intervino el padre.
—Dime una cosa, te voy a hacer
una pregunta y fíjate bien lo que vas a responder.
—Necesitan calmarse primero. Así
no podemos hablar.
Nadie ponía atención a lo que
pasaba con Dariana. Reclinada en el regazo de su madre, lloraba desconsolada
sin saber que hacer ni que decir.
—Te voy a hacer una pregunta y
quiero que me la respondas ahora mismo.
—No voy a responder nada hasta
que se calmen.
—Dije, ¡Ahora mismo!
Alexander lleno sus pulmones de
aire, exhaló, y con gesto de resignación esperó la pregunta.
—¿Trae palanca al piso?
—¿Cómo?
—Me oíste. ¿Trae palanca al piso?
Todos lo que aún estaban en el castillo
escucharon la pregunta.
Dariana exclamó un grito de dolor
y la tuvieron que sacar a la piscina para que tomara aire fresco. Estaba fría
la noche pero eso no importo. La capa de piel la protegía.
El papá de Alexander ordenó que
prepararan el helicóptero. Ya no había nada que hacer ahí.
—¿Cómo pudiste hacernos esto
hijo? —decía la madre en actitud cabizbaja.
Mientras recorrían el camino
rumbo al helicóptero, pudieron ver a un grupo de hombres levantando unas
maderas y una soga en la parte trasera del castillo.
La madre de Dariana había dado la
orden de aplicar un correctivo a la tía Filipina. Después de una rápida
deliberación entre los miembros de la familia, habían acordado aplicarle la
garrucha. Era uno de los métodos de castigo corporal usados durante la edad
media. Consistía en colgar a la víctima de los brazos y someterla a caídas
bruscas que le dislocaban los hombros.
No llevarían el castigo tal cual.
Le colgarían los brazos e inmovilizarían la cabeza para aplicarle un método más
mexicano: el tehuacanazo.
Popularizado por la policía
mexicana de la década de los 70s y 80s en el siglo pasado. Se sujetaba la cabeza
del desafortunado, y se agitaba un refresco de agua mineral de marca Tehuacán
con un dedo puesto en la boquilla de la botella. El gas se liberaba en la nariz
del preso y terminaban confesando lo que fuera.
Sería una larga noche para la tía
Filipina.
El piloto del Jet Cessna Citation
estacionado en el aeropuerto de Brownsville, Texas dio la bienvenida a la toda
la familia.
—Bienvenidos a bordo. Los esperábamos
para más tarde pero es un gusto tenerlos de regreso. ¿San Antonio o Houston?
—San Antonio por favor.
Después de tomar asiento y
ordenar una bebida, llamó a su abogado.
—Necesito hablar contigo mañana
mismo a primera hora en mi oficina. Vamos a hacer unos cambios en los fideicomisos
de mis hijos. Y de paso hablaremos de mi testamento. Necesito hacerle unos
cambios también.
Llevaban veinte minutos en el aire sin cruzar
una sola palabra. Todos iban absortos en sus pensamientos.
—Si tiene —dijo levemente
Mariana.
—¿Dijiste algo mi amor?
—Si tiene.
—Si tiene ¿qué? ¿quién?
—Dariana. Si tiene palanca al piso.
Lo noté cuando bailé con ella y los bufones, pero creí que era parte del ajuar.
Su esposo se llevó la mano a la
cara, inclinó la cabeza, y comenzó a reírse en silencio ante el asombro de su
esposa.

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