La Tómbola.

 



Hay tres nominados para llevar a cabo la intervención quirúrgica.

El ganador o ganadora será elegido por medio de una tómbola. Así lo estableció el partido CUINO (Confederación Unida de Izquierdas Neoprogresistas Organizadas), y así se aprobó por mayoría calificada en las dos cámaras del congreso de la República Popular Democrática del Quetzal.

Santiago Payasin y su esposa, férreos defensores de la izquierda radical y del movimiento de la Nueva Ola, observan con terror el lento girar de la tómbola, rogando al dios de los quetzales por un milagro.

En la terna están:

Pedra Castillejos Papelón, influencer de 27 años, especialista en temas de moda y belleza. Sus redes acumulan 20 millones de seguidores y la lista sigue creciendo. Es la hija menor de uno de los fundadores del CUINO. Sus estudios de posgrado los realizó en la universidad de Caracas, Venezuela. Se especializó en estética e ideología humanista de la Nueva Ola.

Antonio Curador Purasangre, periodista y editorialista de la revista Sígueme. Miembro fundador del CUINO y representante de la confederación de escritores humanistas de la Nueva Ola ante la asamblea nacional constituyente. Posee una licenciatura en Comunicación y una especialidad en ideología humanista libertaria.

La tercera participante es nada más y nada menos que la mismísima Casimira Lozoya Hueleped, actual subsecretaria del Ministerio de Salud e Ideología, y esposa del presidente de la República en turno. Graduada con honores de la universidad de la nueva alternativa, ubicada en la ciudad de Managua, Nicaragua. Entre los pasillos del palacio se escucha el rumor, cada vez más fuerte, de que será ella la favorecida por la tómbola.

Los tres están listos para asumir el reto y servir a la república.

Santiago Payasin y su esposa llevaron a su hijo mayor al hospital por un dolor en la ingle. Después de varios días de estudios y análisis, los empleados del lugar decidieron, por votación, que se trataba de la vesícula y convocaron a una tómbola para elegir al médico que realizaría la extirpación.

Decenas de miles se anotaron.

El único requisito que se pide es ser ciudadano legal y pertenecer al CUINO.

Si el aspirante presenta cinco cartas de recomendación de sus vecinos, su elegibilidad se incrementa significativamente.

Después de dos semanas de sorteos masivos, se logró la conformación de una terna de aspirantes. El elegido será premiado con un millón de cuinos cuyo valor de cambio en el mercado de divisas equivale a doscientos cincuenta mil dólares australianos, aproximadamente. Una cantidad elevada de dinero al que todo el pueblo tiene derecho a aspirar. Porque a diferencia de gobiernos del pasado, en el actual es el pueblo el único que quita y pone, el único que premia y castiga, el único que hace y deshace, el único que manda.

Santiago Payasin y su esposa añoran los tiempos pasados. Aquellos en los que las facultades de medicina no habían sido abolidas por el régimen. La carrera de médico fue eliminada de la malla curricular bajo el argumento de que el pueblo del quetzal solo necesitaba la fortaleza moral, emanada de su líder supremo, para resistir y vencer cualquier enfermedad, física o mental.

Ellos mismos votaron con gusto la resolución.

La vida les está enviando una prueba muy difícil. En lo más profundo de su corazón hubieran preferido que su hijo fuera operado por un médico cirujano especialista cubano, pero eso se consideraría alta traición al movimiento de la Nueva Ola. Las consecuencias son inimaginables.

La suerte está echada y la tómbola comienza a girar ante la expectativa de millones de personas que observan la televisión en cadena nacional.

La tómbola finalmente se detiene.

El maestro de ceremonias, elegantemente vestido y con marcada parsimonia, extrae uno de los tres papelitos, lo desenrolla y lanza un grito de júbilo.

Con llanto contenido se acerca al micrófono, carraspea un poco, y grita el nombre elegido con todas sus fuerzas.

Santiago Payasin y su esposa se abrazan mientras el público del recinto celebra con porras y matracas al ganador.

Santiago Payasin y su esposa se miran uno al otro, directamente a los ojos. No hay necesidad de decir nada.

La suerte está echada.


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