Motivos de Peso

 




Hace un par de días coincidí con un amigo en una cafetería ubicada en uno de los principales centros comerciales de la ciudad. Después de saludarnos y hablar brevemente de las altas temperaturas, surgió el asunto electoral como tema de conversación. Lamentablemente la charla se tuvo de detener a los pocos minutos por mutuo acuerdo ya que los ánimos se estaban saliendo de control. De inmediato me di cuenta de que el tema de las campañas y del desempeño del actual gobierno federal era algo que afectaba a mi amigo. Lo ponía de malas.

Su rostro se encendió, su piel se puso roja, y el gesto se endureció cuando le dije que la candidata del gobierno tenía muchas posibilidades de ganar.

—¿Has dicho que tiene muchas posibilidades? —me preguntó con disgusto.

—Así es. Lamentablemente así es. —respondí.

—¿De veras crees que tiene muchas posibilidades? —me preguntó aún más enojado.

Yo guarde silencio. Lo observé por unos instantes, y entonces me dijo airadamente:

—No es que tenga posibilidades. ¡Claudia va a arrasar en la elección! ¡Tu candidata, la otra señora, no tiene ni la más mínima oportunidad! ¡Y vienes a hablar de posibilidades como dando a entender que la otra señora tiene alguna posibilidad! ¡Que ingenuo eres!

Le respondí que nada está escrito y que las encuestas, salvo algunas excepciones, suelen errar en sus predicciones. Me tomó unos minutos darme cuenta de lo mal informado que está mi amigo. Repite todo lo que el presidente dicta desde palacio en sus conferencias mañaneras.

Entonces tomé una decisión rápida. Decidí que no quería entrar en un debate porque el resultado sería una amistad debilitada. Mi amigo es una excelente persona, noble, de buen corazón, muy decente y agradable. No iba a perder todo eso por culpa de una disputa de opiniones. Ya he perdido demasiadas personas en tiempos recientes por culpa de la pandemia. Los pocos amigos y amigas que tengo valen mucho para mí.

Decidí escribir este artículo en respuesta a los señalamientos que hizo mi amigo a todos los conservadores de la mafia del poder. Esos que se oponen a la realización plena de la cuarta transformación.

¿Por dónde empezar? Son tantos los temas. Es preciso elegir unos cuantos, los más relevantes, y desarrollarlos con la mayor exactitud y síntesis posible. Por tal motivo propongo las siguientes líneas de discusión:

  • Autoritarismo Ideológico.
  • Autoritarismo en los Medios.
  • Resultados de Gestión Pública.

Autoritarismo Ideológico.

“Estas con la transformación o estás en contra” “No hay medias tintas”

Una de las maravillas de las sociedades democráticas es la libertad de pensar y decir lo que se quiera, siempre y cuando no se atente contra la dignidad ni derechos del resto de las personas.

En una sociedad democrática, cada quien es libre de manifestar sus creencias, vivir acorde con ellas, convivir con personas de otros credos, preferencias, etnias y convicciones políticas. Las sociedades modernas son polifacéticas, multiculturales, y esto se manifiesta en las distintas narrativas que se entrelazan, se rechazan, se vuelven a cruzar, y al final se nutren unas de otras. Cualquier escenario que restringa estas garantías no puede llamarse sociedad demócrata.

Un gobernante demócrata debe estar preparado para escuchar las variadas voces del pueblo que gobierna. Y más tratándose de México, país con una rica tradición multicultural que lo mismo agrupa liberales, conservadores, socialistas, socialdemócratas, ambientalistas, entre otros.

Un gobernante demócrata debe estar preparado para convivir con la oposición.

Un gobernante demócrata no puede llamarse como tal mientras inculca en el imaginario colectivo la idea de buenos y malos. La idea de que hay personas (las de clase media), que son aspiracionistas, individualistas, conservadores y muy fifís. La palabra fifí, por cierto, fue muy celebre durante las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado. Se refería a las personas fresas, adineradas, con hábitos y costumbres que chocaban con las del pueblo sufrido.

Los fifís conservadores son los malos del cuento en la narrativa de la cuarta transformación. Son los que están en contra del pueblo y que siempre se han aprovechado de él. Es momento de odiarlos, despreciarlos y decirles que en este nuevo México ya no hay lugar para ellos. Serán exhibidos, serán señalados, y serán perseguidos de un modo u otro.

Por otro lado, los buenos son todo el conglomerado denominado pueblo, que para la ideología de la 4T son todas aquellas personas, sin importar credo, raza, religión, pasado o preferencias políticas previas, que se hayan unido a la causa de la cuarta transformación. No hay más “requisitos”. Si te adhieres al movimiento pasas a formar parte de los buenos, pasas a formar parte del pueblo bueno y sabio.

Buenos y malos.

Los de la derecha conservadora son los malos. Los de la izquierda progresista son los buenos.

El presidente dijo en una de sus conferencias “yo estimo que son alrededor de 20 millones de personas de clase media que son muuuuuy conservadoras”.

¿Cuántos de esos 20 millones votaron por él?

No lo sabemos con certeza, pero estadísticamente es válido suponer que fue una cantidad importante de votos los que obtuvo en 2018 de ese bloque “conservador”. Lo hicieron porque independientemente de sus convicciones políticas e ideológicas, decidieron darle un voto de confianza. Y lo hicieron porque ante todo son demócratas y creen en la alternancia en el poder como el mejor medio para llevar las riendas del país.

La fórmula del demócrata es sencilla: el que gobierna bien, merece repetir. El que gobierna mal, no merece ser votado.

 

Autoritarismo en los Medios.

Una de las acusaciones que lanzó mi amigo durante la charla fue que los medios periodísticos, en su mayoría, se dedicaban a atacar al presidente sin tener ningún fundamento. Ávidos del chayote perdido (contratos de publicidad del gobierno otorgados a los medios de comunicación) se dedican a despotricar contra el movimiento de la 4T, un día si y el otro también.

Los medios de información y los periodistas a nivel individual tienen dos funciones primordiales: informar y criticar.

Informar consiste en presentar los acontecimientos locales, regionales, nacionales y a nivel mundial, de una manera pronta y expedita. Sin sesgos. Los hechos tal como ocurrieron.

Criticar consiste en señalar las fallas y los éxitos del gobierno en turno en materia de política pública, gobernanza, seguridad, gasto público, educación, entre otros muchos rubros. Criticar no significa hablar mal con mala intención. Criticar se aplica en su sentido filosófico, en el sentido de analizar racionalmente y con bases medibles los resultados del gobierno y señalar sus fallas.

Esta es una misión fundamental para cualquier sociedad democrática. Si no se da, entonces la sociedad está en problemas. Está en la oscuridad. No puede evaluar el desempeño de sus gobernantes y queda a merced de ellos.

…”pues para eso está la mañanera, el presidente informa puntualmente al pueblo de todo lo que se necesita saber”…

Esta respuesta de mi amigo es una clara muestra del impacto de la narrativa presidencial en amplios sectores de la población. El chiste, como dicen los comediantes, se cuenta solo.

La crítica frontal al gobierno no nació en tiempos de la cuarta transformación. Tiene ya varias décadas de llevarse a cabo de manera libre y autónoma. Algunas veces tendenciosa, con periodismo cargado de intereses, eso sí hay que admitirlo.

En los países libres existen tres tipos de periodismo: 

  • El periodismo a modo: los jilgueros del gobierno en turno. Reciben dádivas y están dispuestos a celebrar cualquier cosa que proceda del oficialismo. Sea lo que sea. Carecen de ética.
  • El periodismo serio, que critica al gobierno con pruebas y datos. Suelen ser muy responsables y asumen los costos de su profesión.
  • El periodismo tendencioso y sensacionalista que solo busca el beneficio personal, obtener lectores y seguidores en las redes. Carentes de ética.

Desde tiempos del expresidente Vicente Fox hemos visto el fortalecimiento de estas tres formas de hacer periodismo. Como olvidar las críticas a las ridículas botas de Fox en eventos de etiqueta con otros gobernantes, a sus ocurrencias y tonterías, a su mal desempeño en puntos clave de su gestión. Como olvidar la crítica feroz y mordaz a la estrategia de seguridad del ex presidente Calderón; y de Peña Nieto ya mejor ni hablamos, era el hazmerreír de toda la prensa.

El periodismo se adapta a los tiempos. Se acusa de que en tiempos actuales es más virulento contra el poder que en sexenios anteriores. Es probable. Pero nuevamente, el periodismo se adapta y fluye con las dinámicas del poder en turno. Nunca antes, por mencionar de paso, un presidente de México utilizó el púlpito para atacar a periodistas en cadena nacional, exhibiendo datos personales y poniendo en riesgo su integridad.

Los periodistas son los ojos y oídos del pueblo. Son también la voz de los que no se pueden expresar. Tanto los que alaban como los que critican al gobierno sirven para informar y guiar la opinión pública. Ese es el ejercicio democrático, nos guste o no.

Imponer un solo tipo de periodismo, el que elogia y alaba todo lo que el gobierno hace, es una práctica autoritaria que nos aleja de la vida democrática.

 

Resultados de Gestión Pública.

En todas las entrevistas y videoconferencias que he visto en YouTube sobre el desempeño del gobierno actual, cuando se toca el tema de resultados, los defensores de la 4T adoptan una postura muy similar. Recurren de inmediato al pasado. Todos viajan al pasado. El periodo que más les gusta es el sexenio del ex presidente Felipe Calderón.

Todos los problemas que actualmente enfrentamos (dicen) es por culpa de Calderón, y si no lo creen, vean donde está García Luna. ¿Por qué no hablaban de resultados en tiempos de Calderón y Fox? ¿A ver por qué ahora sí?

El segundo recurso al que apelan es a la descalificación, al insulto, y a interrumpir constantemente a sus interlocutores.

Y finalmente, cuando las circunstancias los empujan a hablar, entonces recurren a la mentira. Hablan de otros datos (como lo hace constantemente el presidente), rechazan las cifras oficiales publicadas por las mismas instituciones gubernamentales, y explican que todo es una cacería de brujas, una guerra sucia, un ataque de los conservadores, y así se la llevan, lanzando proclamas y descalificaciones.

Y así esperan que yo les crea.

—¿Cuánto es dos más dos mi estimado Contador?

—Eso depende. ¿Cuánto quiere usted que sea?

Este era un chiste muy de moda en mis tiempos mozos cuando cursaba estudios de Contaduría Pública en la Universidad, hace ya varias décadas.

En materia de salud, seguridad, delincuencia, educación, micro y macroeconomía, derechos humanos, corrupción, relaciones internacionales, entre otros, el actual gobierno ha tenido un desempeño muy pobre. No lo digo yo, lo dicen los datos del propio gobierno y los de instituciones independientes, nacionales y extranjeras.

Cuando el presidente es confrontado con los datos de su mismo gobierno, este dice que no es cierto y que él tiene otros datos. ¿Cuáles? Pues otros datos.

Esto último sobra y basta para toda la población que apoya al presidente y le creen todo lo que dice. Sin intentar averiguar un poco más, sin apelar al sentido común más básico. Pero en México existimos personas que creemos en los datos y en la información que se puede obtener de ellos. Algunos, como es mi caso, hemos trabajado durante muchos años en base a datos y estamos acostumbrados a entregar resultados a nuestros jefes y empresas. Estos se demuestran con datos, con gráficas, con reportes, con análisis cotejados y validados por terceros.

Resulta muy difícil aceptar que existen otros datos que nadie más conoce.

Resulta muy difícil aceptar que dos más dos sean cinco.

 

Con afecto y aprecio para mi amigo. En una democracia todas las ideas políticas son importantes y merecen el respeto de los demás.

 



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