Los Olvidados.

 

crédito imagen: pixabay jarmolouk.



La primera onda gélida entro en mi ciudad esta mañana de sábado y ese fue el pretexto para tomarme un cafecito con pan en la cafetería de un centro comercial que está cerca de mi casa. Había retirado dinero del cajero y decidí pasar primero al baño a lavarme las manos.

Me estaba ya secando cuando escuché dos voces que me hablaron al mismo tiempo. Procedían de los excusados y decidí acercarme para descartar alguna voz de ultratumba.

—Perdón, ¿hay alguien ahí que me habló?

—Si jefe, fui yo —respondió uno de ellos.

—Ok, ¿qué pasó?

—Caramba, me da pena molestarlo oiga.

—¡Ya dile! —se escuchó otra voz proveniente del excusado contiguo.

—Pues mire usted, lo voy a molestar con algo pero por favor no se vaya a enojar ni se vaya a ir.

Permanecí unos instantes en silencio mientras recorría con la vista cada uno de los rincones del lugar. Debía tratarse de una broma y las cámaras debían estar en algún lado.

—¿Sigue usted ahí jefe o ya se fue?

No respondí y continué mi búsqueda de cámaras ocultas.

Esto debe ser una broma de cámara escondida.

—¡Puta madre ya se fue también este! —replicó la otra voz.

—Aquí sigo —respondí— ¿Qué pedo?

—No hay papel —respondió uno de ellos con voz temblorosa.

Casi tartamudeando me explicaron que llevaban más de media hora sentados, esperando que alguien se compadeciera de ellos. Más de media hora sentados en el excusado sin poder limpiarse. Cuando ingresaron al baño era tanta su necesidad que no repararon en nada.

A veces con la urgencia no se fija uno jefe me dijo uno de ellos intentando justificarse.

La fábrica de churros se activó tan pronto se sentaron y no supieron más de sí hasta que el cansancio les obligó a levantarse. Hasta entonces se percataron de que no había papel en ninguno de los dos excusados.

Ya habían pedido ayuda a tres personas pero nunca regresaron.

Con razón me dio el tufo cuando entre.

—Hace un ratito entro un chavo y nos prometió que volvería con papel.

—¿Y luego?

—Ya no volvió.

Caramba, por qué me pasan estas cosas a mí. Hay dos formas de abordar esta situación: la primera es irme y dejarlos. De todos modos el negocio ya se enfrió y probablemente hasta se secó. Esta puede ser una gran oportunidad de aprendizaje para ellos: “no se debe salir de casa sin haber hecho del baño antes”. No serían los primeros ni los últimos en salir cagados a la calle. Debe ser una experiencia inolvidable. ¿Quién soy yo para negárselas?

Desde que era niño me enseñaron a ir al baño antes de salir. Ese hábito no lo he dejado nunca. Cuando hago viajes largos me preparo con varios días de anticipación; detesto entrar a los baños públicos si no es para hacer del uno y lavarme las manos.

Cuando viajé a España fueron diez horas de vuelo, más las dos horas previas y las cuatro horas posteriores cuando llegué a Madrid y me trasladé en tren a Zaragoza…ni una zurrada. Solo idas a hacer del uno y a lavarme las manos. Me preparé bien, comencé a comer menos y más ligero desde una semana antes, fui midiendo mis idas al baño y logré establecer un nuevo ritmo circadiano para el dos.

¡Planeación! La clave está en la planeación. ¿Por qué es tan difícil entenderlo?

Por otro lado, estoy frente a dos caídos en batalla que suplican clemencia. Dos olvidados del mundo, víctimas de un mal sistema de abastecimiento, abandonados a su suerte. En estos momentos ni la 4T es capaz de salvarlos. Carajo, por qué me pasan estas cosas a mí.

—Jefe, ¿sigue usted ahí? ¿nos va a ayudar?

Una última idea me llegó de golpe antes de responderles:

Hoy por ti, mañana por mí. Nunca se sabe.