El concurso - Una historia familiar | In memoriam.

 



Estoy cenando en casa junto a mi padre en una noche de verano; un verano que solo quien lo sufre lo entiende. Dos órdenes de tacos de “La Chiquis”, el negocio que está al otro lado del boulevard. El ventilador como de costumbre, a toda marcha. Es el mismo con el que me refrescaban de niño; veintidós años sirviendo a la familia, y los que le faltan. De muy poco nos sirve. No hay nada que detenga el embate de unos tacos con salsa roja picosa, a 40 grados de temperatura.

Si México es realmente surrealista como dicen, Poza Rica, Veracruz es su estandarte. Si quieren poner a prueba la resistencia física y espiritual de un ser humano, mándenlo a vivir a la PR durante el verano, sin aire acondicionado y bajo un techo de lámina o material.

Las ventanas están abiertas, dobladas y replegadas…ni un ápice de brisa. Estamos en junio de 1991 y ya va a iniciar mi programa de radio favorito. No fallan. Transmiten todos los viernes, de 9 a 11 de la noche. Siempre presentes, siempre vivaces, y siempre generosos con los premios.

Es la estación de radio con mayor difusión en la ciudad. La misma que catapultó al estrellato a Camilo, a José, a la Yuri, a Rocío, y al gran Juan, el de los ojitos pizpiretos. Es la misma radio donde “Cementos Tolteca” presumía que ellos no cobraban el IVA. Al menos lo anunciaban con gracia: Tolteca A, ni IVA, ni va… ¡se queda como está!

Es la misma estación de radio que organiza competencias entre cantantes y grupos musicales famosos. En una ocasión pusieron a pelear a Los Beatles contra Los Credence. Quien acumulara más llamadas de apoyo por parte del público durante una hora, ese ganaba. Los Beatles arrasaron, como era de esperarse. La gente pudo comer tranquila por ese acto de justicia, y los anunciantes elevaron sus ventas por tremendos niveles de rating.

Son los tiempos del glorioso, omnisciente y omnipresente PRI. Cuna de hombres mesiánicos que caminan sobre el agua e irradian pureza y sanación. Cuna de hombres valientes que transformarán el partido hasta convertirlo en la esperanza guinda de México. ¡Los varones perfectos! grita el locutor de las 3pm.

Esta noche, dos locutores jóvenes llevan las riendas del programa y han lanzado el primer reto a la audiencia del norte del Totonacapan, con Papantla, Coatzintla y comunidades circunvecinas incluidas:

—A la primera persona que nos llame y nos diga a qué velocidad viaja la luz en el espacio, se ganará una colección de veinte discos de 45 revoluciones, de los artistas más famosos.

¡Justo lo que necesitaba!

No es la primera vez que llamo y no es la primera vez que gano. Tres cajas de discos viejos de 45 se apilan en un rincón de la casa. Puros artistas gringos desconocidos, ni en sus casas los conocen, pero son míos. Son mis premios. Lo que más me gusta es escuchar mi voz por la radio. Hablo por la bocina del teléfono y despego el auricular de mi oído. ¡Mi voz se escucha en todo Poza Rica y en todo el norte del Totonacapan! Surrealista.

Mi padre y yo nos miramos por un instante y movemos la cabeza en señal de desaprobación.

—Ya ni chingan —dice don Oscar­— así cualquiera gana.

Y tiene razón. La pregunta es tan sencilla que ni siquiera me tomaré la molestia de levantarme y llamar. ¿para qué? Quinientas personas deben estar haciéndolo ya, con la respuesta correcta en la punta de la lengua. Es cuestión de un par de minutos. Muchos, al igual que yo, solo llaman para escuchar su voz en la radio.

Se escucha alguien que toca a la puerta. Es Jorge González, mi vecino y amigo desde la infancia. Un reventón de última hora. En casa de Mónica, la novia de Pedro Molar, allá por la 20 de Noviembre. Platicamos un rato y promete regresar en una hora para irnos. Nuestra presencia en esos eventos es algo mandatorio.

Estoy de nuevo en la casa, listo para meterme a bañar y cambiarme. Solo por pura inercia le pregunto a mi papá:

—¿Ya se ganaron el premio?

—No ha ganado nadie —responde.

—¿Cómo? ¿nadie, nadie?

—Han llamado como siete pero con la respuesta incorrecta.

—Ya no tardan en ganarse el premio —respondo con convicción.

—Pues, se me hace que no. ¿Por qué no llamas?

¿A qué velocidad viaja la luz? ¿Neta? ¿No se la saben? Durante la secundaria, mi estrategia para aprobar Física fue siempre la misma en los tres años. Eran diez unidades y diez exámenes; si promediabas un seis, estabas aprobado. Las primeras seis unidades pura teoría, las otras cuatro puras fórmulas mamertas. La estrategia era sacar diez en las primeras seis unidades, y el resto no importaba si reprobaba, al final el promedio me alcanzaba para pasar el año. Simple, sencillo. ¿A qué velocidad viaja la luz? ¿De verdad no se la saben? Esa me la aprendí desde primero de secundaria.

—Me voy a meter a bañar y si cuando salga no han acertado, entonces les llamo.

 

Han pasado treinta minutos, el sudor sigue recorriendo mi cuerpo ya limpio y desinfectado. En la PR se suda más después de bañarse. ¿Todavía no aciertan?

He decidido hacer la llamada, pero si está ocupado no insistiré; me terminaré de peinar y me adelantaré a la casa de Jorge.

—Hola buenas noches, ¿con quién tengo el gusto? —pregunta el joven locutor.

—Buenas noches, me llamo Oscar Navarro y hablo por la pregunta que hicieron hace rato.

—Oscar, amigazo. Que grato escucharte. Mi compañero y yo nos estábamos preguntando a qué hora ibas a llamar. Estas al aire. Qué onda, ¿tienes la respuesta?

—Por supuesto que tengo la respuesta.

Que chingón se escucha mi voz por la radio. ¿Cuánta gente me estará escuchando? Ojala estas llamadas fueran más largas.

—Adelante Oscar, dinos la respuesta y terminemos de una vez con esto. Llevamos media hora recibiendo respuestas equivocadas. Nunca nos había pasado esto, pero yo se que tu si te la sabes. Es más, desde aquí estoy viendo el paquete de discos que te vas a ganar. Nomás tan queriendo Oscar. ¿Cuál es la respuesta?

—La luz viaja a 300,000 kilómetros por segundo…de nada por cierto.

El lunes al mediodía, cuando salga del trabajo a comer, pasaré por mis discos. Me queda de camino a la casa de mi mamá. Habrá que ir viendo donde voy a guardar tanto disco.

—Uuuuy Oscar, Oscar…amigo, ¿qué te pasó esta vez?

—¿Qué me pasó de qué?

—Te informo Oscar que esa respuesta es incorrecta —afirma el locutor con mucha seguridad.

—No amigo, checa bien tus apuntes. La luz viaja a 300,000 kilómetros por segundo. Está en los libros de física.

—¿Sabes que pasa Oscar? Aquí en cabina lo están revisando varias personas y la verdad es que se nos hace demasiado, osea, 300,000 kilómetros por segundo es demasiada velocidad. Yo creo que leíste mal en tu libro. Debe ser una cantidad menor.

Esto debe ser una broma. Solo tres cosas recuerdo de física y esta es una de ellas.

—Bueno, si ustedes lo dicen, ni hablar. Gracias de todos modos.

—Gracias a ti Oscar. Estimada audiencia seguimos con las líneas telefónicas abiertas. Ya van casi 40 minutos y aun no recibimos la respuesta correcta. Por favor sigan llamando, en una de esas le atinan. Mientras tanto los dejamos con la única e inigualable, la más bella de todas: ¡Alejandra Guzmán! “Un grito en la noche”. Ya volvemos.

He colgado el teléfono y mi padre me mira con incredulidad.

—¿Qué fue lo dijo? —pregunta con asombro.

—Dice que se les hace demasiado rápida esa velocidad.

—¿A quiénes?

—A todos los que están ahí en cabina con él.

Mi padre se va refunfuñando a su cuarto. El tampoco lo puede creer, asegura que eso lo aprendió en segundo de primaria en su natal Palmillas, Tamaulipas. Antes de cerrar la puerta me alcanza a decir: Mucho cuidado y trata de no llegar tan tarde.

 

Han pasado diez minutos de ese lamentable incidente.

Puta madre, ahora toda la región norte del Totonacapan, incluyendo la PR, Papantla y Coatzintla, va a pensar que soy un pobre pendejo ignorante. Pobre si, ignorante jamás. Con el récord que llevaba carajo. Que van a decir mis maestros de la universidad, y los de la prepa. El mismo profe de física, Balderas, ha de estar muy avergonzado. Y los ingenieros de PEMEX a los que les doy cursos. Maldita sea. Y lo peor de todo es que la respuesta está correcta. Eso me gano por hablar con pendejos.

Mi delirante soliloquio es interrumpido por Jorge. Se va a detener un momento en un expendio de licores para comprar producto vitivinícola. Solo Dios sabe qué están tomando en la fiesta de Pedro. De un tiempo a la fecha y gracias a su generosidad, ya no tomamos Bacardí Blanco ni Presidente, solo Fundador y Torres, con agua mineral, coca cola y un chorrito de limón agrio.

Mientras Jorge hace las compras, he decidido apagar la música y sintonizar la radio. Quiero saber si ya se ganaron el premio, o si al menos alguien ya sacó de su error a ese par de pendejos. Son las 10:30pm y no han pasado ni dos minutos cuando entra una llamada del público.

—Buenas noches, ¿con quién tengo el gusto? —pregunta el mismo locutor.

—Si buenas noches, habla Oscar Navarro, por la pregunta esa que todavía nadie responde bien, según ustedes.

¡Qué! Esa voz yo la conozco.

—Ah caray, si, este, bueno, mmm, es que hace rato llamó otra persona con el mismo nombre.

—¿Ah si? No pues, yo soy otro Oscar Navarro y hablo para confirmar la misma respuesta. La velocidad de la luz es de 300,000 kilómetros por segundo.

—¡Caray don Oscar! Fíjese que este tema se ha convertido en el tema de la semana. Yo creo que será el tema del mes. Ya todo mundo está hablando de esto. Hay un debate fuerte ahorita. Las líneas de teléfono están saturadas de tantas llamadas.

Está claro que el locutor ha detectado una voz de hombre entrado en años, de otro modo no le estaría hablando de usted.

—No me diga, ¿en serio? ¿y por qué es el debate oiga? Digo, si se puede saber.

—Por lo mismo don Oscar, aquí en cabina hay un gran dilema y todo mundo está debatiendo. Con decirle que un compañero está haciendo hasta unas ecuaciones.

—No amigo, nada de dilemas. Lo que hay en su cabina es mucha ignorancia.

—Vamos a seguir con el debate don Oscar, muchas gracias por llamar. Seguimos con las líneas abiertas, quédense con nosotros, ¿será esta la primera vez en que nadie acierta? Nosotros vamos a unos comerciales y regresamos en cinco minutos, ¡no le cambie!

Jorge se ha subido al coche de nuevo y yo he sintonizado otra vez la música que veníamos escuchando: Enanitos Verdes. Ya estamos a escasas tres cuadras del lugar de la fiesta.

 

 

Epílogo:

Esta historia surrealista y poco probable, por increíble que parezca, es completamente verídica. Al menos en todo lo que yo recuerdo. Ocurrió hace más de treinta años y no estoy seguro de haberla contado antes a mi familia. O tal vez sí, qué más da.

Solo se lo conté a mi jefe de ese entonces, el gran Pepe Hernández, quien al escuchar la anécdota exclamó: Pinche par de pendejos, nomás andan confundiendo a la gente. Vamos a buscarlos a la estación de radio, al cabo andamos cerca. Lo convencí de que era mala idea porque ellos solo trabajaban los viernes por la noche.

Lo ocurrido fue un chispazo de ocurrencia muy típico en mi padre, y he querido recordarla justo hoy, 18 de Noviembre.

Un día como hoy pero hace 25 años, el halo de vida que Dios puso en mi padre al momento de nacer, se apagó; cerrando así el ciclo natural de una vida que inició en las faldas de la Sierra Madre Oriental, se desarrolló en el pujante Totonacapan petrolero, y finalizó en la misma ciudad en la que sus dos hermanos y su madre partieron con anterioridad.

Hoy descansa en paz en la presencia del Altísimo.

Desde este lado del Reino, va un abrazo muy fuerte para ti papá, con todo mi cariño, hasta el otro lado, en el más allá…a 300,000 kilómetros por segundo de velocidad.

In Memoriam.

 


Comentarios

  1. En la Gloria de Nuestro Señor descansa Don Oscar, mi querido tío!!🙏💙

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  2. Hermoso relato ! Se me hace difícil pensar que mi papá haya hablado a la radio 🤣. Descanse en paz mi amado padre🙏🏻

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