La historia de un cobarde.
Su madre le decía Tommy, sus
amigos le apodaban Amarillo, y en todo el pueblo lo llamaban el cobarde.
Tommy, fiel a la promesa que de
niño le hizo a su padre encarcelado y moribundo, ignoraba las burlas e
insultos de la gente.
Cuando sentía que la sangre le
hervía, siempre recordaba las últimas palabras de su padre:
“Hijito mío, mi vida ya está
por terminar pero la tuya apenas comienza…
Prométeme que nunca harás las
cosas que yo hice.
Prométeme que serás un buen niño, que obedecerás
a tu madre y a tus mayores siempre.
Prométeme que te alejarás
siempre de los problemas.
Nunca olvides hijo que no es
más hombre el que pelea y agrede”.
A sus veinte años recién cumplidos,
Tommy dedicaba su tiempo al trabajo en el campo, y a Becky...el amor de su vida.
Con ella a su lado, era un hombre
feliz y realizado. No le pedía más a la vida.
Con Becky se sentía a salvo y
pleno. Becky lo era todo para él.
La felicidad de unos es fuente de
amargura para otros.
El camino más rápido para ganar enemigos es siendo feliz ante los ojos de los demás. Nunca falla. No
importa que la felicidad proceda de cosas sencillas, siempre habrá alguien que
se sienta ofendido.
Una mañana mientras Tommy trabajaba,
tres hombres del pueblo llegaron a su casa y abusaron de Becky hasta dejarla
inconsciente. Intentó defenderse pero la fuerza de tres era más de lo que
cualquier mujer podía contener.
La primera reacción física de
Tommy cuando vio a Becky fue una corriente eléctrica que surgió en la zona baja
de su médula espinal, y la recorrió hasta llegar a la base del cerebro. Ahí se
nublaron sus sentidos y todo se volvió oscuridad.
Veinte años de burlas y
humillaciones no respondidas.
Veinte años siendo el amarillo cobarde
hijo de un asesino.
De sus ojos escurrían gruesas
lágrimas mientras miraba la foto de su padre y recordaba sus últimas palabras:
“Prométeme que te alejarás
siempre de los problemas.
Nunca olvides hijo que no es
más hombre el que pelea y agrede”.
Cuando Tommy entro al bar, los
tres violadores se encontraban en el lugar. Uno de ellos se levantó y Tommy dio
la media vuelta en señal de retirada.
Todos gritaron “¡Miren! El
amarillo ya corrió”.
Al llegar a la puerta, Tommy se
detuvo y bloqueó la entrada para que nadie pudiera entrar ni salir.
Minutos más tarde la puerta se
abrió y Tommy salió caminando con la respiración agitada. Dentro del bar yacían
los tres cuerpos inertes en el suelo.
Gruesas lágrimas salían de los
ojos de Tommy mientras se alejaba.
Y a pesar de su rabia y dolor
pudo esbozar un último pensamiento:
“Yo te prometí padre que nunca
me metería en problemas.
Ojala puedas entender que a
veces… no hay otra opción más que pelear”
Esta es la historia de un joven
tranquilo y amable, tímido y de buenos modales, a quien todos consideraban cobarde,
y le decían…El Cobarde del Condado.
Epílogo.
En el verano de 1980 comenzó a
escucharse en la radio local de mi ciudad, una canción estilo “Country” con un
ritmo pegajoso y un cantante cuya voz arrullaba a los radioescuchas.
El cantante era el estadounidense
Kenny Rogers y la canción se titulaba “El cobarde del condado”.
Fue un éxito en su país de origen,
Estados Unidos de Norteamérica, y lo fue en México aunque la mayoría no
entendíamos una sola palabra de la letra; estaba en inglés.
Me enamoré de la canción y de su ritmo.
La tesitura de voz del cantante me arrullaba y me intrigaba al mismo tiempo.
Y el tiempo pasó…
Y hoy en día gracias a la
tecnología de YouTube que traduce canciones del inglés al español, puedo saber con certeza lo que aquella canción contaba. Eso
es lo que intenté narrar en la primera parte de este artículo.
Como cierre, tengo un regalo para
ti querido lector.
Kenny Rogers… The Coward of the
County.
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