La mujer de ojos azules | Historia Familiar.
Cuando nació creyeron que era
albina.
Su piel era tan blanca que las
líneas rojas y azules de sus venas se podían ver sin el menor esfuerzo. Sus
ojitos azules eran tan cristalinos que durante varios años su abuelo Tonche vivió
convencido de que no podía ver.
Siendo ya una niña de cuatro
años, el abuelo solía interrogarla:
—A ver mijita, ¿Qué tengo en mi
mano?
En su mano sostenía una manzana.
La niña fijaba su mirada sobre la
fruta mientras su abuelo escudriñaba las pupilas de sus ojos, como intentando
averiguar o comprobar su hipótesis. Desde la cocina, su abuelita Ángela
observaba la escena pensando para sus adentros Ay Tonche, que necedad la
tuya.
La abuela Ángela era también
rubia y de ojos azules.
Los padres de la niña, Pomposa y
Quintín, la bautizaron con el nombre de Esperanza. Un hermoso nombre de
procedencia antigua, del latín Sperare, que significaba esperar. La
semántica del nombre, desde inicios de la era cristiana, tuvo siempre una
connotación piadosa, de confianza en el porvenir.
En una ocasión, siendo aun bebe
de brazos, su hermano mayor Ignacio decidió pasearla un rato por la hacienda de
su abuelo, para que agarrara un poco de color. Diez minutos después su abuelo
lo mandó llamar desde lo alto de una loma y le pidió que le diera a la niña.
La niña agarró tanto color que
estaba roja como un jitomate.
Don Tonche puso a la niña bajo la
sombra de un árbol, al cuidado de uno de sus peones, se quitó el cinto, y se
lanzó sobre su nieto. Este, con siete años recién cumplidos, reaccionó como un
gato en retirada y esquivo exitosamente los intentos de su abuelo. Era muy ágil,
se alejó con rapidez, y a la distancia solo escuchaba: ¡Cómo se te ocurre
asolear a la niña!
Esperanza era la consentida de
los abuelos.
Vivió sus primeros años en la
hacienda, rodeada de mucha familia, hermanos, hermanas, tíos y un par de padres
amorosos.
Posteriormente la familia emigró
a Poza Rica Veracruz y el destino tenía sorpresas preparadas para cada uno de
ellos.
La niña creció y se convirtió en
una hermosa joven, de temperamento impetuoso, muy inteligente y audaz. No se
dejaba de nadie y no perdía el tiempo en discusiones sin sentido. Las cosas
eran o no eran. No había medias tintas.
Y Dios nuestro señor le encontró un
esposo.
Esperanza y Gregorio se casaron
siendo ella muy joven, y de esa unión nacieron dos niñas preciosas (Anita y
Erica). Diez años después llegó la tercera chiquitina (Cynthia).
Esperanza ha dedicado toda su
vida a trabajar para su familia y cuidar de ellos con la mejor herramienta que
un ser humano puede tener: el amor.
Su vida es un crisol de
experiencias positivas, de esfuerzo y dedicación, y de un profundo amor a Dios.
Como mujer de fe, conoce también el lado áspero y difícil de la existencia, y ha
sabido caminar entre las vicisitudes de la vida.
Su carácter alegre y positivo
hacen de ella una persona necesaria para las vidas de sus hijas, de su esposo,
del resto de su familia, y de sus dos nietos que son su adoración: Camilita y
Leo.
Esperanza, la gran mujer a quien
tanto quiero y admiro, es la hermana menor de mi madre. Es mi tía, y el día de
hoy celebra un año más de vida.
Si estás leyendo este artículo y
conoces a mi tía Esperanza, sabes de lo que hablo y te invito a que te unas
conmigo a decirle, desde lo más hondo de nuestros corazones:
¡FELIZ CUMPLEAÑOS TÍA!
❤️
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ResponderBorrarWowowowowowowowoowowodos
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