La Italiana.

 




La noche del sábado 9 de enero del 2010, el museo de la Hermandad México-Cuba ubicado en la ciudad de Tuxpan, Veracruz ofreció al mundo un espectáculo nunca antes visto en la historia de ambos países. Mucha tinta corrió a raíz de los acontecimientos que ahí ocurrieron. Periodistas de todo el mundo llegaron a granel buscando entrevistar a los principales testigos presenciales. Los hechos estaban grabados y documentados por los medios audiovisuales, aun así, la prensa mundial buscaba afanosamente corroborar lo ocurrido y sobre todo, aclarar las versiones que de ahí emanaron posteriormente. Esta es la historia.

 

Grandes celebridades del mundo del deporte, la política y del mundo empresarial, se dieron cita esa noche para presenciar un evento competitivo de clase mundial. Siendo temporada invernal, el clima estaba muy agradable por tratarse de una zona tropical. Doce grados centígrados con una ligera llovizna y algo de niebla daban al evento un toque mágico y alegórico.

El museo de la Hermandad México-Cuba estaba celebrando su primera competencia internacional de nado libre el cual consistía en cruzar el rio Pantepec, que desemboca en Tuxpan, por la zona más ancha de su trayectoria a través de la ciudad. Mil sesenta metros de ida y vuelta desde el museo hasta el otro extremo, a la altura de la calle José Adem Chahín.

El trayecto a seguir en el agua estaba delimitado por un corredor de veinte metros de ancho por el cual las competidoras deberían nadar. Este se había construido con boyas eléctricas que emitían pulsos intermitentes de luz metálica.

Era una competencia para mujeres exclusivamente. El corredor representaba por sí solo un gran reto ya que las corrientes subterráneas del rio podía desviar con facilidad a cualquier competidora y ser descalificada por ello.

Ochenta y siete participantes se apersonaron esa noche en busca del codiciado premio: Cien mil dólares americanos para el primer lugar, setenta mil dólares para el segundo y cincuenta mil para el tercero. Todos entregados en Bonos de Deuda Pública emitidos por el gobierno cubano y respaldados con el aval de la Secretaría de Relaciones Exteriores del gobierno mexicano. Pagaderos a tres meses.

El ambiente era festivo. Había música en vivo, puestos de antojitos mexicanos y comida cubana, bebidas alcohólicas de todo tipo, y se ofrecían habanos gratis a los invitados especiales. La crema y nata de la ciudad y del estado se habían dado cita para celebrar la hermandad entre ambos países y presenciar una competencia inusual en esa zona.

Entre las participantes se encontraban nadadoras experimentadas procedentes de Cuba, Haití, Jamaica, Puerto Rico, Estados Unidos, Filipinas, Rumanía, República Checa, España, Portugal, Grecia, Italia y México.

Entre las asistentes se encontraba la cinco veces campeona de nado libre Ioana Breneschi, rumana de nacimiento, nacionalizada estadounidense y ganadora absoluta del estrecho de Gibraltar, que une a España con el norte de África.

También se contaba con la presencia de Vilma Kruschev, de la República Checa, quien había batido el récord mundial al cruzar el Canal de la Mancha en 8 horas y 47 minutos, desde la ciudad de Dover en Inglaterra hasta el paso de Calais en el lado francés.

Ximena del Santo Espíritu Huahuancó, cubana, campeona absoluta del Derby Varadero-Cayo Hueso-Flamingo. Una ruta que sale de Cuba y llega a las costas de la Florida en Estados Unidos. Muy riesgosa por la presencia de mantarrayas y tiburones blancos, sin contar con las despiadadas corrientes marítimas capaces de hacer desaparecer a los nadadores más experimentados.

Para la conducción del evento el museo contrató los servicios de dos personalidades de la región: los primos Andy y Tavo Cervantes. Originarios de la hermana ciudad de Poza Rica, Veracruz y muy conocidos en los medios locales y regionales. Abogados de profesión, expertos en organización de eventos y manejo de imagen personal.

Andy había sido contratado por el museo a recomendación expresa del secretario de turismo del estado. Su trabajo consistía en narrar la competición para los asistentes apoyado en un potente micrófono adherido a una diadema con auriculares, unos binoculares portátiles con luz infrarroja, y un radio de baja frecuencia para comunicarse con los jueces de ambos lados del río.

Tavo por su parte había sido contratado para servir de enlace entre las competidoras y los medios de información, quienes habían abarrotado el muelle del museo. Su trabajo consistía primordialmente en coordinar las entrevistas entre las competidoras y los periodistas de radio y televisión. También era responsable de coordinar el apoyo médico para las nadadoras si se daba el caso.

El reloj marcaba las 10pm en punto cuando se escuchó el disparo de salida.

Un contingente nutrido de mujeres en traje de baño se precipitó por el muelle y se lanzaron al agua en búsqueda de honor y gloria.

Para algunas era una competencia más, un éxito más en su carrera. Para otras, era la primera oportunidad de formarse un nombre y un prestigio, un patrimonio de reconocimiento para honrar a sus padres, esposos y llenar de orgullo a su descendencia.

No había mañana. Se habían preparado a conciencia para esa competición. Sabían los riesgos que implicaba por la temporada, el clima y lo traicionero de las aguas. El rio Pantepec era famoso por su aspecto tranquilo en la superficie y por la brutal vorágine de corrientes y alimañas marítimas en la profundidad.

Solo el ruido lejano de la música se escuchaba después de haber recorrido los primeros cien metros. El parpadeo intermitente de las boyas era lo único que las nadadoras podían percibir. Era lo único que necesitaban.

Desde el muelle, Andy comenzó a narrar el evento con mucho profesionalismo.

—Señoras y señores ¡Este evento es único! Puedo ver que van muy parejas aun, aunque logro distinguir a cinco que ya han tomado la delantera. Una de ellas es nuestra compatriota nacida en Tecolutla. ¡Viva México!

Los ánimos de la gente se incendiaron y comenzaron de inmediato una porra para la paisana.

¡Siqui ti bum a la bim bom bá! ¡A la vío, A la vá, a la bim bom bá! ¡Tecolutla, Tecolutla RÁ RÁ RÁ!

Matracas, sonajas, tamborazos y muchos brindis se apoderaron del recinto.

La banda había dejado de tocar para permitir que los asistentes escucharan la narración de Andy. Y no los defraudó.

—Señoras y señores ¡Esta competencia la ganamos porque la ganamos! A la rumana ya le dio un calambre.

Vítores, más brindis y más porras se escucharon a varios kilómetros a la redonda.

Mientras tanto en el agua, la cubana del Santo Espíritu Huahuancó y Vilma Kruschev de República Checa habían tomado la delantera con una marcada diferencia sobre las demás. Iban prácticamente a mitad del río. Habían logrado establecer un ritmo semi rápido en las brazadas alineándose constantemente en un ángulo contrario a las corrientes, para evitar salirse del corredor.

Hasta ese momento, nadie, absolutamente nadie, se había percatado de la competidora italiana.

Había llegado prácticamente de última hora y su inscripción al evento estuvo llena de irregularidades. No presentó ningún examen médico ni registros de competencias anteriores. No aparecía en el ranking mundial y el resto de las competidoras no parecían conocerla. En su ficha de registro solo puso su nombre de pila y la inicial de su primer apellido: Apolonia T.

Organizadores y asistentes escuchaban con atención la narración de Andy y nadie se percató de que la italiana aún estaba en tierra.

Charlaba animadamente con un periodista que la entrevistaba para una cadena televisiva regional. Solo Tavo Cervantes estaba al tanto de ella y con marcado gesto de desesperación le indicaba con señas al periodista que ya terminara la entrevista.

Se llevaba la mano derecha al cuello y sin dejar de ver al reportero le hacía la seña de corte. Ya córtale compadre.

La italiana estaba relajada y no mostraba indicios de preocupación. Por momentos volteaba hacia el río y agudizaba la vista para intentar ver a sus rivales. El periodista que la entrevistaba había vivido en Italia en su juventud y eso le permitía mantener una charla amena y fluida con ella al tiempo que le iba informando lo que Andy decía.

La cubana del Santo Espíritu Huahuancó y Vilma Kruschev de República Checa llegaron finalmente a la otra orilla completando la mitad del recorrido. Y Andy lo informó a todos los presentes con bombo y platillo.

—¡Ya vienen de regreso la cubana y la checa!

Y ese fue el detonante.

La italiana se despidió del reportero con un beso y le prometió todas las entrevistas que quisiera para después. Ciao caro mío.

Ya era momento de lanzarse al agua.

Y al agua se lanzó.

Andy fue el primero en reaccionar. La vio correr por el muelle y un instante después la vio desaparecer en el agua. ¡Ah cabrón y esta de donde salió!

Lo primero que hizo fue voltear a ver a su primo Tavo. Este se encontraba muy enojado y señalaba al reportero como el culpable del retraso. Primo, no me reclames a mí, fue este güey ¡puta madre!

—Señoras y señores. Tenemos una competidora que recién se acaba de lanzar al agua. Deseémosle suerte y que regrese con bien.

Casi nadie lo escuchó. La banda había comenzado a tocar un danzón a petición del presidente municipal. Con medio litro de Bacardí añejo entre pecho y espalda sintió muchas ganas de bailar con una de las edecanes.

Para muchos de los asistentes, sobre todo del mundo de la política, el evento era solo un pretexto para socializar, tomarse la foto y conocer gente nueva. La competencia les tenía sin cuidado, no les importaba. Se había rumorado la asistencia del gobernador del estado y eso produjo una oleada de invitados que llegaron, paradójicamente, sin ser invitados. El gobernador no llegó pero la música en vivo, la cena y los habanos gratis eran motivo de sobra para pasar el rato.

Tavo Cervantes se había calmado y charlaba animadamente con sus compañeros de equipo. La cubana y la checa ya venían de regreso y era cuestión de una hora o dos para que se tuvieran los nombres de las ganadoras. Entonces vendría lo pesado: coordinar a todos los periodistas, asignarles los espacios y tiempos para acceder a las competidoras, coordinar a los médicos para el estado de salud conforme fueran saliendo del agua. Aun había trabajo que hacer.

El único que estaba intrigado era Andy.

Por más que se esforzaba no lograba ubicar a la italiana. Debería haber sido algo fácil puesto que nadaba prácticamente sola. Por momentos lograba distinguir su cabeza saliendo del agua para perderse después durante minutos, y aparecer mostrando un avance significativo, casi imposible.

Lo que Andy veía medianamente a la distancia con sus binoculares infrarrojos era a una mujer nadando como poseída por el demonio. Unas brazadas poderosas perfectamente sincronizadas con la cadera y el movimiento acuático de sus piernas, y un control sobre la respiración más propio de un delfín que de un ser humano.

Muy pronto comenzó a rebasar a sus oponentes. Se cruzó con la cubana y la checa cuando estas ya venían de regreso y tuvo la osadía de sonreírles y lanzarles un beso tronado con los labios. Estas, como era de suponer, ni se enteraron del gentil gesto.

Al llegar a la orilla, la italiana salió del agua, atravesó corriendo la calle José Adem Chahín y se dirigió hacia una campanita ubicada ex profeso frente a una casa de dos pisos. Al llegar la hizo sonar, como lo exigía el reglamento, y después sonrió brevemente a los flashes de los reporteros que se encontraban en ese lado.

Uno de ellos tuvo el atrevimiento de pedirle unas palabras, y ella solo respondió A piú tardi baby. Y se lanzó de nuevo al agua. Su siguiente meta: alcanzar a la cubana y a la checa.

Andy había presenciado todo con sus binoculares y estaba estupefacto.

Tomó el radio y se comunicó con sus compañeros del otro lado.

—¿Estoy viendo visiones o es la italiana la que se acaba de aventar de nuevo al agua?

—Afirmativo Andy, es la italiana. Ya va de regreso.

Andy pasó saliva. ¿Cómo pudo hacer eso? Barrio con sus binoculares toda la extensión del río en busca de algo raro, algo o alguien que la hubiera ayudado. Solo se veían las brazadas del resto de las competidoras. Se comunicó por radio con el capitán de la marina asignado al evento para averiguar si había visto algo raro:

—Todo sin novedad Andy. Seguimos al pendiente.

Fue más o menos a la mitad del recorrido de regreso cuando la italiana alcanzó a la cubana y a la checa. Ambas nadaban empatadas, sincronizadas en sus brazadas, sabedoras que el primero y el segundo lugar estaban ya asegurados. Sería una final de fotografía. Se conocían de años atrás, habían surcado el mar del norte, el mediterráneo, el golfo de México y el mar caribe en innumerables competencias. Sabían que nadar juntas y sincronizadas era benéfico para ambas, y al final ganaba la que hubiera llegado con mejor condición física.

El estupor que sintieron al percatarse de la presencia de la italiana fue mayúsculo.

Esta intentaba pasar por en medio de ambas y rebasarlas, pero las dos amigas le cerraron el paso. Lucharían encarnizadamente sin importar las consecuencias.

La italiana esperó un poco, sin dejar de nadar se tomó un momento para disfrutar la pesadez del agua, el cielo nublado, y la llovizna helada que había comenzado a arreciar. Por un momento se sintió como en casa. Sintió añoranza por su tierra, o mejor dicho, por sus aguas. Esas que la vieron nacer y crecer. Las aguas que la vieron convertirse en lo que era. Siempre tuvo la convicción de que viviría en plenitud y moriría en su vejez en las bellas aguas de su patria querida.

Alcanzó a divisar las luces del museo y escuchó fugazmente la música de la banda. Ya estaban cerca, ya era la hora.

Llenó sus pulmones de aire y se sumergió durante varios minutos. La cubana y la checa la dejaron de ver y comenzaron a dar el último tirón por el primer lugar. La primera en percatarse fue la cubana quien exclamó petrificada para sus adentros Dios mío pero como puede ser eso.

En el muelle del museo, que estaba ya la vista, pudo observar a la italiana de pie, erguida, sonriente y acaparando los aplausos de los organizadores.

Andy Cervantes lo había presenciado todo y con palabras balbuceantes habló por el altavoz.

—Señoras y señores. ¡Tenemos ganadora!

Gritos, hurras y celebración al máximo.

Tavo Cervantes llegó con un enfermero y un médico al muelle y de inmediato colocaron a la italiana en una camilla. Su primo Andy le había comentado brevemente lo que había visto y estaban preocupados por la integridad física de la joven.

Rápidamente la llevaron a una enfermería construida para la ocasión y comenzaron a revisar sus signos vitales.

Ritmo cardiaco: normal. Oxigenación: normal. Pupilas: normales. Reflejos oculares: normales. Reflejos musculares: normales. Nivel de glucosa: normal. Temperatura corporal: normal.

El enfermero revisó dos veces los signos vitales. No había error.

El médico solicitó un análisis rápido de sangre para checar el nivel de las plaquetas y otros indicadores bioquímicos. Veinte minutos después recibió una llamada de la clínica militar adjunta: todo normal.

Era como si la joven italiana hubiera dormido una larga siesta y se acabara de despertar. No había indicios de desgaste, de ningún tipo.

Rápidamente se corrió la voz.

Entre los asistentes había un individuo que nadie sabía quien era. Hablaba con acento norteño y se hacía llamar Jayubín Barakaldo. El afirmaba sin pudor que la italiana no era homo sapiens sino una mezcla de humano con una especie alienígena emparentada con los reptilianos de la galaxia Andrómeda.

Y la pólvora estalló.

Todos querían entrevistarla. Tavo Cervantes tuvo que hacer uso de sus capacidades diplomáticas para establecer un orden y un tiempo para cada uno de los reporteros. El primero en entrar a la enfermería fue el mismo joven que había charlado con la italiana justo antes de lanzarse al agua. Le dieron preferencia porque dominaba la lenga de la joven.

Después de las felicitaciones y buenos augurios, el periodista le preguntó:

—¿De qué parte de Italia nos visitas amiga?

—¡Venezia!

—¿Habías competido con anterioridad?

—¡No como crees! ¡Es mi primera competencia! —respondió con una amplia sonrisa que ya estaba cautivando a medio mundo.

—Bueno, pero a ver, lo que hiciste es muy difícil de explicar. ¿No te dedicas a la natación profesional?

—¡No para nada! Nado todo el tiempo, es parte de mi trabajo, pero nunca había competido antes.

Esa respuesta dejó a todos helados. La entrevista se estaba transmitiendo en vivo en cadena regional y estatal. El micrófono del reportero se había conectado a los altavoces del lugar. El resto de las competidoras escuchaban sin entender.

—¿Qué estás esperando? ¡Pregúntale ya a que se dedica! —gritó Tavo desesperado.

El reportero afinó su garganta y empleando su mejor italiano realizó la pregunta.

La joven permaneció un par de minutos en silencio, observando a todos con cierto aire de diversión e inocencia. Y finalmente respondió:

—Soy Puta —exclamó con orgullo en un perfecto castellano.

Y sin dar tiempo a que el reportero replicara, sentenció:

—¡Sono la puttana piú importante di Venezia!

 


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