Los Mercados | ¿Quiénes son esos batos?

Unos tipos de cuidado.




—¡Quiero el nombre completo de esos dos cabrones! ¡Averígualo!

—Ya estoy en eso don Richard.

—¡No puede ser! De veras no puede ser. El diputado Mier da una declaración y esos batos la arman de pedo.

—Yo estimo que es cosa de un par de horas y tendremos los nombres completos don Richard. Cálmese, se le va a subir el azúcar.

—¡Como quieres que me calme! ¡Cómo! Si el mismo presidente, nuestro amado cabecita de algodón, tuvo que salir al quite en la mañanera. Bueno, hasta la doctora tuvo que hablar con unos batos y una ruca de un banco. Y todo por un par de pendejos que ni siquiera dan la cara. ¡No mamen!

Don Ricardo Montesquieu, don Richard para los amigos, estaba colérico. El día anterior se había registrado una alza intempestiva del dólar ante el peso. Eso significó una pérdida de miles de millones para el país, y aunque no entendía muy bien por qué, a don Richard le habían hablado desde presidencia para pedirle que ayudara a calmar las aguas.

Como líder de la cámara alta y representante de su partido ante la comisión de Economía, tenía que encontrar la manera de contener el problema y mitigarlo de la mejor manera posible.

Todo eso sacaba de quicio a don Richard. Apenas una semana antes había celebrado el triunfo de la doctora. A él le toco sacar a los de la CNTE del primer cuadro del zócalo, a punta de putazos. Fue él quien coordinó la preparación del templete para la celebración del triunfo. El personalmente contrató a los Ángeles Azules para la fecha del cierre de campaña.

Don Richard era tan valioso para el movimiento que lo hicieron senador, líder de la bancada, y representante ante la secretaria de economía para asuntos de comercio exterior.

No, ningún par de pendejos le iba a amargar la victoria. Ya tenía el apellido, solo faltaba confirmar sus nombres.

—Lo último que sabemos de ellos es que se esconden en la bolsa— aclaró Nemesio Estrada, secretario particular de don Richard al que apodaban la píldora.

—¿Cuál bolsa píldora? ¿Cuál bolsa?

—Pos así me pasaron el dato. Ya me comuniqué con la ministra y nos va a apoyar en todo lo que necesitemos.

Don Richard tomó su iPhone 14, cargó la aplicación YouTube y dio play al último video de Loret de Mola en el canal Latinus. Quería escucharlo de nuevo para ver si encontraba algún indicio.

Loret hablaba de que los Mercados habían reaccionado ante las declaraciones del candidato Mier y del presidente, en relación a la mayoría calificada en el congreso para su partido. Según el, la decisión de apropiarse de la Suprema Corte de Justicia, del INE y de otros organismos autónomos había puesto muy nerviosos a los Mercados y estos se habían confabulado para subir el precio del dólar, desestabilizar el peso, y poner en predicamento la economía nacional.

Repitió el video 3 veces y no detectó nada nuevo.

Definitivamente los mentados Mercados tenían que estar en alguna parte. Desde la mañana había dado ordenes de buscar conexiones entre ellos y el pedazo de estiércol de Claudio X. González. Algo tramaban.

—Me acaba de confirmar la ministra que no los vamos a poder localizar —confirmó la píldora con claros signos de agitación.

—Ah como de que no, me canso ganso. Ya le pedí a mi amigo el general que no los dejen salir del país. Estamos vigilando aeropuertos, cruces internacionales, casetas y estaciones de autobús y tren. ¡Los encuentro porque los encuentro!

—Sería mejor que le echara un fonazo usted mismo a la ministra don Richard.

—Mejor comunícame con mi amigo Celedonio, el jefe de la UIF. ¡Me vas a conocer píldora!

Don Richard y su ayudante, la píldora, buscaban afanosamente a los Mercados, y la noticia se hizo viral entre las distintas dependencias del gobierno. Muy pronto llegó a oídos de la prensa nacional e internacional, y del vocero presidencial.

Jorge Meléndez, reportero de Latinus, llevaba dos horas tratando de hablar con don Richard. Solo pedía diez minutos para una entrevista rápida.

Las reglas estaban muy claras: cero entrevistas a los pendejos de Latinus. Pinches periodistas de porquería.

Fue tanta la insistencia que don Richard cedió.

—Dile a ese cabrón que solo diez minutos. ¡Nada más! Quien quite y sepa algo.

La píldora descolgó el conmutador y pidió a la secretaria que dejara entrar al reportero. No le agradaba la idea pero a don Richard no se le podía contradecir.

Un par de minutos después entro una llamada urgente. Era de presidencia. La secretaria le dijo a la píldora ¡pásame a don Richard, le habla la secretaria de gobernación!

Don Richard tomo el teléfono y se puso rígido al escuchar la voz de su interlocutora. La conocía desde que era prácticamente una niña. Sus padres y el habían caminado hombro con hombro en la lucha contra la tiranía de los gobiernos anteriores, y habían acompañado al amado cabecita de algodón en muchos frentes.

Su mirada se quedó viendo al vacío y se le fue el color de la piel mientras se escuchaba una voz altisonante en la bocina del auricular.

Don Richard se quedó parado mucho rato después de haber terminado la llamada. La oficina estaba en silencio total. La píldora y el reportero lo observaban casi conteniendo la respiración.

Solo bastó una mirada para comprender en el acto que ya no habría entrevista.

—¡Ya los encontraron! —exclamó don Richard.

 


 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Una charla familiar

Mi Tía. El más grande regalo.

Las Científicas - Una historia familiar.