El Feminista.
Se llamaba Abú Walid Muhammad ibn
Rusd, pero el tiempo y la admiración de las generaciones lo han bautizado con
el nombre breve y resonante de Averroes. Nació bajo los soles nómadas de
Córdoba (España) en el año 1126, allá donde la historia se recarga de
ecos y prodigios, en la Al-Ándalus de las leyendas y las controversias. Murió
en Marrakech, ciudad de espejismos y adioses, en el año 1198, dejando tras de
sí una estela de sabiduría que surca aún los cielos del pensamiento.
Averroes fue más que un filósofo
y jurista andaluz: fue la conciencia lúcida de un tiempo convulso, un islote de
razón en medio del mar tempestuoso de la Edad Media. Portaba su fe islámica
como un estandarte discreto pero firme, dialogando con la eternidad desde un
rincón del Almagro. Su pensamiento supo colarse por las rendijas de credos y
fronteras, siendo venerado a la par por musulmanes, cristianos y judíos.
Hoy, su nombre resplandece entre
los grandes astros de la filosofía medieval. ¡Averroes, el inevitable, el
luminoso, el imperecedero!
Gran filósofo y continuador de la
tradición aristotélica. En uno de sus escritos se encuentra una de las críticas
más duras a la cultura patriarcal y machista de su tiempo. Considerando la
época (siglo XII) y un entorno musulmán que solía ser muy severo en el trato a
sus mujeres, Averroes hace un despliegue de valentía, observación profunda y
sabiduría, al escribir y publicar un texto apologético hacia las mujeres de su país.
En los siguientes párrafos se
analizan algunos de esos pasajes críticos:
…”Sabemos que la mujer, en
tanto que es semejante al varón, debe participar necesariamente del fin último
del hombre, aunque existan diferencias…si la naturaleza del varón y de la mujer
es la misma y toda constitución que es de un mismo tipo debe dirigirse a una
concreta actividad social, resulta evidente que en dicha sociedad la mujer debe
realizar las mismas labores que el varón, salvedad hecha de que son en general
más débiles que él”…
La mujer, nos dice Averroes,
ciertamente tiene diferencias de tipo físico con el hombre, pero aun así es
semejante a él en una inmensa variedad de circunstancias lo cual la hace idónea
para ostentar los mismos derechos y las mismas obligaciones. La única
excepción, aclara, se aplica en casos en que se requiera de la fortaleza física
del hombre, la cual es superior al de la mujer en términos generales.
El siguiente párrafo de su
crítica es aún más revelador:
…”Sin embargo, la mayor parte
de las mujeres son más hábiles que los varones en actividades como el tejer,
coser y otras artes, así como por su forma de organizar, tanto en el arte de la
guerra como en el resto, y así se ha comprobado entre los habitantes del
desierto y en la ciudad de las mujeres”…
Me quiero detener en la segunda
parte del pasaje, donde claramente expresa su convicción de que la forma de
organizar de las mujeres es, a todas luces, superior a la de los varones. No es
poca cosa lo que está diciendo. Y por si hay alguna reticencia sobre lo que
quiso decir, el mismo se encarga de aclararlo sosteniendo que en el arte de la
guerra como en otras actividades que requieran organización, las mujeres llevan
la delantera.
Más claro, ¡imposible!
Y después cierra el párrafo con
la siguiente afirmación:
…”Del mismo modo, cuando
algunas mujeres han sido muy bien educadas y poseían disposiciones sobresalientes,
no ha resultado imposible que lleguen a ser filósofos y gobernantes”…
Resulta hasta divertido imaginar
los retortijones de panza que experimentaron todos aquellos filósofos y hombres
de ciencia cuando leyeron estos párrafos. Y que decir de los califas
almorávides y almohades cuyo rigor en la interpretación del Islam hacía que
este tipo de publicaciones fuera simplemente inaceptable. Averroes pagó las
consecuencias de su lucidez mental y fue desterrado de su patria de por vida.
¿Qué llevó a este gran hombre a
concluir semejantes verdades en un tiempo y en una cultura donde las mujeres
eran consideradas poco más que un objeto decorativo? Su inteligencia y su
enorme capacidad de observación.
La observación crítica y sincera
de todo cuanto le rodeaba, alineado con su formación aristotélica y la firme
convicción de describir el mundo tal como se le presentaba, fueron las herramientas
principales para concluir lo que es obvio y que ha sido un secreto a voces
desde las más antiguas civilizaciones: la mujer es mejor organizadora que el hombre,
y lo supera en muchas otras facetas. Todo esto sin demeritar el enorme valor
del varón en las sociedades.
Averroes estaba consciente de
esto y así lo expresa en el siguiente párrafo:
…”Sin embargo, en estas
sociedades nuestras se desconocen las habilidades de las mujeres, porque en
ellas solo se utilizan para la procreación, estando por tanto destinadas al
servicio de sus maridos y relegadas al cuidado de la procreación, educación y
crianza”…
Y repito, este filósofo vivió en
el siglo XII (hace 900 años). Solo basta recordar el reciente episodio protagonizado
por el futbolista mexicano chicharito Hernández: en un video hizo un serio y
honesto llamado a las mujeres para que se sometan a la masculinidad de sus
hombres, ¡en pleno siglo XXI!
¡Grande Averroes!
Y finalmente cierra con una
reflexión lapidaria:
…”Como en dichas comunidades
las mujeres no se preparan para ninguna de las virtudes humanas, sucede que
muchas veces se asemejan a las plantas en estas sociedades, representando una
carga para los hombres, lo cual es una de las razones de la pobreza de dichas
comunidades, en la que llegan a duplicar en número a los varones, mientras que
al mismo tiempo y en tanto carecen de formación, no contribuyen a ninguna otra
de las actividades necesarias, excepto en muy pocas, como son el hilar y el
tejer, las cuales realizan la mayoría de las veces cuando necesitan fondos para
subsistir. Todo esto es evidente per se”…
En este último párrafo, Averroes
hace una observación profunda sobre las consecuencias negativas en materia de economía
y seguridad social a causa de tradiciones y creencias milenarias. Estas,
sentencia, impiden el avance del progreso y someten a los seres más vulnerables
(en este caso las mujeres) a un destino de dependencia total y sufrimiento a
manos de sus “protectores”.
Averroes, un hombre adelantado a
su tiempo.

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