El Pensamiento Matemático | Una historia de sufrimiento.

 



Durante el mes de junio del año 1984 pasé la mayor parte de mi tiempo estudiando y presentando los exámenes finales para completar el primer año de preparatoria. Me fue muy bien en casi todas las materias. Solo batallé con dos: inglés y matemáticas.

El inglés no me gustaba. No le entendía al teacher Zeferino, no aprendía nada. Me parecía monótono y sin sentido aprender algo que según yo, jamás iba a necesitar. El profe decía: apréndanse los cinco tiempos de conjugación y con eso pueden decir que ya saben hablar inglés.

¡Patrañas!

I am, you are, she is, we are, they are.

¿Y luego qué? ¿Qué sigue?

Ya me los aprendí y no se hablar nada de inglés…ni me interesa.

Lo único que aprendí durante toda la preparatoria fue a pronunciar los títulos de algunas canciones de los Beatles. She loves you yeah yeah, Yesterday, I want to hold your hand, ¡Help!

Era todo.

Todo mi inglés se limitaba a pronunciar y medio entender esos títulos.

Como pude, logré pasar el examen de inglés. Para el segundo año de prepa, la materia ya no estaba incluida en la malla curricular. Me había librado del inglés para siempre (pobre iluso).

Mi segundo dolor de cabeza en aquel periodo fue Matemáticas.

En la secundaria había tenido experiencias agridulces con la materia. En primer año tuve la mala fortuna de ser alumno del maestro Luis Escudero, que Dios tenga en gloria. No solo era estricto en exceso, era incompetente como docente. Le gustaba hacer sufrir a los alumnos. A veces corría al 90% del salón por tonterías y se quedaba únicamente con tres compañeros que según él, si le echaban ganas.

En ocasiones hacía preguntas por lista. A mi me tocó una pregunta que hasta la fecha sigo sin saber la respuesta:

—A ver, vamos a ver a quien elegimos de esta lista, mmm, mmm, ah, ¡ya! A ver Navarro, ponte de pie y respóndeme: ¿Cuál es el número que sirve para representar la nada?

Debe ser una broma. La respuesta es más que obvia. Voy a simular un poco, voy a hacer como que estoy analizando y me voy a tomar unos segundos en contestar, para que vea que si me esforcé. ¡listo!

—Es el cero maestro —respondí con aplomo.

—¿Cuál dijiste? —me preguntó mientras limpiaba sus lentes con el mismo pañuelo donde había estornudado.

—¡El cero!

El profe me miró, sonrió, y exclamó:

—¡Eso mismo te voy a poner! Gracias, puedes tomar asiento.

Y me puso cero el cabrón.

No se si me dolió más el cero o las risas de todos mis compañeros.

Agarraba parejo. Dos de sus hijos, Ramsés e Isis, estaban en el mismo salón, y no se salvaban. Los trataba como trapos viejos.

En una ocasión pidió un trabajo en maquetas y cada uno pasó al frente para que lo calificara. Cuando vio el trabajo de Isis, no le gustó y la regaño:

—No muchachita, esto está mal. ¡Está mal! Mañana me vas a traer a tu mamá, quiero hablar con ella.

Isis lo miró incrédula y balbuceó ay papi, ¿cómo crees?

—Nada de papi, aquí soy tu maestro. Y mañana quiero hablar con tu mamá.

En segundo grado de secundaria, los polinomios fueron el dolor de cabeza de todo el salón. Yo me esforcé y los comprendí más o menos bien. Según yo, me alcanzaba para sacar un 8. Ramsés me pidió que le ayudara y me pasé una hora libre explicándole el proceso.

El pasó con 9 y yo saqué 4.

Cuando el profe le preguntó ¿Y ese milagro? ¿Cómo le hiciste para sacar 9?

Ramsés respondió Navarro me explicó.

El profe frunció las cejas, me observó a la distancia, y respondió: ¿Pero cómo? Navarro reprobó.

Historietas humillantes de este tipo, y la extraordinaria inteligencia de mi hermana Nancy, que llevaba puro diez en sus boletas, fueron minando mi confianza en todo lo que tuviera que ver con números y fórmulas.

Y así llegué a primero de prepa, con la firme intención de ser la mejor versión de mí mismo en matemáticas. Había un nuevo maestro: el profesor Botello. Una eminencia según unos, un pedazo de basura según la gran mayoría de la comunidad estudiantil burra.

El profe Botello era un buen maestro y mejor persona. De trato amable, apacible, paciente y con buena didáctica. Inició el año haciendo un repaso de trigonometría y geometría analítica. Me esforcé al máximo, eso nadie me lo puede negar. No me fue mal en los primeros meses.

Después iniciamos con estadística.

Aprendí toda la estadística del programa. Hasta los cuartiles y percentiles aprendí a calcular. Las fórmulas me las aprendí de memoria. Todo pintaba bien para el examen final.

¿Qué fue lo que salió mal?

Un dato.

Un mísero dato del cual se derivaban el 90% de las fórmulas.

Ese dato era el total de las frecuencias observadas; el dato correcto era 200. Yo calculé 199 y todo el resto de mi examen estaba mal por consecuencia. El profe ni siquiera se dignó revisar mi desarrollo del problema, el cual estaba bien hecho (según yo).

No reprobé la materia porque alcancé a promediar con las buenas calificaciones de los primeros meses, pero la frustración y enojo fue tal que me prometí jamás involucrarme en nada que ocupara matemáticas…¡nada!

¡Voy a estudiar filosofía y literatura!

En estas dos materias llevaba puro diez.

Sin embargo, muy pronto me llegó el golpe de realidad. Al salir de la prepa comprendí que no había modo de estudiar esa carrera porque tenía que trasladarme a la ciudad de Xalapa, Veracruz. En casa no había recursos económicos para esa aventura.

Lo paradójico de todo esto es que fueron las mismas circunstancias de la vida y la necesidad de sobrevivir las me llevaron justo al lugar donde no quería estar: cerca de los números y las fórmulas. Me esperaban años, décadas, de aprendizaje y trabajo arduo, pero esto es material para otra historia.

 

El verdadero propósito de este artículo es hablar sobre uno de los recursos sociocognitivos que integran la columna vertebral del Marco Curricular de la Nueva Escuela Mexicana para la Educación Media Superior (preparatoria): El Pensamiento Matemático.

La página oficial de la Nueva Escuela Mexicana define a los recursos sociocognitivos como “las herramientas, estrategias y habilidades que los estudiantes desarrollan para interactuar con su entorno social y cognitivo. Estos recursos son fundamentales para el aprendizaje y desarrollo integral de los estudiantes”.

Los recursos cognitivos incluyen habilidades como la atención, la memoria, y el razonamiento. Los recursos sociales incluyen habilidades para interactuar con los demás y participar en actividades grupales. 

Los recursos cognitivos proporcionan al estudiante las habilidades de pensamiento complejo (lógico, analítico, sistémico, estadístico) así como la capacidad de concentrarse y focalizar sus recursos mentales para el análisis y solución de problemas. Los recursos sociales, por su parte, capacitan a los estudiantes para la convivencia sana, la inclusión y el respeto a todas las formas de vida y de cultura.

Los recursos sociocognitivos son cuatro: lenguaje y comunicación, conciencia histórica, habilidades digitales, y pensamiento matemático.

El correcto dominio de estos cuatro recursos proporciona al estudiante el nivel de competencias necesario para desenvolverse en el mundo actual y del futuro. Le permite acceder a la formación profesional (carrera) y al mundo laboral.

Los cuatro recursos son importantes, y lamentablemente los cuatro están en crisis.

La necesidad de docentes competentes y comprometidos con la educación es cada vez mayor. De acuerdo con algunas cifras estadísticas de organismos nacionales e internacionales, México vive una crisis en el tema del pensamiento matemático.

Las pruebas PISA lo demuestran.

Todos los recursos son importantes, pero el Pensamiento Matemático es crucial para los nuevos tiempos dominados por la ciencia y la tecnología basada en inteligencia artificial. Pensar matemáticamente implica un modo sistemático y racional para observar y moverse en el mundo. Consiste, entre otras cosas, en la capacidad de observar patrones en todos los fenómenos de la realidad (naturales y sociales), en la capacidad de generar modelos abstractos que permitan comprender los problemas a los que se enfrenta el mundo.

Es una habilidad de primera necesidad para el mundo contemporáneo.

Urge un cambio y urge abrirle las puertas a profesionales que realmente deseen aportar a la educación matemática en el país.

Uno de esos profesionales es mi tío, Ernesto Navarro Cumpeán.

Educado en México, Cuba e Israel, ingeniero agrónomo de profesión, docente de matemáticas por convicción.

No diré más, dejaré que lo conozcas a través del siguiente PodCast.

 



Comentarios

  1. y ahora habla el inglés muy bien. bueno desde antes mi estimado navarro.

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  2. El discurso de la nueva escuela mexicana, quedará sólo en el discurso; igual que como quedó con la mentada carrera magisterial y los mentados consejos técnicos que se realizan el último viernes de cada mes; reuniones donde sólo se habla de la grilla sindical, se bebe café y se comen galletas. El problema educativo sólo se resolverá poniendo orden y disciplina en las escuelas; despidiendo a todos los que carezcan con los conocimientos necesarios. Ya mejor ni le sigo

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