Las amigas fifís.
—Y los dientes, ¿cómo los tiene?
¿le huele bien la boca?
—¡Ay claro que le huele bien la
boca! Ese no es el problema amiga.
—Entonces ¿nos puedes explicar por
qué aun… nada de nada?
—Pues eso es lo que estoy
intentando, pero me interrumpen cada diez segundos.
—Está bien, está bien, continua.
Miriam le da un trago largo a su
whiskey para darse valor, respira profundo, y continúa su historia:
—La última vez que nos vimos fue
en mayo, en la fiesta de Bibi de la O. Fue en el salón de eventos Tamabra, en
ciudad de México, un lugar muy lindo en la colonia del Valle. Amiga no sabes,
esa noche yo llevaba un vestido de seda charmeuse color violeta, con bordados
en satén a la altura de los hombros, y un acabado en chifón en la parte
inferior, diseñado por Vanessa Guckel, de la colección “Perspectiva en
primavera”. Y los zapatos, uff, ¿adivinen de que tipo eran?
Camelia y Marimar intercambian
miradas con claros signos de desesperación. Veinte minutos escuchando sin
llegar al fondo del asunto.
—No pues, ni idea, tu dirás
—responde Camelia con los brazos cruzados.
—Unas sandalias de tacón en color
púrpura, con un diseño estilo mariposa a lo largo de todo el empeine, con
piedritas de cuarzo incrustadas. Ay pero para qué les cuento si aquí traigo las
fotos…¡y hasta videíto! Espérenme tantito, déjenme saco el celular… a ver… mmm
deben estar por aquí.
—¡Olvídate ya de las fotos! —interrumpe
Marimar— Nosotras queremos saber si hubo o no hubo acción.
Miriam titubea unos instantes y
finalmente responde cabizbaja:
—No, no paso nada…no ha pasado
nada todavía.
—Y nosotras —interviene de nuevo
Camelia —nosotras queremos saber por qué. ¿Qué está pasando? ¿Hay o no hay
atracción? ¿Te gusta? ¿Le gustas? ¿Hay química? ¿Qué pedo?
—La verdad amigas, no se que está
pasando. Simplemente no lo entiendo. Yo se que le gusto. Lo se. Su familia me
quiere mucho, sus hermanas y sus primas no me sueltan. Él mismo ha mostrado
interés, voló desde Nueva York solo para verme en la fiesta. Pero hay algo que
lo detiene en el momento de la verdad. Estoy consciente de que al ser un hombre
muy guapo y soltero, las mujeres lo asedian. Pero aun así, él me busca, me
llama, me escribe. Ya no sé qué pensar.
Mis amigas Miriam, Camelia y
Marimar parecen haber olvidado que hay una cuarta persona sentada a la mesa con
ellas: yo.
En situaciones normales, este
tipo de conversaciones suelen pasar desapercibidas para mí. Que sí me gusta
pero a la vez no… que no me gusta porque es muy frio y distante pero tiene
mucha personalidad, que ay bueno pero es que no se. Que tú ni la traes ni me la
pegas, que te la pongo, que te la pongo. Bla, bla, bla.
Sin embargo, las reuniones con
estas amigas jamás ocurren bajo condiciones normales. No hay modo. Nuestras
charlas siempre toman un rumbo raro, ecuestre, surrealista. Podemos iniciar
charlando sobre alienígenas, después girar hacia el mundo del arte y la buena
música, películas, literatura, viajes y vinos tintos; y sin darme cuenta
comenzar a hablar de historias de terror y de eventos sobrenaturales, culminando
la velada con algún tema filosófico profundo, mientras se doblan de la risa
cada vez que hablo con seriedad. He notado que cuando abordo un tema con la
debida elocuencia, a ellas les gana la risa. Y lo peor es que nunca me dicen
por qué ¿Que les causa tanta gracia? Las reuniones con estas amigas nunca son
bajo circunstancias normales. Últimamente traen la idea de abrir un canal de
podcast.
Finalmente me animo a hablar:
—Creo que yo podría explicar lo
que pasa aquí.
Las tres voltean a verme
intrigadas, pero antes de que pueda yo emitir palabra, ya están hablando
nuevamente entre ellas.
—¡A mi se me hace que a tu amigo
ya ni se le abre el paraguas! —exclama Marimar con fuerza y convicción.
—Bueno, esa es una posibilidad,
claro, pudiera ser —responde Camelia con mucha seriedad, llevándose la mano a
la barbilla.
—Bueno, pues de ser así, querida amiga,
ya sabes lo que tienes que hacer. Ah, y por cierto, no me gustó la película. El
protagonista está re feo, prieto, con cara de nahual maya. Yo no me creo esa
historia de que las dos mujeres se morían de amor por él. Sí como no. Eso no
pasa en la vida real.
Y ahora la discusión se torna
densa entre las tres mujeres. ¿Es justo que un hombre feo salga con mujeres
bonitas? Camelia dice que no solo es justo sino necesario para la diversidad de
la especie. Polos opuestos se atraen dice. Miriam y Marimar, por su
parte, sacan a relucir su clasismo más recalcitrante y enarbolan el estandarte
fifí conservador: bonitos con bonitas, feitos con feitas. ¡Punto!
Ahora lo entiendo todo. Si no
fuera yo tan guapo, no estaría en este grupo.
Pero volviendo al tema central:
¿Cuál es la razón por la que un
hombre heterosexual ignora a una mujer bella, que de manera sutil le hace ver que está
interesada en él?
Quien tenga la respuesta a esta
pregunta, posee un inmenso tesoro de sabiduría que bien podría monetizar en TikTok,
Instagram y YouTube. Y de hecho, estos videos abundan. Pero la gran mayoría,
por no decir todos, están completamente equivocados.
¿Por qué?
En primer lugar porque la
psicología masculina no es tan simple como suele pensarse. Y menos cuando hablamos
de hombres maduros, con mucha vida a cuestas. Los años también cuentan. Hoy día
suele decirse que los hombres solo buscan tres cosas: comida, futbol, y sexo. Hay
algo de cierto en esta premisa, pero es un grave error aplicarla al 100% de los
varones que deambulamos por la vida.
Hay hombres que con el puro sexo
se sienten plenos, no importa que la comida se la sirvan fría o desabrida. Hay
otros que no voltearían a ver ni a la mismísima Karely Ruiz en tanga cuando
están viendo una final del América. Y otros más que solo sienten plenitud
cuando conviven con amigos al calor de las brasas de una carne asada y una
chela en la mano. Y existe también un selecto grupo de hombres cuyo máximo
placer consiste en permanecer recostados en la cama, pensando en nada
literalmente, mientras se rascan suavemente sus partes nobles con los ojos
entrecerrados…sin que nadie los perturbe.
El gran error de muchas mujeres, como
ya dije, es: encapsular la psicología masculina en un esquema tan simplista
como el descrito en párrafos anteriores. Funciona bien con algunos, quizá con
muchos, pero no con todos.
El hombre es en esencia un
cazador…un conquistador. Es su rol evolutivo y le encanta jugarlo y depurarlo
con el tiempo. Cuando se siente muy asediado por una mujer, puede responder
marcando distancia de por medio. Por hastío o por orgullo, porque la iniciativa
es de él, solo de él. En lo personal pienso que las mujeres tienen todo el
derecho de abordar a un hombre que les guste sin que se sientan mal por ello,
pero lamentablemente existe la posibilidad de que el susodicho no se quiera
dejar seducir…por orgullo o por machismo puro y duro.
También existe la posibilidad de
que el varón simplemente no se sienta atraído por la dama, por muy bella que
sea. Simplemente no hay química. La incompatibilidad de feromonas funciona en
ambos sentidos: de mujer a hombre y viceversa. En estos casos, la belleza
física juega un rol muy limitado.
Llevo más de veinte minutos
intentando hablar…pero no me dejan.
Lo que ellas no saben es que a
base de mucha investigación, después de leer decenas de artículos científicos
sobre conducta sexual humana, he logrado desarrollar una teoría revolucionaria
que podría explicar, al menos en parte, la razón por la que algunos hombres no
se dejan atrapar por las finas redes de la seducción femenina.
Si tan solo me dejaran hablar.
—¡Yo tengo una posible explicación
para tu problema Miriam!
Tuve que elevar el volumen de mi
voz para hacerme escuchar. Después de todo yo también soy parte de este
grupito. Y aunque respeto el liderazgo de la gran duquesa de Borbón-Dos Sicilias
y de la marquesa de Sajonia-Coburgo, yo también tengo derecho a opinar. Gato
sí, pero de angora.
Miriam voltea a verme, y con una
amplia sonrisa me responde:
—Adelante Oscarito, tienes toda
mi atención.
Camelia de Sajonia-Coburgo me
observa con suspicacia…como queriendo dudar a priori de lo que voy a decir.
Marimar de Borbón-Dos Sicilias, en
cambio, está ocupada intentando extraer una palomita de maíz que jura que se le
introdujo en su bota izquierda.
—La ciencia dice que hay otras
dos posibles razones por las que un hombre puede huir de una mujer. Ambas están
relacionadas con olores hediondos… y no hablo de feromonas. ¿Están listas?
No obtengo respuesta… pero si el
anhelado silencio.
…y procedo a explicar.

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