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—Mi hijo era el mejor hijo del
mundo. Nunca me dio problemas. Siempre fue buen estudiante, inteligente,
alegre, educado y muy cariñoso conmigo. Cuando me dijo que quería estudiar
medicina, yo le dije que por qué una carrera tan larga. El me respondió que su
misión en esta vida era salvar vidas. Y desde el segundo semestre de
preparatoria se enlistó como voluntario de la Cruz Roja. Trabajaba los sábados
y a veces no regresaba hasta el domingo por la tarde. Mi hijo era el más bueno
de todos los hijos del mundo. Ayer precisamente se cumplieron dos años de su
desaparición y mi corazón siente la misma angustia y dolor como la del primer
día en que lo reportamos a las autoridades. Desde entonces todo ha sido un ir y
venir, hemos ido a la capital del estado y del país. Mi esposo y yo hemos hecho
de todo para saber algo de él. A estas alturas nos conformamos con recuperar su
cuerpo.
La mujer rompió en llanto durante
varios minutos.
Evangelina Can Guajardo, su
interlocutora, le facilitó un pañuelo desechable y respondió:
—Hábleme de la infancia de su
hijo. ¿Cómo era de niño?
—Ay Dios, era un niño hermoso,
bello, siempre de buen humor. Aunque a veces era bastante travieso. Mire, una
vez rompió el vidrio de esta ventana jugando futbol con sus amiguitos. Desde la
calle pateó el balón y hasta acá vino a dar. Hubiera visto su cara, ¡su carita!
Haz de cuenta un angelito que no había hecho nada. En vez de regañarlo me puse
a reír. Esa cara me derretía. Siempre fue muy amiguero. Y viera usted que desde
niño siempre fue muy leal y protector.
—¿Tenía alguna novia cuando
desapareció?
—Tuvo una novia en la prepa pero
terminaron cuando entró a la facultad de medicina. Se la pasaba todo el día
estudiando, no tenía tiempo para la muchacha y esta se aburrió.
—Hábleme de sus pasatiempos
favoritos.
—Mi hijo era un apasionado de la
lectura y la música. Siempre estudiaba con música y hasta antes de entrar a la
facultad, le daba por escribir. Mire, aquí tengo algunos de sus poemas.
La mujer sollozaba mientras
desenrollaba unas hojas con textos escritos por el hijo.
—Mi hijo era bueno, noble, dulce,
responsable, amoroso conmigo, y muy dedicado a sus estudios.
—Puedo ver señora que a pesar de
su ausencia, su muchacho vive en su corazón.
—Vive y late dentro de mi corazón
y de mi alma. Su risa, sus travesuras, sus discusiones, todo, todo de él vive
en mí.
—Y eso de algún modo hace que el
siga vivo. Me refiero a eso que dicen, que las personas solo mueren cuando se
les olvida.
—Pues sí, solo necesito saber que
fue de él, donde está. Esta incertidumbre me está matando señora, no puedo
seguir viviendo así.
—Claro, claro. La entendemos
perfectamente.
—¿Puede usted ayudarnos?
—Estamos llevando a cabo un nuevo
censo. Hacemos un barrido para actualizar nuestras bases de datos y procurar
todo el apoyo posible a los familiares de personas desaparecidas. Y si,
nosotros podemos ayudar mediante el seguimiento a través de nuestra organización.
—Dios derramará todas sus
bendiciones sobre usted por tan noble labor. No se imagina lo agradecida que
estamos mi familia y yo con este apoyo.
—Nada que agradecer. Es nuestro
trabajo. Es el compromiso hecho por nuestro padre celestial. El hizo una
promesa al pueblo y piensa cumplirla cueste lo que cueste. Seguiremos en
contacto, vaya tranquila.
La mujer se quebró nuevamente en
llanto mientras era acompañada por una asistente hacia la salida. Ya no hubo
intercambio de palabras ni despedida.
Evangelina Can Guajardo, apodada
la cobra, respiró hondo, exhaló y preguntó a las dos asistentes que habían
estado presentes durante la charla:
—Ok, ahora lo que sigue. De
acuerdo al nuevo protocolo de búsqueda, del cual ustedes ya fueron informadas,
¿Qué procede en estos casos?
Las asistentes se miraron una a
otra sin responder.
—Va de nuevo —exclamó la cobra
con un tono de impaciencia— Necesito saber si comprenden el nuevo método de
búsqueda. ¿Qué procede ahora?
Una de las jóvenes respondió:
—Según el nuevo protocolo, cuando
una persona vive en los recuerdos de otra, aun cuando no este físicamente, la
persona vive.
—Muy bien —respondió la cobra—
¿Qué más?
—Por lo tanto, si la persona vive
en la memoria de sus familiares, técnicamente hablando no está desaparecida.
—¡Vas muy bien Karlita! ¿Qué más?
—Y por consecuencia, la persona
no debe continuar en la lista de personas desaparecidas.
—¡Perfecto! ¡Bravo! Lo has
entendido perfectamente. Y ya para cerrar ¿Qué es lo que se hace?
—Se llena el formato, se elimina
el estatus de desaparecido, se firma, y se envía a las oficinas centrales del CULERO
(Centro Unificado Logístico Emancipado Representativo Operacional) para su
actualización en las bases de datos federales.
—¡Exacto! Te felicito Karlita. Y
te auguro un gran futuro en nuestro movimiento.
—¿Y que le decimos a las madres?
—Nada.
—¿Ya no hay que regresar con
ellas? ¿Y si preguntan cómo va la investigación?
—La función de ustedes termina aquí.
El resto lo manejan la Comisión de Derechos Inhumanos en coordinación con el
CULERO. Y ahora si me disculpan, tengo una reunión en el congreso.
—Hasta luego Licenciada y
gracias.
—De nada y hasta nunca.
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