Guadalupe-Reyes: Un deporte extremo sin gimnasio
¿Quién dice que para correr un
maratón hay que usar tenis deportivos? En México, basta con tener un estómago
resistente, un hígado entrenado y una agenda social abultada.
¡Sean todos bienvenidos al maratón
Guadalupe-Reyes!
Esta odisea nacional pone a
prueba la capacidad festiva y de supervivencia de millones de mexicanas y
mexicanos, en un recorrido tan intenso como el de la mismísima ruta olímpica,
pero con menos sudor y más tamales.
El Maratón Guadalupe-Reyes no
aparece en los libros de historia, pero sí en la memoria colectiva y los memes.
Consiste en sobrevivir (o, en el mejor de los casos, disfrutar) todas las
fiestas, cenas, convivios y reuniones que van del 12 de diciembre (Día de la
Virgen de Guadalupe) al 6 de enero (Día de Reyes Magos). Es decir, un periodo
de casi un mes en el que la dieta, el sueño y la sobriedad se consideran actos
de alta traición.
Este maratón se ha convertido en
tradición “no oficial” y en un pretexto para justificar la ingesta
descontrolada de ponche, rompope, buñuelos, tamales, mole, pozole, menudo,
tacos, tostadas, molotes, estrujadas, carnitas, bacalao y otros platillos que
harían llorar de angustia a cualquier nutrióloga.
El término “Guadalupe-Reyes”,
según la leyenda urbana, surgió en la década de los 90, cuando algún genio
creativo decidió bautizar con este nombre al periodo que une dos de las
festividades más emblemáticas del calendario mexicano. No hay acta de
nacimiento oficial, pero sí testimonios de que el concepto se popularizó a
través de la radio y la televisión. Desde entonces, sobrevivir todos los días
del maratón se considera casi un logro nacional, digno de medalla (o al menos
de memes con trofeo).
Como apunta el historiador José
Alfredo Jiménez (no confundir con el cantante, aunque ambos son íconos de la
fiesta nacional), el Guadalupe-Reyes es el resultado de la mezcla de
tradiciones religiosas, costumbres prehispánicas y el entusiasmo colectivo por
celebrar cualquier cosa, incluso el fin del Guadalupe-Reyes mismo (Jiménez, J.
A., 2004).
La ruta de este peculiar maratón
arranca con el Día de la Virgen de Guadalupe, el 12 de diciembre. Este día,
millones de personas realizan peregrinaciones, misas y serenatas a la
“Morenita”, la figura religiosa más querida en México. Se celebra con música de
mariachi, veladoras y, por supuesto, comida tradicional en cada esquina.
Sin tiempo para recuperarse,
inicia la cuenta regresiva hacia las Posadas, entre el 16 y el 24 de diciembre.
Aquí se pone a prueba la tolerancia al canto desentonado en los karaokes, la
habilidad para soportar borrachos impertinentes, y el poder curativo del Pepto
Bismol. Las posadas mezclan rezos y cánticos con mucha bebida y mucha tragazón.
El ambiente se vuelve una mezcla de devoción y gula, donde la meta es llegar a
la cena de Nochebuena sin perder el ritmo.
La Nochebuena y la Navidad son el
clímax del maratón. El 24 y 25 de diciembre las mesas mexicanas se llenan de
platillos que desafían cualquier dieta: pavo, romeritos, espagueti, ensalada de
manzana y, por supuesto, el recalentado, que se extiende hasta el año nuevo si
hay suerte y estómago. Sin faltar, claro está, la presencia de productos
vitivinícolas de todo tipo: cerveza, brandy, wiski, tequila, mezcal, pulque,
vodka, ron, vinos espumosos, aguardiente, curados de fruta, bebidas preparadas,
y cualquier otra bebida espirituosa que altere los sentidos.
Que importa si el gato es
blanco o negro, o gris…mientras coma ratones, es un buen gato. De igual
modo, para un buen borracho, uno auténtico y profesional, no importa la marca
ni el tipo, ni el grado, ni el nivel de añejamiento, ni el color o la textura
en el paladar… si empeda, ¡cómpralo pariente!
Después, el maratón sigue con el
Día de los Santos Inocentes (28 de diciembre), que mezcla bromas pesadas y
oportunidades para poner a prueba el ingenio de las personas. Es el único día
del año en el que puedes quedarte sin dinero por “inocente”, a cambio de una
sonrisa.
El 31 de diciembre marca el Fin
de Año, evento que se vive con uvas, deseos y un arsenal de supersticiones que
incluye ropa interior de color rojo y recorrer la calle con maletas para atraer
viajes. Luego, el año nuevo llega con el típico propósito de “ahora sí voy a
hacer ejercicio…me cae que sí”, el cual dura lo mismo que una orden de tacos al
pastor.
Finalmente, el 6 de enero cierra
el ciclo con la llegada de los Reyes Magos. Las panaderías se llenan de roscas
y el pan dulce se convierte en la medida perfecta para saber cuántos tamales
hay que comprar en la próxima Candelaria. Las niñas y niños reciben juguetes y,
quienes encontraron el muñeco en la rosca, agregan una muesca más a la dolorosa
cuesta de enero.
El Guadalupe-Reyes es, ante todo,
un ejercicio de resistencia social. Quienes lo completan merecen respeto… y
probablemente una consulta médica. Los efectos secundarios incluyen aumento de
peso, agotamiento social y una lista de propósitos de año nuevo que se repite
cada doce meses. Pero, a final de cuentas, este maratón demuestra la capacidad
de celebración de las mexicanas y mexicanos y su inagotable creatividad para
encontrar motivos de fiesta.
Referencias bibliográficas
Jiménez, J. A. (2004). Rituales y tradiciones populares en
el México contemporáneo. Fondo de Cultura Económica.
Flores, A. (2012). Las fiestas decembrinas: historia y
significado. Editorial Trillas.

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