Reflexiones | La Infancia – Parte I.
Caminaba una tarde dentro de una
plaza comercial y me detuve un momento frente a la vitrina de una librería. Mientras
observaba algunos títulos de mi interés me percaté de que había un matrimonio
joven batallando con una niña pequeña, de un año de edad aproximadamente. El
matrimonio se había detenido a unos metros de mí para dar un ultimátum a la
chiquitina: si volvía a tirar algo del carrito del mandado le iría muy mal.
Y le fue mal.
La niña tomó con sus manitas algo
de la bolsa del mandado y de inmediato lo arrojó al piso mientras celebraba su
acción. El padre cumplió su amenaza y le dio dos manazos fuertes en sus manitas
provocando el llanto inmediato. La niña quiso consolarse con su madre pero esta
le negó los brazos en señal de apoyo al padre. A los niños hay que educarlos
desde chiquitos.
Lo que estos padres ignoraban es
que ese es un impulso muy normal en los niños de esa edad. También ignoraban
que ese tipo de actividades (aprisionar objetos con sus manitas, levantarlos y
después arrojarlos) forma parte de un complejísimo proceso de maduración sensorio-motriz
y neuronal, muy necesario para un desarrollo sano. Es la manera como exploran el mundo que les rodea.
Y tristemente, ese par de padres
ignoran que al impedirle esa acción y castigarla físicamente, pueden provocarle retrasos en su desarrollo psicosocial posterior. La ignorancia al
servicio de la humanidad. Pero hay algo aun peor, cuando traté de explicarles
lo anterior, el padre me pidió que no me metiera en lo que no me importaba.
Y ese es el problema: que si me
importa, y mucho.
Poco tiempo después me encontraba
haciendo fila para realizar un pago en una tienda departamental. Detrás de mí
se formó alguien que resultó ser un conocido muy apreciado: mi mecánico eléctrico,
el mejor de la ciudad. Comenzamos a charlar y pronto estábamos hablando de su
matrimonio y en especial de su hijo de tres años. Me contaba con orgullo que su
hijo era el mejor portado de todos, de todos incluyendo los hijos de sus hermanos
y cuñados.
Me explicó que en las fiestas
familiares, su hijo era el único niño que no corría de un lado para otro, ni
subía las escaleras, ni gritaba, ni hacía travesuras de ningún tipo. Era un
niño modelo, y lo era gracias a la disciplina que el y su esposa imponían sobre
él. Paradójicamente esto le estaba causando problemas con sus padres y los de
su esposa (los cuatro abuelos del niño), quienes reclamaban airadamente que fueran
tan estrictos con su hijo.
Le pregunté por qué eran tan duros.
Intentaba averiguar si el niño era destructor o violento.
— Nada de eso —me dijo— El niño es
completamente normal, pero si le das cuerda no lo paras. Somos así con el
porque no nos gusta el ruido ni tener que estar cuidándolo
todo el tiempo, tu me entiendes, que no se vaya a caer o a provocar un desastre en la casa.
Entonces para que lo
trajeron al mundo pensé con mucha indignación.
—Pero si lo llevamos al parque y
tiene sus juguetes y todo —me aclaró.
¡Ah que alivio!
En otra ocasión asistí a una reunión de ex compañeros de trabajo. Fue en casa de uno de ellos, joven aun, casado y con un niño de ocho años a quien ya conocía de reuniones anteriores.
Al llegar noté su ausencia y pregunté
por él.
Su madre solo me sonrió y me dijo
ahí que te explique Pedro.
Pedro, su padre, me explicó que lo tenían castigado. Sin derecho a ver tele ni Tablet. Sin derecho a jugar con sus amigos y por consiguiente, sin derecho a convivir en la fiesta.
Pues que
hizo le pregunté sorprendido.
Con una señal me invito a apartarme
del resto de los invitados y entonces me contó que lo habían descubierto con
otra niña enseñándose mutuamente los genitales. Era la hija de unos vecinos. Estos
se enteraron y se armó una bronca que casi termina en los golpes. Le dio con el
cinturón muchas veces frente a los padres de la niña, hasta que lloró
implorando que se detuviera. Solo se detuvo cuando el mismo padre de la niña le
dijo que ya estaba bueno.
—Por eso está castigado. A la niña
también le pegaron sus papás por cierto —me confirmó con alivio.
Como explicarle a estos padres
que la auto exploración y la complicidad entre niños forma parte de su maduración
psíquica. Como explicarle a estos padres que lo que hicieron los niños no era
parte de un plan malvado y malicioso con otros fines. Como explicarle a estos
padres que la única malicia que hay en los niños es la que los adultos les
inculcan, de manera directa o indirecta.
Como explicarles el tremendo
trauma que causaron a ambos, el cual puede tener repercusiones en su vida
adulta. Como explicarles que en situaciones como esa, la violencia es el peor
de los caminos y que siempre es mejor tomarlo con calma, y buscar el apoyo de
profesionales en la materia.
He querido presentar estas anécdotas
como preámbulo de este artículo, solo con una intención: para que sirvan como
un lienzo sobre el cual colocar la siguiente afirmación.
LA INFANCIA ES LA MEJOR ETAPA DEL SER HUMANO.
La infancia es la única etapa en
la que somos puros y perfectos, agradables a los ojos de Dios por el único
hecho de serlo...de ser niños y niñas.
Paradójicamente es también la etapa más crítica y vulnerable
en la que se define, en buena medida, el futuro de las personas, el tipo de
vida que llevarán y los alcances que tendrán en su desempeño como adultos.
Este artículo es ante todo, una apología de la niñez.
Y está dirigido a todo aquel que
tiene en sus manos la enorme responsabilidad de educar a un niño. No existe
responsabilidad más grande que esa. El compromiso que se adquiere al traer un
bebe al mundo es enorme, inmenso, de proporciones colosales. Hablamos de una
vida, de un alma, de un futuro.
Solo volviendo a ser niños es que
podremos ver a Dios.
Esto lo enseño Jesús de Nazareth
hace dos mil años y yo lo creo sin ningún tipo de duda.
En la segunda parte de este
artículo, exploraremos el significado de ser niño desde el punto de vista de la
psicología evolutiva, la biología, la pedagogía, la filosofía, y la sagrada escritura.
Continuará…

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