Llorona | Un lamento que no termina.
En las noches oscuras del México
provincial, alejada del bullicio y la modernidad, emerge de las profundidades
de lagos y ríos una mujer desgarrada por el dolor del arrepentimiento. Es un
dolor que le quema las entrañas, le carcome los sentidos, y le arranca a
pedazos la existencia en el más allá.
¡Ni las almas en pena la
soportan!
Se refugia siempre en el mundo de
los mortales. Un mundo en donde alguna vez fue mujer feliz, con sueños e
ilusiones. Un mundo en donde conoció el amor bueno y el pasional. Un mundo
donde se entregó en cuerpo y alma al amor de su vida y este, en actitud
miserable y despótica, la desairó, abandonándola a su suerte junto con los hijitos
que habían procreado.
Antes de que los españoles
pisaran Tenochtitlán, ya existían historias de mujeres que lloraban por la
noche. Una de ellas era la diosa Cihuacóatl, la "mujer serpiente".
Esta deidad de la fertilidad y la tierra a menudo se manifestaba en la
oscuridad de la noche, llorando y llevando una cuna vacía, lo que se
interpretaba como un mal augurio. Sus lamentos se asociaban con la caída de la
ciudad y el fin de una era: la del imperio mexica.
Después de la conquista, el mito
se adaptó a la nueva realidad. La diosa se convirtió en una mujer mortal, a
menudo descrita como una bella indígena o mestiza, que se enamoró de un apuesto
caballero español. La relación, marcada por la desigualdad social, dio como
resultado varios hijos. Al final, el hombre la abandonó para casarse con una
mujer de su mismo estatus social.
Aquella traición desató una furia
y un dolor que la llevaron a cometer un acto de horror indescriptible: ahogar a
sus propios hijos en un río para vengarse del hombre que la traicionó. Cuando recuperó
la razón, el remordimiento la consumió y su alma, incapaz de encontrar paz, fue
condenada a vagar por la eternidad, buscando a sus hijos y gritando con una
pena que no se extingue.
¡Ay tormentos malditos que nublan
el espíritu humano! ¿Por qué lo hiciste llorona?
Hay momentos en los que
entregamos el timón de nuestras vidas a las pasiones más oscuras que yacen en
las profundidades de nuestras almas. Son momentos fugaces que desencadenan
consecuencias funestas, desgarradoras y perdurables… en este mundo y en el otro
también.
El lamento de la llorona es
también la respuesta mítica de un pueblo que retrata la complejidad de su
historia. La llorona no pertenece a una sola época, por el contrario, se
compone de un tejido de mitos prehispánicos y dramas del periodo virreinal. La
tragedia no distingue épocas ni territorios, ni razas ni clases sociales.
El mito de la llorona no solo es
una historia de fantasmas; tiene una función social clara. Durante generaciones
se ha utilizado como una advertencia para los niños desobedientes.
"Pórtate bien, o la llorona te llevará" es una frase que resuena en
la infancia de muchos mexicanos. Es un recordatorio de las consecuencias de la
desobediencia; y para los adultos, una reflexión sobre el dolor y el
arrepentimiento.
Su figura ha trascendido la
tradición oral para convertirse en un ícono de la cultura popular. La canción
folclórica "La Llorona" —inmortalizada por Chavela Vargas— ha llevado
su historia a los escenarios del mundo, transformando el terror del fantasma en
una poderosa balada de amor y desamor. Ha sido protagonista de innumerables
películas de terror, obras de teatro y series de televisión, demostrando la
capacidad de la leyenda para reinventarse.
El lamento de la Llorona, un
grito ancestral de una madre en pena, sigue resonando en la imaginación
colectiva de México. Su historia nos recuerda que el pasado colonial y
prehispánico no son solo páginas en un libro de historia, sino un eco que sigue
vivo en las calles, en los ríos y en las almas de quienes escuchan con atención
en la oscuridad.
El eco desgarrador de la Llorona está
encarnado en las voces de madres que sufren la pérdida de sus hijas por
feminicidios y migración forzada. Su lamento ancestral se ha convertido en el
reflejo de una realidad dolorosa y persistente, donde el sufrimiento femenino
se perpetúa a manos de quienes alguna vez juraron amor y protección. La Llorona
es también el símbolo de una herida colectiva que aún no ha sido sanada.
Referencias.
De Tonantzin y Cihuacóatl a la
Llorona. Radio INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia).

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