Un Gato Soberbio.
—Quiero empezar este discurso
agradeciéndoles por todas sus atenciones. Gracias por apreciar la grandeza de
mis pensamientos, la estatura moral de mi persona, y el profundo amor que he
sentido siempre por los más necesitados. Ese ha sido, compañeros y compañeras,
mi motivo de lucha. He entregado mi vida entera a defender a los desposeídos y
a luchar contra la mano opresora de los poderosos, de los fifís acomodados,
conservadores y fachos que solo piensan en ellos y nunca en el pueblo. Por eso
quiero que esta mañana se escuche fuerte y se escuche claro, ¡yo soy del
pueblo!
Vítores y hurras de la gente
reunida. El orador, el licenciado Genaro Hernández Carroña, aprovechó el
momento para dar un sorbo a su taza de café sin dejar de ver a la concurrencia.
Su partido, el CUINO
(Confederación Unida de Izquierdas Neoprogresistas Organizadas), lo nombró
recientemente presidente del senado de la república, y quiere más; no se
conforma. Alguien como él está destinado a más, mucho más. Su nombre ya se
corea en los pasillos de las oficinas de su partido; lo quieren para la grande.
Sin embargo, él se debe al pueblo y solo acatará las órdenes que emanen del
pueblo.
Estaba tan ensimismado en su
grandeza que no alcanzó a escuchar la voz que salía desde gayola:
¡Ya cállate Hediondo! ¡Báñate!
¡Hueles a estiércol!
Se escucharon algunas risas pero
fueron acalladas por el resto de la concurrencia. El licenciado Carroña retomó
la palabra.
—Ahora resulta que los apátridas
quieren que los escuchemos. ¡Háganme el re canijo favor! Esos vendepatrias
traidores que oprimieron al pueblo por generaciones, ¡Ahora quieren dialogar! A
todos ellos les digo: Ni los oigo, ni los veo. Ahora son oposición y sienten
pasos en la azotea; ¡se les acabó el chayote!
Los hurras y vítores fueron tan
estruendosos que el licenciado tuvo que dejar de hablar por unos instantes.
Es lógico pensó para sus
adentros, mis palabras tienen un no sé qué…y el pueblo ya se dio cuenta.
¡Pinche merolico, cara de
chango! ¡Ya cállate!
¡Changoleón!
Esta vez la voz procedente de
gayola se escuchó fuerte y clara.
El licenciado Carroña, en un acto
de grandeza al más puro estilo de la quinta vertical, ignoró los insultos y
retomó la palabra.
—Todo inició hace 45 años. Parece
que fue ayer cuando nuestro líder máximo, nuestro padre amado, nuestro maestro
y guía revolucionario, dio luz a un movimiento que para mí, para todos, resultó
sagrado. Fue hace 45 años cuando el más grande ser de luz que ha caminado sobre
la faz de esta tierra, concibió un movimiento de liberación que parecía emanado
de las mismísimas entrañas de la madre tierra, de la Pachamama, de la gran
Diosa Coatlicue. Fue hace 45 años que nuestro libertador dio forma a la Quinta
Vertical. Ese movimiento político humanista que le ha devuelto al pueblo todo
lo que los traidores le habían robado por generaciones. Hoy quiero recordar y
honrar a ese ser, mitad hombre, mitad ángel celestial, por su entrega y
sacrificio, y por su legado más grande. ¡Viva la Quinta Vertical!
La respuesta del público reunido
fue apoteósica.
Matracas, hurras y cantos
siquitibuneros llenaron el recinto.
¡Siquiti bum, a la bim bom ba,
Siquiti bum, a la bim bom ba,
a la bio, a la bao, a la bim bom ba,
Carroña, Carroña, rá rá rá!
Fue el mismo licenciado Carroña
quien tuvo que apaciguar a las huestes enardecidas, llamándolos a la prudencia
y al recato.
Se disponía a continuar con su
discurso cuando nuevamente se escuchó la voz desde gayola.
¡Pinche gato lambiscón! ¡Lambe
colas!
¡Ya cállate gato!
¡Huele pedos!
Esta vez el licenciado hizo acuse
de recibo y no disimuló su enfado por semejantes calumnias.
Se puso de pie y con la palma de
su mano sirviéndole de visera para evitar la luz de los reflectores, recorrió
con mirada funesta el fondo del recinto.
Silencio absoluto.
Nadie hablaba.
¿Gato yo? Pensaba para sus
adentros ¿gato yo? ¡Malditos conservadores! ¡Fifís de porquería!
Tomó el micrófono de nuevo y dio
comienzo a lo que sería el cierre de su discurso.
—No puedo dejar de mencionar lo
orgulloso que estoy de nuestra presidenta. La nueva líder de nuestro movimiento.
La rosa áurea que recibió la estafeta de nuestro bien amado y que nos está
llevando a todos a un nivel de grandeza jamás imaginado. Vamos a ponernos todos
de pie y le vamos a enviar un fuerte aplauso, uno que llegue hasta las mismísimas
puertas de sus sagrados aposentos, y le hagan esbozar una sonrisa de
agradecimiento por tantas muestras de cariño y solidaridad.
El movimiento para levantarse y
los reflectores de luz impidieron al licenciado Carroña percatarse de la
andanada de objetos no identificados dirigiéndose hacia su persona.
Seis de dichos objetos se
estrellaron en su cara sin provocarle daño físico alguno.
Eran calcetines usados de hombre,
muy apestosos, envueltos de par en par.
Desde gayola un grupo de
manifestantes los sacaban de un morral de ixtle para lanzárselos.
Muy pronto el lugar se impregnó
del buqué aromático típico de los calcetines usados por muchos días.
Mientras el personal de seguridad
sacaba a los inconformes, estos le lanzaron una última andanada de insultos.
¡Merolico hediondo!
¡Báñate apestoso!
¡Eres gato! ¡Mil veces gato!
¡Soberbio!
¡Pinche gato soberbio!
Ya totalmente dueño de la
situación, el licenciado Carroña tomó de nuevo el micrófono y lanzó una última
diatriba contra los manifestantes.
—Yo soy el licenciado Carroña,
miserables malnacidos. ¡Mil veces cobardes! ¡Mil veces traidores a la patria!
¡Mil veces chayoteros muertos de hambre!
— Y si, quizás, probablemente.
—Tal vez si soy gato…
—¡Pero de Angora Cabrones!
Una última porra siquitibunera en
honor al licenciado, dio por finalizado el mitin.
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