El Discurso de Kako.
Que le quede bien claro a
todos y a todas:
¡No vamos a traicionar al
pueblo!
¡No le vamos a fallar a
nuestro pueblo!
Y escúchenme bien, malandros
nauseabundos, esperpentos del mal, conservas decrépitos y malolientes: ¡La
voluntad del pueblo está por encima de todo! ¡Al pueblo se le respeta!
El recinto vibró con los gritos y
hurras de una muchedumbre enardecida.
El presidente de la República
Popular Democrática del Quetzal había iniciado su último discurso del sexenio
con una arenga a la población. Era el bien amado, el más querido, el más
respetado y admirado en toda la historia de la república.
Su lucha política la había
iniciado cincuenta años atrás, en la espesura de los manglares tropicales de su
terruño. Ahí aprendió a defenderse de las víboras, a pelear de tu a tu con los
jaguares, y a hacer alianzas con los chimpancés y cocodrilos.
¿A poco creyeron que el pueblo
los iba a escuchar? ¿A poco se lo creyeron?
¡Ilusos! ¡Espurios! ¡Vende
patrias! ¡Traidores, mil veces traidores!
En mi gobierno el pueblo volvió
a comer con decencia, como Dios manda, sin reservas ni condiciones.
A lo largo de estos seis años
hemos alcanzado logros históricos. ¡Históricos! Nunca antes un gobierno había
hecho tanto por su pueblo. Nunca antes un gobierno había llevado paz y justicia
a todos los rincones de la república. Nunca antes un gobierno había sentado las
bases de un federalismo humanista mundial. Las grandes potencias del mundo se
pelean por venir a aprender de nosotros. Quieren el secreto de nuestro éxito.
A todos esos yo les digo: ¡No
hay secretos! ¡Todo está en la voluntad del pueblo!
Porque con el pueblo todo…y
sin el pueblo ¡Nada!
Por primera vez en la historia
de la humanidad, los alienígenas extraterrestres hicieron contacto con nuestra
civilización. ¿Adivinen a quien buscaron?
Las cien mil personas que
abarrotaban el recinto se levantaron, alzaron sus brazos al cielo y comenzaron
a gritar: ¡Kako! ¡Kako! ¡Kako!
¡Efectivamente!
Nuestro movimiento ya no solo
es mundial… ¡es cósmico!
Desde la constelación de
orión, más allá de las pléyades, un nutrido grupo de juristas y congresistas alienígenas
de la cuarta vertical, llegaron a este planeta en busca de ayuda. ¿Y adivinen a
quien buscaron?
¿Buscaron a las grandes
potencias de invernalia?
Los cien mil asistentes
respondieron al unísono: ¡NO!
¿Buscaron acaso a las grandes potencias del
pasto sagrado?
Una vez más los cien mil
asistentes: ¡NO!
¿O acaso intentaron hablar con
los pueblos de ojos de rayita?
Y una vez más los cien mil asistentes
corearon un ¡NO! que se escuchó hasta los confines más recónditos de la
república.
El presidente juraba y perjuraba
que había recibido a una comitiva de extraterrestres que querían llevarlo a la
constelación de orión para que les enseñara su sistema humanista universal.
Pero el se debía al pueblo, solamente al pueblo.
Desde muy joven se integró a las
filas del CUINO (Confederación Unida de Izquierdas Neoprogresistas Organizadas)
y desde entonces se lanzó a la lucha por la democracia, la libertad y la paz
entre todos los seres del mundo. Su misión era mundial y cósmica.
Vamos a cerrar este sexenio
con los mejores índices de santidad entre la población. Gracias al esfuerzo de
todos, todas y todes hemos logrado alcanzar niveles de santidad nunca antes
vistos en la historia de la humanidad. Ni en tiempos de los pueblos sagrados se
logró tanto en este rubro.
Nuestro sistema de justicia no
tiene igual con ninguna otra nación de tiempos actuales ni del pasado ¡Ni del
futuro!
En materia de ciencia y
tecnología, hemos logrado erradicar el nauseabundo olor de los gases corporales
gracias a una nueva tecnología desarrollada por científicos de la república del
quetzal. Fuimos el primer país en lanzar al mercado global un modelo de calzón
cazapedos que es capaz de retener los gases y transformarlos en aromas
agradables, y que además, enriquecen el medio ambiente. ¡Así o más tecnología!
Hemos alcanzado un sistema de
salud universal en el que prácticamente no hay enfermedades. Hemos logrado
erradicar todas las enfermedades que aquejaban al pueblo. En esto si tenemos
mucho que enseñarle a las demás potencias y a los alienígenas. Que se escuche
fuerte y que se escuche claro: en la República del Quetzal ¡No existen las enfermedades!
Otro logro importante de mi gobierno
es que fuimos los primeros en establecer un contacto directo y continuo con el
más allá, en el séptimo cielo de la luz incandescente. El ser supremo ha seguido
muy de cerca nuestro desempeño y ha quedado tan impresionado, que decidió abrir
un canal de luz ultravioleta para manifestar su deseo de conocerme. Yo le mandé
decir solo una cosa: ¡Todo se lo debo al Pueblo!
Porque a diferencia de
gobiernos del pasado, con el pueblo todo…sin el pueblo ¡NADA!
Las cien mil personas gritaban y
lloraban de emoción por tantos logros de su líder. Estaban muy conscientes de
que vivían un momento histórico, un momento que sería grabado en letras de oro para
la posteridad de la república.
Los organizadores del evento
dieron una señal y un ejército de servidores del quetzal, personajes dedicados
al servicio de la república, comenzaron a repartir refrigerios y despensas
entre los asistentes.
Un sándwich de jamón con mostaza
y mayonesa, y un refresco dietético de cola elaborado por la fábrica estatal de
refrescos de la república. Para el postre, unas gomitas de dulce preparadas con
plantas y hongos de viajes astrales. Y para completar, la fruta: una banana
criolla cultivada en los terrenos expropiados de la república del quetzal.
Al presidente le encantaba comer
bananas.
Ya para terminar. Quiero enviar
desde aquí mi mas sincero agradecimiento al pueblo. A ese pueblo bueno y sabio
que supo ver en mí al líder de la nueva ola humanista. Ese pueblo bueno y sabio
que no dudó ni un segundo en reconocer la grandeza de mi espíritu, la altura de
mis metas y la fortaleza de mis convicciones.
¡Ahí está la grandeza de este
pueblo del quetzal!
Porque no hay pueblo más bueno
y sabio que aquel que sabe distinguir entre el grito agudo de los animales
carroñeros, y el canto alado de los seres iluminados.
Yo, como el más grande
iluminado, les doy las gracias.
¡Gracias Totales!
Las gomitas habían comenzado a
hacer efecto y el ambiente era estrambótico.
La primera cumbia cayó como bomba
en el recinto. Del escenario emergió la Banda Cumbiambera del Quetzal y aquello
se volvió un aquelarre. La cerveza comenzó a circular como río caudaloso a lo
largo y ancho de las filas del local. Los servidores del quetzal aceleraron la
distribución de gomitas humanistas, y muy pronto aparecieron las primeras
manifestaciones de conductas no aptas para menores.
En lo más alto de las gradas se
ubicaba la familia del presidente Kako. Observaban con emoción contenida todo
lo que ocurría. Se habían negado rotundamente a tomar asiento y
habían sentado sus reales colgándose de los tubos del templete. Se sentían más
cómodos así.
El padre y la madre del
presidente flotaban sobre el aire, sostenidos por sus brazos. Pertenecían a una
de las familias más antiguas de Macacos Rhesus de la zona baja del manglar,
allá en el sureste de la república. Desde siempre supieron que el mayor de sus
hijos, Macaco Junior, llegaría muy lejos. Desde que llegó al mundo, Kako, como le
decían de cariño, dio muestras de una inteligencia superior, una inteligencia
que lo llevaría a escalar lo más alto de la política nacional.
Y no se equivocaron.
Colgados ambos de un templete, celebraron
su triunfo comiéndose una banana entre los dos.
Arriba en la alturas, la comida se
disfruta mejor.
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