Día de Muertos | La Catrina.
En el marco de las celebraciones del día de muertos en México, las catrinas se han popularizado tanto que en el exterior se les reconoce por el valor simbólico y estético que aportan a las festividades.
Mujeres de todas las edades salen
a la calle, a sus trabajos, a sus escuelas, y a los desfiles públicos, vestidas
a la usanza de la época porfirista, portando elegantes vestidos, zapato alto de
tacón, sombreros de gamuza y los rostros pintados de calavera con claras
alusiones a la muerte.
Son, por derecho propio, verdaderas obras de arte en movimiento.
La Catrina proyecta elegancia,
belleza, teatralidad y enigma; y al mismo tiempo se percibe lo siniestro que
puede ser un rostro pintado de muerte. Es una combinación que subyuga al
observador, lo intriga, lo somete, y le hace recordar la fragilidad de su
propia vida mientras deambula embriagado de tanta belleza.
La Catrina proyecta al México
profundo, donde la vida y la muerte conviven y celebran; donde la belleza
exterior esconde a veces una realidad desgarradora; donde lo guadalupano y lo
santero se fusionan y dan luz al folklor nacional.
La Catrina tiene el poder de
transformar temporalmente la psique de la mujer que se disfraza, olvidando su
realidad y transportándola a un plano supra real, donde nada es lo que parece y
todo puede llegar a ser.
¿De dónde surgió la Catrina?
¿Cómo se convirtió en el símbolo nacional de nuestra celebración de día de
muertos?
Muchos responderán: ¡A quién le
importa!
Otros quizá reflexionen: ¿acaso
importa?
Las Catrinas son imagen viva de
una celebración cuyas raíces se hunden en los albores del virreinato. Y solo
por esta razón vale muy bien la pena hacer un esbozo de sus orígenes.
Las Calaveras Garbanceras.
Durante el periodo del porfiriato
a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, se hizo muy popular un tipo
de periodismo de corte satírico, donde la crítica al poder político y a las
élites económicas se hacía mediante caricaturas humorísticas que las ridiculizaban.
Uno de estos periodistas era José
Guadalupe Posada Aguilar. Se especializaba en la caricatura humorística y para
ello creo un personaje llamado La Calavera Garbancera. A través de esta
caricatura, Posada realizaba su trabajo de crítica social. Se hizo muy popular
en la época.
A la calavera le llamaba
garbancera como una mordaz crítica a un sector encumbrado de la sociedad que
renegaban de sus orígenes indígenas/mestizos y pretendían ser europeos. En
lugar de comer y vender maíz, lo hacían con garbanzos a la manera europea.
La siguiente imagen es un ejemplo
de la época:
Ya en pleno siglo XX, en el año
1947 el muralista mexicano Diego Rivera rescató esta caricatura y la incluyó en
una de sus obras titulada “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”.
En este mural pintó a personajes
célebres de la historia de México y entre ellas incluyó a la Calavera
Garbancera de Posada. La presentó elegantemente vestida y pintada, a la altura
de las damas de la alta sociedad. También le cambió el nombre y la bautizó como
La Catrina, tomando prestado el nombre del Catrín, que era el prototipo de
hombre elegante y refinado, equivalente al Dandi francés.
A continuación se presenta una
imagen parcial de la obra de Rivera:
El paso del tiempo y la
mercadotecnia hicieron el resto.
La Catrina no surge de la
celebración del día de muertos, se integra a ella y en años recientes se ha
convertido en el símbolo más exportable de nuestra tradición. Se le reconoce en
todo el mundo y ya es motivo de orgullo para la tradición nacional.
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