Benito.
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Benito. Una mente brillante. Los recreos en la escuela primaria Enrique C Rébsamen eran peculiares, al menos mientras estudié ahí. Duraban media hora y siempre había una maestra dirigiéndolo todo. Con micrófono en mano y parada en lo más alto de una escalinata, se dedicaba a narrar lo que ocurría en el patio. Oye niño, si tú, no te subas al árbol, por favor bájate. A ver, allá, aquella parejita que están muy juntos, sepárense. Ustedes dos, si ustedes, no se estén peleando. Ulises, ya te vi, bájate de esa ventana. Esto se repetía todos los días. Era fascinante el hecho de enterarse de todo lo que ocurría gracias a la maestra de ceremonias. Cuando terminaba el recreo, iniciaba para deleite de todos, un show cómico y mágico. Todos los que se habían portado muy mal durante el recreo, sin importar el grado, eran pasados al frente mientras el resto permanecíamos formados en el patio. Y entonces, la maestra de ceremonias informaba a toda la comunidad estudiantil la travesura que había hecho c