Calores Perros

 




“Hay voces que quieren apagar nuestro movimiento”

“Hay voces que insultan, agreden, y buscan desestabilizar nuestra lucha”

“Pero que les quede claro a todos esos espurios vendepatrias: NO NOS VAN A DETENER”

“Mentiras, mentiras y más mentiras. Calumnian todo el tiempo, rumiando su mediocridad”

“Que se oiga claro y que se oiga fuerte: Nosotros solo servimos al Pueblo”

“NOSOTROS SOLO SERVIMOS AL PUEBLO”

“Acostumbrados al derroche y a la facha clasista, buscando siempre el bienestar personal e ignorando a los que más necesitan. Se acostumbraron a los lujos y a la ignominia, a las parrandas desenfrenadas. Su hambre de dinero y de poder no tiene límites. Manchan el legado histórico de nuestros héroes nacionales, que nos dieron patria y bienestar, que nos quitaron el yugo canalla de los invasores sin escrúpulos”

“Ahora vienen muy indignados. Están muy indignados según ellos. ¿Por qué? Porque el pueblo ya los desecho de la historia. Ya no existen. No son NADA”

Tiburcio Puk Simbrón, orador en turno, hizo una pausa y dio un trago largo a la botella de agua. Se bebió un litro de un tirón, y aun así seguía con sed. Candidato a diputado federal por el partido CUINO (Confederación Unida de Izquierdas Neoprogresistas Organizadas), aspiraba repetir en el congreso para continuar una misión encomendada por el mismísimo líder supremo de la República Popular Democrática del Quetzal.

A esa hora del día, con el sol en plenitud, el termómetro marcaba 45 grados centígrados a la sombra. La gente arremolinada alrededor del quiosco lo escuchaba sin entender. Tenían sed, les ardía la piel y estaban empapados en sudor.

Fulgencio Peregrino, uno de los asistentes al mitin, había llegado muy temprano desde su pueblo gracias a la imponente infraestructura logística proporcionada por el CUINO.

Con su mano derecha arreciaba el movimiento para darse aire con su sombrero. Con su mano izquierda sostenía el sándwich de jamón que le habían dado los organizadores desde la mañana. El calor le había disipado el hambre.

El orador carraspeó un poco, agarró un segundo aire, y continuó con su discurso:

“Ahora nos quieren venir a enseñar lo que significa el honor y la justicia. Ellos que se robaron todo y dejaron al pueblo en la miseria, ellos mismos quieren sacar raja de la situación. Pero no se los vamos a permitir”

“Yo les pregunto a ustedes: ¿Cuál es nuestra verdadera esencia? ¿Cuál?”

“Yo mismo les respondo: La Resistencia”

“En efecto, somos descendientes de pueblos que resistieron y sobrevivieron por milenios a las inclemencias del tiempo. Nuestros antepasados se abrieron camino a través del frio, del calor extremo, de la persecución de otros pueblos y de animales depredadores. Descendemos de un pueblo que supo sobreponerse a todo”

“¿Qué era para ellos un día de calor extremo? ¡NADA!”

Entre los asistentes al mitin se podían ver algunas señoras que levantaban sus pies momentáneamente, uno después del otro, para mitigar el calor del pavimento que se filtraba por las desgastadas suelas de hule de sus huaraches.

—Disculpe señor, ¿le falta mucho al licenciado? —preguntó una de las señoras al organizador que se encontraba a escasos metros de ella.

Este le respondió que ya faltaba poco. Ya mero señito, aguante un poco más.

“Y ahora nos quieren venir con el cuento de los apagones”

“Si como no, ajá”

“¡Que si los apagones del bienestar! ¡Que si el que la hace la apaga! ¡Que si el último en salir apaga la luz!”

“¡Puras PATRAÑAS!”

“¡No entienden! ¡No han entendido nunca que en la república del Quetzal las cosas ya cambiaron!”

“¡No entienden la austeridad de nuestro movimiento!”

“¡Que mas da si hay o no hay luz!”

“Yo les pregunto a ustedes, ¿qué más da? ¡Somos un pueblo unido que no se amedrenta ni se achica ante las inclemencias del tiempo! ¡Somos herederos de la raza de bronce!”

“¡SOMOS EL FUEGO ETERNO!"

"¡A quien le importa los APAGONES"

¡Para qué demonios queremos luz!"

Fulgencio Peregrino había dejado de escuchar al orador desde hacía varios minutos. Toda su atención estaba enfocada en su cuerpo. 

Justo donde el coxis termina se habían formado unas gotas grandes de sudor que la trusa de algodón ya no podía absorber. Casi al mismo tiempo, las glándulas sudoríparas de las paredes interiores de sus nalgas comenzaron a producir grandes cantidades de sudor.

Se concentró lo más que pudo e intentó revertir la situación. Había leído un libro de autoayuda y control mental y estaba convencido de que el que domina la mente, lo domina todo. ¡No esta vez!

Pudo sentir un rio de sudor filtrándose por el interior de su trasero, descendiendo hasta la zona noble de sus dos amigos. Todo estaba perdido. Asfixia y sensación de ahogamiento. Lo peor estaba por venir.

La trusa era nueva. La compró ex profeso para el evento. La trusa fue arrasada sin piedad y muy pronto comenzó a empapar el pantalón de tela delgada color caqui.

Sus temores se estaban materializando. Le habían prometido una foto con el candidato al final del evento, una foto para colgar en la sala de su humilde hogar. Una foto para poder contarle algo interesante a sus nietos y que estos a su vez perpetuaran el legado a sus descendientes.

Tenía que evitar a toda costa que el sudor llegara a la parte frontal del pantalón. Si no, todo estaría perdido.

Hizo un último intento. Apretó el trasero y realizó un movimiento de retirada intentando revertir el flujo natural de salida. Como el esfuerzo que se hace para llegar al baño cuando se trae diarrea. Fulgencio lo intentó.

Fulgencio fracasó.

La mancha oscura era ya manifiesta en la parte frontal de su pantalón. Como si se hubiera orinado.

¡No podía salir asi en la foto!

—¡Que perro está el calor! — le comentó una señora que estaba a su lado.

Fulgencio no le respondió.

Su mente estaba ya en el siguiente mitin. El candidato daría un último discurso al día siguiente, en un pueblo cercano.

Ya pensaría en una solución.


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