Fiesta Familiar | Feliz día de las Madres.

 


Poza Rica, Veracruz. 8 de Mayo de 1983.

Las reuniones familiares en casa de mi abuelita Pompo eran verdaderas proezas de organización, diversión garantizada, risas y alegatas, juegos y competencias, comilonas y bebida, alegría desbordada…y conflicto…mucho conflicto.

Decía mi madre que no hay un Cervantes feo. Creo que tenía razón, aunque yo ni en sueños me ponía ese traje. Pero una familia no se integra solo de gente bonita, guapa y elegante. Donde hay un Cervantes, decía mi abuelita Pompo, hay un artista en potencia.

Donde hay un Cervantes, y esto lo afirmo yo, hay garantía de buena vibra, nobleza, buenos sentimientos, buenos cantantes, mujeres bellas, y guapos casanovas conquistadores de ojo azul y café claro.

Y donde hay un Cervantes, esto también lo digo yo, el desmadre suele estar casi siempre garantizado.

A mis catorce años recién cumplidos, mi mundo se limitaba a la escuela, la casa, mis padres y mi hermana, mis amigos de la colonia, la casa de mi tía Dora, y las visitas a la casa de mi abuelita Pompo y de mi tío Héctor.

Mi mundo estaba completo.

No necesitaba nada más.

Aquel domingo 8 de mayo celebrábamos el día de las madres en la casa blanca de dos pisos ubicada en la calle Perú…en la mítica colonia 27 de Septiembre.

Entre mi mamá y mis tías y tíos se habían organizado para agasajar a la reina de la casa. Para la comilona se mandaron a hacer tamales en hoja de plátano y maíz: de picadillo, de frijolitos en pipián, de puerco, y de queso con rajas; pozole, ensalada de pollo, espagueti verde, frijoles charros, salsa borracha, quesos frescos de los que vendía el señor Polín, y refrescos, de sabores y de cola.

La casa se había dividido en dos grupos.

En el segundo piso, los señores jugaban cartas alrededor de la cama de mi tío Héctor. Aquella tarde apostaba mi tío Nacho, Andrés, Gustavo, Beto Morales, y mi tío Héctor que era el anfitrión. Jugaban de a pesito, como debe ser entre familia.

¡Ay de aquel que fuera sorprendido haciendo trampa!

Sentados en unas sillas, mi padre y su hermano menor, mi tío Gregorio, observaban el juego. Por momentos animaban a los jugadores, por momentos aconsejaban en alguna jugada, y también reían de las ocurrencias de los hermanos Cervantes.

Mi tío Héctor juraba que le estaban haciendo trampa.

—Mejor aprende a perder tlacuache —decía mi tío Andrés— ¿Quién te está haciendo trampa?

—¿Quién? ¿Quién? ¡Tú cabrón! ¿Quién más? —respondía mi tío Héctor con fuerza.

En la planta baja se habían acomodado todos mis primos y primas, junto con mi hermana Nancy, alrededor de la mesa. Era ya la hora de comer.

No cabían todos sentados. Algunos paraditos frente a la mesa. Mi hermana Nancy, mis primas Anita y Erica que en aquella ocasión nos visitaban de Cd. Victoria, mis primos Chucho y Erik, Tavo, Paty y Teto, Anabel, Mónica y Andresito, José, Dorita y Adelita, y mi primita Rosangel que nos visitaba aquella tarde.

A los más peques los sentaron en una mesita aparte, junto a los muebles de la sala: Teto, Cynthia e Isaac.

Dos tamalitos de hoja de maíz, un poco de espagueti verde, una porción de ensaladita de pollo y un refresco chico. Ese era el platillo infantil que mis primos se tenían que comer sin excusa ni pretexto. Había pastel y más refresco solo para quien se comiera todo, sin dejar nada.

Mi madre y mis tías (Dora, Esperanza, Bety, y Helena) observaban con atención a los pequeños comensales.

Mi abuelita Pompo me hacía señas desde la cocina.

Me señalaba una silla vacía que me había reservado para que comiera sentado.

—Hijito chulo, vente a comer. ¿Quieres tamalitos de picadillo, frijol o quesito con rajas? ¿No se te antoja un pozole?

Como nieto de mayor edad en esa sala, ya gozaba de ciertos privilegios.

Yo me encontraba sentado a la mitad de la escalera que conectaba el primer piso con el segundo. Desde ahí podía escuchar si mis tíos querían algún mandado, y de paso me extasiaba observando la dinámica de mis primos y mi hermana, de mis tías y mi madre, y de mi adorada abuelita quien no se separaba de la cocina por más que le insistían que se sentara.

La lloradera inició desde el momento en que mis primos comenzaron a comer.

A mi no me gustan de picadillo.

Yo no quiero espagueti.

La ensalada de pollo me da guácala.

Quiero frijoles charros nada más.

Mi primo Teto exigía que le prepararan unas empanadas fritas con queso.

Adelita sostenía su cabecita con sus dos manitas mientras veía con asco la comida. Ella quería que le dieran primero el pastel.

¡Qué empanadas ni que nada! ¡Te vas a comer todo eso!

¡No hay pastel para el que no se coma todo!

Algunos de mis primos negociaban con sus respectivas madres.

Otros comían tranquilamente, sin reclamar, disfrutando cada bocado de comida que con tanto amor les daban sus madres. Mi hermana Nancy y Anita por ejemplo, ya se estaban acabando todo y pedían un tamalito más para cada una. Mónica y Andresito habían pedido más ensalada y espagueti. Y mi prima Dorita comía pausadamente, sin prisas, como si fuera una persona grande. Le divertían como a mí, los reclamos de los primos.

Yo permanecía sentado en la escalera.

Mis tías enfrentaban la rebelión con firmeza y por momentos con diplomacia.

Esta bien, no te comas la ensalada pero cómete los dos tamales y el espagueti, y si quieres más me dices.

Los rebeldes se estaban tranquilizando…y eso disparó mi suspicacia.

¿Ya? ¿Tan pronto?

Mi madre decía que no había un solo Cervantes feo.

Mi abuelita decía que donde había un Cervantes, había música y buen canto.

Yo decía que donde hay un Cervantes, el desmadre estaba casi garantizado.

Y no me defraudaron.

Mi prima Erica saboreaba con deleite el refresco que le había tocado: un Jarrito de tamarindo que recién había salido al mercado ese año. Rechazó el vaso de plástico que le ofreció su mamá, mi tía Esperanza, porque se perdía el gas. Se lo estaba tomando directamente de la botella.

Mi abuelita había comprado una vianda de refrescos de distintas marcas y sabores, para dar gusto a sus nietos. Ya los conocía.

En la mesa había Jarritos, Manzanita Sol, Sidral Mundet, Chaparritas (sin gas), Jarochitos (solo se vendían en el estado de Veracruz), Barrilitos, y Titán.

A mi se me hizo agua la boca cuando vi el Jarrito de mi prima Erica. Instintivamente busqué otro sobre la mesa. No había más, era el único. Apenas el viernes me había tomado uno idéntico en la escuela, junto con mi torta de jamón. Una verdadera delicia.

No fui el único al que se le antojo el Jarrito de tamarindo.

 

El Conflicto.

A mis primas y primos siempre los he querido igual, sin distinción. Todos son realmente sorprendentes, creativos, ingeniosos, divertidos y amenos, leales y siempre presentes, en las buenas y en las malas. Todos, sin excepción, crecieron y se convirtieron en buenos adultos, profesionistas exitosos (as), responsables, amables y gentiles.

Pero algunos de ellos eran auténticos rebecos cuando eran niños.

Rebeldes, vagos, peleoneros, berrinchudos y muy picudos…mecha corta pues.

A mi primo Tavo también se le antojó el Jarrito de tamarindo que con tanta gracia bebía mi prima Erica.

Pero mi primo Tavo, quien tendría unos siete u ocho años de edad, no estaba dispuesto a renunciar tan fácilmente a semejante bebida delicatesen.

Se lanzó al suelo desde su silla al comprender que Erica no le iba a compartir ni un traguito.

Y en el suelo realizó su primer acto: berrinche con retortijón y arqueado de espalda.

Lo levantaron rápido y lo volvieron a sentar a la mesa, con la promesa de que su primita le iba a dar la mitad del refresco. ¿Quién le hizo esa promesa tan falsa? No lo recuerdo.

La presión se dirigió hacia Erica, quien tendría unos diez años de edad. Su mamá intentó convencerla de que compartir con los demás era algo que las niñas buenas hacían siempre. Ni se inmutó.

Mi abuelita le ofreció dos rebanadas de pastel adicional y un refresco nuevo, el que quisiera. Se hizo la que no escuchó mientras veía el foco colgante del techo.

Mi madre se acercó a ella con la intención de ofrecerle algo a cambio pero ya no se esperó. Tomó la botella entre sus manos y bebió el contenido completo de un solo tirón. Sin escalas. Sin pausas.

Muerto el perro, se acabó la rabia…dice el refrán.

Y aquello se salió de control.

El primero en soltar la carcajada fue mi primo José, el de los ojos verdes. Con una mano señalaba a Tavo y con la otra se agarraba el estómago, como si de tanto reír le hubiera dado un cólico.

Mi prima Anabel, que era de las mayores, no disimuló su alegría y comenzó a burlarse también mientras movía su mano haciendo la señal de lero lero.

Mi hermana Nancy intentaba disimular sin éxito la risa, y Anita, la hermana de Erica, movía la cabeza de un lado a otro en señal de desaprobación por lo que había hecho su hermana menor.

Los demás permanecían en silencio. Conocían a Tavo e intuían lo que vendría después. Era como un guion que se sabían de memoria.

Y el guion se llevó a cabo al pie de la letra.

Al ver la botella del Jarrito vacía, Tavo se levanto de su asiento y corrió hacia una de las ventanas de la casa. Se agarró de los barrotes y comenzó a subirse como lo hacía el Hombre Araña cuando trepaba sobre los edificios. Eso le quitó el elemento sorpresa. Eso dio tiempo a mis tías para adelantarse y formar un amortiguador con sus brazos entrelazados. Sabían lo que venía.

Tavo se lanzó al vacío, de espaldas, como cuando Supermán se lanzaba desde un edificio con los brazos abiertos. Su intención era caer al suelo y continuar el berrinche, pero los fuertes brazos enlazados de mis tías y mi mamá impidieron el golpe y lo volvieron a sentar a la mesa.

Eso no lo desalentó.

Corrió entonces hacia el mueble principal ubicado en el centro de la sala y de ahí volvió a lanzarse al vacío. Fuertes brazos entrelazados de mujeres comprometidas impidieron nuevamente la caída, y lo volvieron a sentar a la mesa.

Tenía todavía una última carta.

Un movimiento AS bajo la manga.

Pero el tiempo había jugado en su contra esa tarde y todo show que inicia, tiene que terminar. De otro modo el público se aburre y comienza a dejar el recinto.

Tavo se levantó de la silla e hizo el amago de subirse a la mesa, pero una figura imponente había hecho acto de presencia.

Su padre, mi tío Gustavo, apareció de pronto. Apareció de la nada. Y con la mirada fija y penetrante le cantó un tiro que lo dejó helado a él y a todos a los presentes:

—Te aplacas o me quito el cinto —dijo con voz firme y pausada mientras se llevaba las manos a la cintura— Si me quito el cinto ya sabes lo que va a pasar.

Hay momentos en la vida de un niño en los que de pronto se ve traído de regreso a la realidad. Sin gritos ni falsas amenazas, sin poses ni falsas alabanzas. Simplemente lo que es.

A mi primo Tavo se le esfumó el coraje como por arte de magia.

Descendió de la mesa con lentitud, sin dejar de observar a su padre. Se sentó de nuevo en la silla y comenzó a comerse los tamalitos de su plato. Se los acababan de traer y estaban calientitos. Los primeros se le habían enfriado ya.

 

 

Epílogo.

Todas las familias poseen un inmenso caudal de historias que permanecen guardadas en la memoria colectiva y a veces individual de sus miembros. Con el tiempo estas historias maduran, germinan, se alteran, y dan pie a un cúmulo de anécdotas que algunos cuentan y otros disfrutan al escucharlas.

Este día 10 de Mayo del 2025 quiero honrar la memoria de las madres de mi familia que ya partieron a la presencia del señor. A mi madre y mis abuelitas, a mi amada prima Dorita, y a todas las que forman parte de mi pasado ancestral. Están y estarán en mi corazón hasta el final de mis días, y en la otra vida también.

Quiero también honrar a las madres de mi familia que hoy día están aquí. A mi hermana Nancy, a mis tías y a mis primas. Muchas felicidades.

Y quiero también enviar una felicitación para todas las mamás que leen esto a través de mi cuenta de Facebook, a mis amigas, y a las mamás de mis amigas.

 

¡Feliz día de las Madres!

 


Comentarios

  1. Reí, es espectacular revivir aquellos momentos, eres formidable!!❤️

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  2. Gracias Oscar por la remembranza💝💝💝

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  3. Hermoso relato, te abrazo con cariño

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  4. Hasta hoy ví tu relato hijo, reviví parte de esos momentos que están grabados en mi corazón corazón ❤️ c

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  5. Jaja ahh como me reí. Es que es justo como yo recuerdo esas hazañas de nuestros primos… los más chicos❤️. Enhorabuena Oscar , que hermosos recuerdos de nuestra familia amada😘

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  6. Que recuerdos tan bonitos lo escribes tan bien que se transporta uno a esos momentos gracias primo

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