La Empresaria Fifí.

 




—Tal como lo estas escuchando amigo. Un millón de dólares al año, libres de impuestos.

—¿Y que tengo que hacer?

—Eso no te lo puedo revelar aún. ¿Jalas o qué? Eres el primero en mi lista, por favor dime que sí.

—¿De cuánto dijiste que es el negocio?

—Once billones.

—¿Once millones?

—¡No! Once billones, ósea, once mil millones de dólares.

Juan Carlos pasó saliva por segunda ocasión. Ni siquiera sabía cómo escribir esa cantidad.

Beca, su amiga, le estaba ofreciendo trabajo. Un puesto directivo con un salario neto de un millón de dólares al año, ¡libres de impuestos!

—¿Y de dónde vas a sacar ese dinero? - preguntó Juan Carlos.

—Hablaré con Elon Musk.

—¿Con quién?

—Elon Musk, el hombre más rico del planeta. Su fortuna se calcula en trillones de dólares. ¿De veras no sabes quién es? Es el dueño de Tesla, de SpaceX, de Neuralink, y de un montón de empresas más. Ese hombre va a colonizar el cosmos y yo estaré a su lado cuando ocurra. Perdón, tu y yo estaremos a su lado cuando eso ocurra.

Beca Monteverdi hablaba con entusiasmo desbordado.

Vestía con elegancia esa mañana. Envuelta en un vestido verde de seda con estampados en color plata y negro, con imágenes de flores y gatitos jugueteando, zapato abierto de tacón, un collar de piedras semipreciosas y un par de aretes discretos de oro blanco.

Era elegante de cuna y por educación.

La gente a su alrededor volteaba para observarla. Algunos con discreción, otros sin el menor recato.

El mesero se acercó para preguntar si ya estaban listos para ordenar.

—Solo tomaré la ensalada del duque y un té de frambuesas turcas por favor -respondió Beca.

Juan Carlos ordenó unos chilaquiles rojos con salsa albañil y un par de huevos revueltos.

—A ver amiga, dime una cosa: ¿Cómo le harás para contactar a Elon Musk? ¿Y cómo le harás para que te preste el dinero?

—Amigo, antes que nada déjame decirte que estoy muy contenta de estar aquí esta mañana. De verdad, tenía muchas ganas de verte, de platicar contigo, de escucharte. Siempre es grato charlar con gente inteligente.

—Ni lo digas Beca, el placer es todo mío. Oye, pero volviendo al punto ¿Cómo le harás para contactar a Elon Musk?

—Otra cosa que se me olvidó decirte: si decides aceptar el puesto, vas a tener que renunciar a lo que sea que estes haciendo ahora. ¿En qué estás trabajando actualmente?

—Doy clases en línea y el resto del tiempo me la paso haciéndome güey.

—¡Perfecto! Porque vamos a viajar mucho. Una de las condiciones que le pondré a Elon es la de un jet privado para moverme con mi equipo de trabajo.

—¡Asu! ¿Tanto así?

—Amigo, es que no estás entendiendo. Nuestro trabajo no va a ser encerrados en una oficinita. Vamos a tener oficinas en París, Londres, Zúrich, Tokio, y muy probablemente en Madrid. Tu conoces Madrid ¿cierto?

—Así es.

—Vamos a viajar mucho. La mitad del tiempo estaremos en el aire, por eso necesito que Elon nos compre un jet privado y de preferencia nuevo.

El mesero llegó con dos platos grandes.

Una ensalada del duque para Beca y unos chilaquiles rojos con huevo para Juan Carlos. Un te de frambuesas turcas y una coca cola regular.

—Beca, perdón que insista ¿cómo le harás para contactar a Elon Musk?

—Amigo, a todo esto, aun no me has respondido. ¿Puedo contar contigo para este proyecto?

—¡Por supuesto! Claro que sí.

—Vienen tiempos muy buenos para nosotros amigo, te lo prometo.

 —Perdóname que insista tanto, ¿cómo conseguirás ese dinero? ¿cómo le harás para contactar a Elon Musk?

—Tu y yo somos creyentes. Tu y yo sabemos que para Dios no hay límites, ¿cierto?

—Totalmente de acuerdo. Dios es el dueño de todo cuanto existe, existió y existirá. Para nuestro padre celestial no hay límites.

—Amén y Amén por eso.

—¿Qué tiene que ver Dios en todo esto?

—¡Todo! Absolutamente todo. Amigo, este proyecto en realidad no es mío. Es de Dios. El lo puso en mi corazón. Yo solo estoy obedeciendo sus indicaciones. ¿Me entiendes ahora?

Beca y Juan Carlos se habían conocido años atrás en una iglesia cristiana independiente, de corte neo pentecostal. Con el tiempo Juan Carlos se alejó en búsqueda de otras formas de alabanza y adoración. Beca permaneció fiel a su iglesia.

—¡Dos profetas me han dado palabra de revelación! ¡Dos profetas amigo! Y por si eso no fuera suficiente, hace dos meses me volvió a hablar, pero con más fuerza.

—¿Quién?

—¿Cómo quién? ¡DIOOOS!

El mesero se acercó para preguntar si necesitaban algo más.

—Estamos bien amigo, gracias —respondió Juan Carlos.

—El Apóstol de la iglesia dijo hace dos meses, en pleno sermón:

<< Esta mañana Dios hablo conmigo y me pidió que les entregara este mensaje. Es un mensaje para una persona destacada de esta iglesia. En realidad no se quien es, solo se que es mujer y el mensaje es para ella.

Te levantaré y te haré sentar junto a Faraón. Y serás su guía, y llevarás mi palabra por los confines del mundo.

Si estás aquí esta mañana hermana, quien quiera que seas, te pido que no ignores este llamado. Dios te está dando una orden y debes cumplirla.

Si estás aquí, ponte de pie, ven al estrado y muéstrale tu amor a Dios, muéstrale cuanto lo amas: tu ofrenda será multiplicada siete veces siete, por la gloria eterna de nuestro señor ¡ALELUYA! >>

—¿Y te levantaste a ofrendar?

—No porque no traía dinero. Pero ¿Qué crees? Nadie se levantó, ¡Nadie! Esa palabra era para mí Amigo. ¿Me entiendes ahora?

—Mas o menos.

—¿Quién era el faraón en la antigüedad? Vamos, tu si puedes responder esa pregunta, te encanta la historia, lo se.

—Pues no lo sé, era el hombre más poderoso y rico del planeta quizá.

—¡Exacto! ¿y quien es actualmente el hombre más rico del planeta? Ni te molestes en responder: ¡Elon Musk!

Juan Carlos comenzó a sentir un ligero cólico producto de los condimentos de la salsa roja. Necesitaba ir al baño y pronto. Conocía su cuerpo, era el momento de liberar excedentes gaseosos.

Beca seguía hablando sin parar:

—Amigo, no hay vuelta de hoja. Mi padre celestial me esta ordenando que busque a Elon Musk. Dios allanará mis caminos y me llevará directamente hacia él. Me hará sentar a su lado; probablemente me convierta en su consejera particular. Actualmente ese puesto lo tiene Jenny O’Neill pero estoy segura de que será para mí. Tengo tantos planes que ni te imaginas. Y eso sí, lo primero que haré será ordenar toda la agenda de trabajo de este hombre, porque ahí donde lo ves, siendo el más rico del planeta, es un desastre. Siempre llega tarde a sus juntas y termina invirtiendo donde no debe. En fin, por la gloria de Dios me sentaré al lado de el y seré su mano derecha. Y mi equipo de trabajo, tu entre ellos, estará justo detrás para apoyarme con la logística y todo lo que haga falta.

Juan Carlos aprovechó que el cólico se había disipado por un momento y pidió la cuenta al mesero.

—Amigo por cierto —comentó Beca en voz baja— en este momento no traigo ni un solo peso en la bolsa. Traigo un cheque de veinte mil dólares pero no lo puedo cambiar hasta pasado mañana. ¿Podrías pagar lo mío y yo te lo repongo en tres días?

—Claro que si Beca, con gusto. Y nada de reponerme el dinero, yo invito y lo hago de corazón.

—Que lindo eres ¡Gracias!

A Juan Carlos le volvió el cólico cuando vió la cuenta.

Como pudo se desplazó hacia el baño, encontró uno individual libre, y abrió el gasoducto hasta que sintió paz intestinal.

Ya con más calma se puso a revisar la cuenta:

Chilaquiles estilo albañil con huevo: $250 pesos.

Coca Cola de 750 mil.: $75 pesos.

Te de frambuesas turcas: $450 pesos.

Ensalada del Duque: $5,400 pesos.

Gran Total: $6,175 pesos del águila.

Sintió que el cólico le volvía y se apresuró a salir del baño.

—Joven —comentó— le voy a pagar con tarjeta.

 


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