Buen viaje Álvaro.
El viernes 13 de octubre de 1972,
Álvaro se subió a un avión bimotor Fairchild FH-227D con destino a la ciudad de
Santiago de Chile. No llegó a su destino. El avión se estrelló en un glaciar
llamado Las Lágrimas ubicado en la cordillera de los Andes a 3,570 metros de
altura.
Al momento del impacto fallecieron
12 de los 45 pasajeros.
Dos meses después, en vísperas de
la navidad del mismo año, solo 16 fueron rescatados con vida. Álvaro era uno de
ellos.
Álvaro Mangino tenía 19 años en
el momento del accidente.
Lo paradójico del caso es que el
no planeaba hacer ese viaje. El avión transportaba a un equipo de Rugby uruguayo
junto con familiares y amigos. Iban a enfrentar al seleccionado chileno en un
fin de semana largo. Álvaro recibió la invitación de última hora por parte de
Marcelo Pérez del Castillo, capitán del equipo. Era la única persona a la que
conocía de todos los que hicieron ese viaje.
Marcelo le tuvo que insistir
porque dos compañeros se habían bajado del avión de último momento por motivos
personales. Eso elevaría el costo individual de los boletos y por eso se
comunicó con Álvaro. Al final lo convenció y de ese modo paso a ser uno de los
sobrevivientes de los Andes.
Al momento del accidente, Álvaro
sufrió una fractura de pierna en tibia y peroné. Otro de los que sobrevivieron
ese día, Roberto Canessa, se encargó de reacomodarle los huesos y durante los
dos meses siguientes en la cordillera, Álvaro permaneció colgado de una hamaca
que le habilitaron Gustavo Zerbino y Numa Turcatti.
Si viste la película La Sociedad
de la Nieve en Netflix, te será muy fácil ubicarlo: era uno de los que pasaban la
mayor parte del tiempo en una hamaca, animando y consolando a sus compañeros y
derritiendo nieve para obtener agua.
Álvaro fue rescatado en Diciembre
de 1972 junto con otros 15 sobrevivientes. Regresó a su natal Montevideo, en la
república oriental del Uruguay, se casó, tuvo cuatro hijos y se dedicó a los
negocios y a dar conferencias motivacionales en latinoamericana.
Su vida fue arrancada de las
garras de la muerte y él se dedicó a vivirla en plenitud, honrando con dignidad
y honradez a aquellos que se quedaron en la montaña, y llevando un mensaje de
amor y esperanza para la humanidad.
Hace 5 días, el sábado 29 de
marzo del año en curso, Álvaro Mangino emprendió el viaje sin retorno al reino
de los cielos a causa de una neumonía aguda. Tenía 71 años de edad. Le sobreviven
su esposa, hijos, nietos, y un amplio grupo de personas que lo admirábamos, al
igual que a sus compañeros, y que aprendimos de sus conferencias en donde
siempre hacía hincapié en la importancia del trabajo en equipo, de tener
ideales y de luchar por ellos de manera incansable.
Buen viaje Álvaro.
Descansa en paz.
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