Guerra Civil.

 


A mediados del siglo XVII, allá por el año de 1666, mientras intentaba quedarse dormida después de un día ajetreado, una joven mujer se debatía entre la vida y la muerte. 

No era por enfermedad física, gozaba de excelente salud y poseía un bello cuerpo, ojos grandes de color café claro, pelo negro y largo, y una piel tan blanca como la porcelana.

Su mal procedía desde los rincones de su corazón. Sentimientos encontrados bullían mientras se debatía entre la pasión y el deber del buen recato propio de una joven de su época. 

Su mal procedía de la indecisión entre seguir sus instintos y corresponder a los reclamos amorosos de un pretendiente, o anteponer de golpe el peso de la cordura y las buenas costumbres.

Pasión y Razón…ceder a una o sujetarse a la otra; esa era la feroz guerra civil que en su interior se desarrollaba.

Y como a esa edad lo mejor que sabía hacer era escribir, tomó papel y pluma y plasmó el siguiente pensamiento:

En dos partes dividida

Tengo el alma en confusión:

una, esclava a la pasión,

y otra, a la razón medida.

Guerra Civil, encendida

aflige el pecho importuna:

quiere vencer cada una,

y entre fortunas tan varias,

morirán ambas contrarias

pero vencerá ninguna.

 

Y así, con la pasión desgarrándole el alma, y la razón soportando el peso de su impetuosa juventud, plasmó para la posteridad uno de los poemas más líricos y emblemáticos de la literatura hispana barroca.

Aquella joven se llamaba Juana de Asbaje y Ramírez, y con el tiempo se convertiría en la mundialmente famosa Sor Juana Inés de la Cruz, la gran monja y poeta de la orden de las Jerónimas, a quien recordamos este día con un pasaje tomado de su poema titulado “Dime vencedor rapaz”.


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