Alejandra | Una historia familiar.

 


Poza Rica, Veracruz. 18 de Agosto de 1966.

—La explosión ocurrió más o menos como a la una y media de la tarde, justo hace 4 días, el 14 de agosto. Oscar y yo estábamos comiendo en esta misma fonda. Primero se sintió un temblor leve, después arreció tanto que los autos comenzaron a chocar entre sí… y luego vino la tragedia. La gente corría enloquecida, muchos gritaban que era el fin del mundo. ¡Ya comenzó la tercera guerra nuclear! Ahora si manito, hasta aquí llegamos, es el fin, fue un honor ser tu amigo. Ya vienen los misiles rusos. Yo nunca me trague el cuento de que Kruschev los había sacado todos de Cuba. Méndigos desgraciados. El miedo se apoderó de mí y solo pude pensar en mi jefecita mientras corría junto al resto de la gente; sin rumbo, nomás corría y corría. Di dos vueltas seguidas desde aquí hasta el edificio de la sección 30. De verdad se los digo, todavía me duele el cuerpo de tanto correr, y ya van cuatro noches que no duermo. A este paso me voy a morir de todos modos. Y es que lo que vimos después estuvo bien gacho.

Miguel Malpica y los hermanos Navarro: Oscar, Enrique y Gregorio, comían caldo de borrego en la fondita de doña Cari, en pleno centro de Poza Rica, bajo un calor sofocante muy típico de la temporada.

Miguel Malpica se esforzaba en contar la historia con todos los detalles. Enrique y Gregorio lo escuchaban con asombro. Habían viajado toda la noche desde Tampico para buscar a su hermano Oscar y asegurarse de que estuviera bien. Este en cambio, apenas había probado el caldo. Su mente parecía estar muy lejos de ahí.

—Oye Miguel —increpó Enrique— dijiste que vieron algo muy gacho ¿pos que vieron?

—Gente quemada Enrique —replicó Miguel— gente achicharrada, tirada en el suelo, y algunos todavía se movían y pedían agua. ¡Que desgracia caray!

Enrique y Gregorio notaron los ojos humedecidos de Miguel y respetaron su tristeza. Continuaron comiendo en silencio, dando gracias a Dios de que su hermano mayor se encontraba en buen estado de salud, sin ningún daño físico.

Oscar permanecía callado, casi no comía ni decía nada.

Pobre campeón pensó Gregorio, debe ser por el susto que ni habla.

—Oye Oscar —intervino Enrique— ¿Y tú no tienes nada que decir sobre lo sucedido? Desahógate como Miguel carajo, para eso estamos aquí. ¡Saca lo que traigas!

Miguel esbozó una sonrisa mientras veía de reojo a Oscar.

El día de la explosión había permanecido impávido, sin moverse, observando a la gente mientras intentaba abrirse paso hacia el lugar del siniestro. Miguel lo intentó detener pero Oscar le respondió que no se ganaba nada corriendo como gallina descabezada; era mejor ir y ayudar en lo que fuera. Si nos vamos a morir hoy, dijo, entonces ¿para que corres como loco? eso no te va a salvar. Y si no nos morimos hoy, al menos pudimos ayudar en algo.

Oscar mantenía la mirada fija sobre un restaurante ubicado al otro lado de la avenida principal llamado “El Mante”. Esperaba con ansias la salida de una joven que de un tiempo a la fecha lo traía muy desesperado.

Todas sus estrategias del amplio catálogo de Don Juan habían fracasado hasta ese momento. Intentó abordarla de distintas formas sin éxito. Le mandaba mensajitos escritos en papel de arroz con tinta china, y desde lejos veía como los arrugaba sin leerlos y los botaba en el tambo de basura. Sabedor de su gran porte y buen gusto para vestir, se paseaba frente al negocio donde ella trabajaba con sus zapatos Jean Pierre color café, pantalón de vestir, y camisas Turnbull & Asser que había comprado a un comerciante de ropa importada. Este juraba que el mismísimo James Bond usaba de esa marca.

De nada le sirvió.

Hasta ese día lo único que había logrado conseguir era el nombre de la joven…sus amigas le decían Aleja, por lo que dedujo que debía llamarse Alejandra.

Alejandra era una imponente mujer joven de 22 años, 1.70 de estatura sin tacones, de piel blanca, ojos color café claros, esbelta, bella a más no poder, y con un garbo y elegancia en el andar que dejaban a Oscar con la boca abierta cada vez que la veía pasar.

No Oscarito le había dicho su amigo Roberto, para esos casos lo mejor es hacerse el desinteresado. ¡Hágase el importante! ¡Dese su lugar! No la voltee a ver, ignórela, castíguela con su indiferencia, póngase el perfume ese que le costó tan caro y pase junto a ella sin voltear…y ya me dirá como le fue.

Tampoco le sirvió de nada.

Que la explosión. Que el mundo se va a acabar. Que los rusos están lanzando misiles. Eso a mi que demonios me importa se repetía Oscar para sus adentros una y otra vez.

La estrategia no estaba funcionando.

Miguel Malpica no tuvo más opción que contarle a los hermanos la verdad.

—Por Oscarito ni se preocupen, está bien, no le pasó nada. Lo que trae es mal de amores.

Gregorio y Enrique se miraron por un instante y estallaron en sonoras carcajadas llamando la atención de los comensales.

 —Y di loco —exclamó Enrique— el ñorson se volvió a enamorar jajajajajaja.

—Este campeoncito no tiene remedio —respondió Gregorio, el menor de los tres, mientras se rascaba la cabeza desesperado.

—¿Quién es el ñorson? ¿A quién le dicen campeón? —preguntó Miguel intrigado.

—Así le dicen en el pueblo desde que estaba chamaco —aclaró Gregorio.

En ese momento Oscar se levantó de la mesa con la vista fija en el otro lado de la avenida, como si hubiera hecho un gran descubrimiento. Sacó un par de billetes de su cartera, los puso sobre la mesa, y sin perder de vista su objetivo, como felino acechando a su presa, se despidió con un lacónico ahí nos vemos al rato mientas se alejaba con prisa.

Enrique le preguntó en voz alta si lo esperaban. El solo levantó la mano derecha y comenzó a moverla en señal negativa sin voltear a verlos. Ya iba a mitad de la calle.

 

¿Quieres hacer reír a Dios? Cuéntale tus planes…y tus estrategias.

Cuando un hombre y una mujer están destinados a unirse en amor, no son las estrategias las que lo hacen posible; solo el amor de Dios manifestado a través de su providencia puede unir las almas y los cuerpos para emprender la más grande de las empresas humanas: formar una familia, engendrar hijos, y sortear las tormentas de la vida de la mejor manera posible. Llegar a la tercera edad, ver crecer a sus nietos y disfrutar las mieles del descanso bien ganado a base de trabajo y sacrificio.

Oscar y Alejandra contrajeron matrimonio un año después. Y justo el mismo día 18 de Agosto pero de 1970, tres años después, el Altísimo colmó sus vidas con la llegada de su segunda hija: Nancy…Nancy Alejandra, Aleja chiquita como le decían sus tías de recién nacida.

Hoy, en una fecha similar, Nancy Alejandra celebra 55 años de vida en compañía de su esposo y de su amada hija Valeria. Lo hace también bajo el inmenso cariño que le profesamos todos los que la queremos y admiramos. Y juntos le enviamos un sincero e intenso abrazo a la distancia, esperando que pase un día bonito, lleno de la bendición de Dios y de su amada madre Alejandra, cuya partida al Reino de Dios ocurrió un día como hoy también, hace ya cinco años.

El amor de una madre lo trasciende todo: tiempo, espacio, planos existenciales. Ninguna barrera lo puede detener.

El amor de madre es creación de Dios, y lo que Dios crea, nada ni nadie lo puede destruir.

¡Feliz Cumpleaños Hermana Nancy!

Hoy celebro con gozo un año más de tu vida.

¡Un abrazo enorme hasta el cielo Madre Querida!

Mientras nos volvemos a encontrar, tu amor continúa presente en nuestras vidas.

 


Comentarios

  1. Ay Oscar , que bonito 🥹. Casi estuve en la escena del caldo de borrego? Con mis tíos burlándose del campeón por andar de enamorado. Y tu y yo fuimos sus retoños. Le doy gracias a Dios que nuestros padres pudieron conocer y disfrutar bellos momentos con la chiquitine. Los llevo en mi corazón por siempre. Descansen en paz Alejandra C. Y Oscar N.

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  2. muy bonito recuerdo mi Oscar... saludos fraternos

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  3. Muchas felicidades a mi Comadre Nancy y abrazo grande hasta la Casa de Nuestro Señor para mi tía Aleja!!
    Gracias Oscar !!!

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