Alondra

 



—Y los ojos ¿de qué color son?

—Sus ojos son un misterio. El color de sus pupilas varía según el tono de sus prendas. En ocasiones son verdes, en otras son de un color avellana. Cuando viste ropa clara y le da el sol de frente, adquieren un color marrón claro.

—Pero ¿cómo son? ¿grandes o pequeños?

—Son de tamaño regular pero cuando te observa fijamente, se miran grandes e imponentes. Uno de sus ojos tiene un lunar que la hace inconfundible, única, y muy especial.

—Y ¿cómo es su mirada?

—¡Enigmática!

—¡Explícate!

—No hay explicación. Lo enigmático no tiene explicación. Cuando te mira fijamente y esboza una sonrisa, el mundo alrededor se detiene. El tiempo, los sentidos, los pensamientos, todo se detiene.

Yakub pasó saliva, se frotó las manos, y preguntó:

—¿Y cuando me la vas a presentar?

—Pronto, pronto.

—Eso me has dicho desde hace un mes. Solo dime donde trabaja o donde estudia.

—Pronto amigo, no te desesperes.

—Y su pelo, ¿cómo es?

—Es largo, lacio y color castaño. A veces, se hace un doble chongo que la hace lucir más joven aún.

—Y de cuerpo, ¿qué tal?

—Te quedas boquiabierto.

—¿Tanto así?

—Literal.

—¿Tiene bonitas piernas?

—Tiene un cuerpo perfecto. Entrena todos los días en un gimnasio.

—Ah ya, ya entiendo. Tiene cuerpo musculoso.

—¡No! Tiene un cuerpo marcado y muy bien proporcionado. Cuando se viste de gala parece modelo o actriz de cine. Es más, tiene un gran parecido con una joven actriz muy popular.

—¿Cómo se llama la actriz?

—No me acuerdo.

—Haz un esfuerzo carajo.

—Ahorita me tengo que acordar. ¿Vas a disparar otra ronda?

—¡Claro! ¿Lo mismo?

—Lo mismo para no enfermarme.

La chica que atendía la barra los escuchó y de inmediato procedió a preparar dos Vampiros más, con doble porción de tequila añejo cristalizado, y un side extra de limón.

El recinto estaba a reventar. Ubicado sobre la avenida Álvaro Obregón, a menos de doscientos metros del puente internacional que conecta la ciudad de Matamoros con Brownsville, TX. Esa noche se celebraba algo importante en México, aunque a la mayoría no le importaba. Para un buen sábado de reventón no hacen falta fechas importantes.

—Oye, pero así como la describes, me imagino que ha de ser bien mamona.

—Para nada. Es muy gentil, buena onda, sencilla en su trato; pero quien la busca la encuentra.

—¿Es belicosa?

—Es una chava que cuando algo no le gusta o alguien se pasa de listo, puede ser impulsiva. Te pasas de listo, te cancela.

—¿Tú la has visto enojada?

—Un par de veces. Es picuda la chava. No tolera que nadie se pase de la raya con ella ni con sus amigas. Es de las que nunca abandona a los suyos.

—Cabrón, me has hablado tanto de ella que ya me estoy enamorando. Es más, te voy a contar algo.

—Espérame un segundo Yakub, creo que vi a alguien.

—¿A quién? ¿Dónde?

—¡No puede ser!

—¿Qué paso?

—¡Qué suerte tienes cabrón!

—¿Por qué? ¿A quién viste?

—Voltea discretamente hacia la entrada. ¿Ves al grupo de morras que van llegando?

Yakub dio un giro mortal de 180 grados que casi le tuerce el pescuezo.

—¿Las cinco que van echando desmadre?

—Una de ellas es la joven de la que te estás enamorando. Ahora si ¿Qué me ibas a decir?

Yakub no respondió. Se quedó mudo, estático y sin parpadear por unos segundos.

Después clavó la mirada en su Vampiro y no hablo por un par de minutos.

—¿Todo bien? —preguntó la joven del bar.

—Todo bien amiga.

Yakub permanecía en silencio, sin querer voltear.

—¡Ya la vi!

—¿A quién?

—Ya la vi cabrón. No mames ¡Esta Chulísima!

—Pero si aún no te digo quien es.

—No hace falta. Me la has descrito tantas veces que ya la identifiqué. Y también ya se a quien se parece. No mames, ahora si te la mamaste cabrón. ¡Que morra tan chula!

Yakub se veía pálido y parecía respirar con dificultad.

—¿Te cagaste verdad cabrón? Ve al baño.

—Ni madres, de aquí no me muevo. ¿Qué haces? No, no jodas, guarda el celular.

—Quiero tomarte una foto para que te mires luego. A ver, voltea.

—Guarda esa madre. No me gusta que me tomen fotos.

—Que conste que yo aún no te digo cuál de ellas es. Viene con cuatro de sus amigas.

—¿Las conoces también?

—Si, a todas.

—¿De dónde las conoces? Eso no me lo has dicho.

—Eso es irrelevante. Una de ellas, la más alta, se llama Naira. La que lleva el jeans ajustado con zapatillas se llama Carlota. La de minifalda y zapato industrial negro se llama Nefertiti; y la más bajita de todas, la del escote amplio, se llama Mía.

—Están bien guapas todas, pero ella en especial. Neta que te quedaste corto.

—Pues no se hable más. Vamos para presentártela.

—Espérate güey. ¿Cuál es la prisa?

—No le saques cabrón.

—Todavía no me acabo el Vampiro.

—El Vampiro, el vampiro, ¡si cómo no! Estas cagado de miedo.

Yakub pidió otra ronda a la mesera. Y replicó.

—Primero dime como se llama.

—Te la presento y que ella misma te lo diga.

Yakub dio un largo trago a su vampiro, hasta el fondo para darse valor.

—¡Vamos pues!

 

Continuara …




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