El Rey del Mundo.
Poderoso Señor. |
…”A continuación lo llevó el
diablo a un monte muy alto y le mostró todas las naciones del mundo con todas sus
grandezas y maravillas. Y le dijo: <Te daré todo esto si te arrodillas y me
adoras>”… Mateo 4:8-9.
—¡Me resulta imposible entender tu estupidez¡ Te he dado mil y una pistas y nada. Me he mostrado ante ti tal cual soy, y no has sido capaz de comprender absolutamente nada.
—Algunas cosas si que las he
entendido muy bien.
—Entonces dime ¿Quién soy? ¿Cuál
es mi nombre?
—Eres dueño de los tiempos
¿cierto?
—¡Muy cierto!
—Entonces no tendrás ningún apuro
si te pido que comencemos desde el principio. Nuevamente. Despacio y sin
prisas. Dime, ¿por qué debería conocerte?
—Porque yo soy quien soy por lo
que soy, y como tal he sido conocido y admirado desde siempre.
—¿Admirado por quién?
—Por todos. Soy el más amado y el
más buscado desde tiempos inmemoriales.
—¿Por qué te buscan las personas?
—Con mi ayuda, el ser humano se
convierte de potencia en acto puro y llano. Con mi ayuda, el ser humano
concreta su potencial, lo hace realidad, alcanza sus sueños, cumple sus más
locas fantasías, se llena de vitalidad y esperanza. Con mi ayuda, el hombre
sale de las sombras y se convierte en plenamente humano. Solo con mi ayuda, el
hombre puede conocerse a sí mismo, tal cual es, sin atavismos ni falsas
moralidades.
—Solo Dios, el Altísimo, puede
conceder todo eso que mencionas.
—Y una vez más, te vuelves a
equivocar. No tienes remedio. Por mi los hombres conocen su verdadera esencia,
esa que está ahí, escondida, guardada por capas de convencionalismos. Es gracias
a mí que el hombre emerge de la simpleza y se convierte en un ser grande y
libre. A mi me buscan ricos y pobres, buenos y malos, creyentes y ateos. Ante
mi se inclinan adoradores de ese Dios Altísimo en quien tanto creen y a quien
tanto veneran. Por mi se han iniciado guerras, destrucción, asesinatos,
hambrunas y genocidios. Por mí, el ser humano es capaz de todo. De cualquier cosa.
Es por mi y solo por mí que el hombre descubre sus verdaderos límites. Es
gracias a mí que el hombre comprende su verdadero alcance. Por mí el hombre se
envilece una y otra vez. Nadie se escapa.
—Ya no me queda ninguna duda. Te
eres el mismísimo demonio, Satanás.
—Y una vez más, te vuelves a
equivocar. No tienes remedio. Satán está demasiado ocupado con sus propias luchas.
¿te rindes?
—En este mundo, el mundo en el
que los hombres nacen, crecen y mueren, solo hay dos fuerzas cuyos caminos
llevan a lugares opuestos. Este es un mundo dominado por el bien y el mal. ¡No
hay medias tintas! El hombre tiene la libertad de elegir el camino y asumir las
consecuencias de lo bueno y lo malo. Tu no eres Dios, eso me queda claro. Y
tampoco eres el demonio, eso queda muy claro también. Tu no eres nada más que
un simple bocón, farsante, engañador e inútil con el que he estado perdiendo mi
tiempo. Eso eres, un gran farsante.
—Y una vez más, te vuelves a equivocar.
No tienes remedio. ¿No te avergüenza ser tan ingenuo?
Por primera vez en su larga
discusión, el interlocutor se quedó sin palabras. Sin saber que hacer ni que
decir. Cansado y aburrido, respondió:
—¡Ilumíname entonces oh gran
misterio! ¡Me rindo! ¿Quién eres?
El ente enigmático esbozó una
gran sonrisa, entrelazó los dedos de sus manos, y con una mirada fija y sin
parpadear respondió:
—Me llamo PODER.
Comentarios
Publicar un comentario