La Filosofía Helenística | Epicureísmo y Estoicismo.

 



Con la muerte de Alejandro Magno en el año 323 AC, los historiadores modernos marcan el inicio de un periodo histórico, cultural y geopolítico al que denominan Helenismo.

El helenismo es un término que sirve para describir un complejo proceso de aculturación que consistió en llevar la cultura griega a todos los territorios conquistados por Alejandro. Estos incluían las regiones de Anatolia (actual Turquía), el medio oriente, el norte de África, Mesopotamia, Persia, y la zona norte de la India.

La cultura griega se fusionó con las culturas locales de cada región y surgió una cultura nueva denominada helenismo.

Después de la muerte de Alejandro, la ciudad de Atenas se vio envuelta en una serie de revueltas y cambios políticos profundos. El dominio de Macedonia sobre todo el territorio griego continental desencadenó una serie de acontecimientos que marcarían el colapso de la supremacía cultural ateniense.

Bajo estas circunstancias aparecieron en Atenas, hacia finales del siglo III y principios del siglo II AC, un par de escuelas de pensamiento filosófico: el epicureísmo y el estoicismo.

La Academia fundada por Platón y el Liceo fundado por Aristóteles eran dos instituciones educativas de mucho prestigio en esa época. Cada una de ellas enseñaba la filosofía de su fundador.

En la Academia, por ejemplo, se enseñaba la filosofía idealista de Platón; mientras que en el Liceo se enseñaba a los alumnos el sistema filosófico de Aristóteles, de corte empírico materialista.

Bajo la sombra de estas dos grandes instituciones aparecieron el epicureísmo y el estoicismo como sistemas filosóficos que buscaban entender el mundo, al hombre, y a la relación entre ambos. Eran filosofías que abarcaban lo metafísico y cosmológico y complementaban con una filosofía existencialista que atendía las necesidades del ser humano en cuanto persona libre y con propósitos en la vida.

Ambas filosofías partían de una serie de premisas que ponían al hombre como eje central de sus estudios. Una de las premisas era que los seres humanos, todos sin excepción, tenían una razón de ser y una serie de propósitos que cumplir en la vida.

Para formular estas premisas se dedicaron a estudiar al hombre desde distintos ángulos: el biológico, el psicológico, el religioso espiritual, y el sociocultural. La intención de esto era determinar la esencia del hombre, su naturaleza.

Una vez definida dicha naturaleza, por medio de profundas reflexiones llegaron a la conclusión de que el fin último del ser humano en esta vida era: ser feliz y alcanzar la plenitud y la paz duradera, en lo individual y en lo colectivo.

¿Cómo llegar a esa felicidad?

¿Cuáles serían los medios más idóneos para alcanzar la plenitud y la paz duradera?

Es a partir de estas preguntas donde ambas escuelas se dividen. Cada una de ellas ofrece un método distinto.

 

Epicureísmo.

Su fundador, Epicuro, era originario de la isla de Samos pero desde muy joven se trasladó a Atenas para estudiar, cumplir con el servicio militar obligatorio, y con el tiempo desarrollar una filosofía que llevaría su nombre.

Ante la pregunta de cómo alcanzar la felicidad, Epicuro responde: mediante el placer.

Es importante detenernos en esta respuesta. El epicureísmo fue una filosofía atacada desde sus inicios. Fue mal entendida y tergiversada por propios y extraños, y vilipendiada a lo largo de los siglos. Se acusaba a sus practicantes de toda clase de excesos relacionados con el placer: bacanales, glotonería, borracheras, lujuria, y desdén por las buenas costumbres.

Todo esto es falso.

El placer al que se refiere esta filosofía es aquel que busca evitar el sufrimiento innecesario y el bienestar excesivo. El placer (del griego hedone) consiste en un estilo de vida donde impera la armonía, el bienestar, la amistad y la camaradería que esta implica sin importar sexo, raza, religión ni estado social.

El epicureísmo enseñaba a sus seguidores a alejarse de las luchas por el poder y aspirar solo a lo necesario para poder llevar una vida tranquila, en paz y sin sobresaltos. Sin envidiar lo ajeno y respetando siempre al prójimo.

Eran materialistas, no creían en la vida después de la muerte y enseñaban a no temer a los dioses ni someterse a rituales y exigencias ridículas que lo único que lograban, según ellos, era mantener a la gente en un estado de miedo permanente.

La vida está en el aquí y el ahora, y por lo tanto, se debe vivir en paz, alejándose de cualquier cosa innecesaria de acuerdo a la naturaleza del hombre. Se rechazaba la guerra, la religión y la política porque estas solo envilecían a las personas.

Un día ideal para el epicúreo era pasarlo con amigos y amigas, charlando amenamente, comiendo y bebiendo con moderación, enseñándose mutuamente, apoyándose, riendo, y disfrutando el momento por el simple hecho de que el pasado ya fue y el mañana nadie lo conoce.

Esta era la esencia del epicureísmo.

Como es de suponer, con el paso de los siglos algunos de sus seguidores cayeron en excesos y esto provocó el rechazo masivo, burlas y ataques.

Es también importante resaltar que su rechazo a los dioses y su convicción materialista de la vida pudo haber sido la semilla del odio que recibieron de parte de los platónicos, gnósticos y cristianos.

 

Estoicismo.

Se considera a Zenón de Citio como el fundador de esta filosofía. Originario de Chipre, viajó a Atenas donde estudió y desarrolló un sistema de pensamiento tan poderoso que llegó a rivalizar e influenciar de manera significativa al cristianismo de los primeros siglos.

A la muerte de Zenón, sus discípulos Cleantes y Crisipo hicieron sus propias aportaciones a la filosofía estoica y marcaron lo que se denomina el periodo griego de dicha filosofía. Siglos después se desarrollaría un segundo periodo, el romano, con exponentes de la talla del gran Séneca y del emperador Marco Aurelio.

Ante la pregunta de cómo alcanzar la felicidad, el estoicismo responde: a través de la virtud.

Para los estoicos lo más destacado del ser humano es su logos, su capacidad de razonar, su capacidad de conocer y reformular los conocimientos en acciones. Ser buena persona era algo inherente en la naturaleza humana y por lo tanto se tenía un compromiso de lograrlo mediante la práctica consciente de la virtud.

La virtud consistía en cultivar la empatía, la buena comunicación, resistir las tentaciones y excesos, rechazar lo innecesario para una vida austera, mantener a raya emociones y sentimientos negativos como la envidia, el odio, el resentimiento, el rencor, la avaricia y la lujuria; y estimular sentimientos positivos como la bondad, el altruismo, la templanza, el autocontrol y la amistad.

A diferencia del epicureísmo, el estoicismo no rechazaba la idea de una vida trascendente después de la muerte, pero si hacía énfasis en la necesidad y compromiso de hacer de la vida terrenal un proyecto digno y respetable.

Es importante remarcar que para el estoicismo la virtud era algo mucho más que una simple idea. La virtud se encarnaba en la persona y regía los pensamientos y los actos. La virtud era una forma de estar en el mundo.

Esta era la esencia del estoicismo.

Tuvo mucha aceptación en el mundo antiguo. Su declive comenzó cuando el cristianismo se convirtió en la religión oficial del imperio romano en el siglo IV de nuestra era.

En la actualidad ha surgido un movimiento neo-estoico que busca rescatar algunos de los antiguos principios de esta filosofía, en particular lo referente al autocontrol y la templanza ante las adversidades.


Las ideas, sean filosóficas o de cualquier otra índole, tienen el poder de perpetuarse en el tiempo. El epicureísmo y el estoicismo son dos ejemplos de ello.

Ambas escuelas de pensamiento tienen el potencial real de ayudar al hombre contemporáneo. A ese nuevo hombre agnóstico y escéptico, que busca respuestas sin tener que “comprometer” su condición de “librepensador”.

Sea por la razón que sea, vale la pena explorar estas filosofías, aprender de ellas e integrarlas a nuestras vidas en el entendido de que pueden enriquecerlas tanto a nivel intelectual como en la praxis.


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